Pedro Sánchez ha confirmado lo que ya era un secreto a voces en los mentideros políticos y mediáticos. El principal escollo para que España tenga un gobierno progresista tiene nombre y apellido: Pablo Manuel Iglesias Turrión. Es verdaderamente alarmante que el candidato más votado en las elecciones, del PSOE por si queda alguna duda, tenga que evidenciar una situación que para él también es incómoda y así se le podía percibir en su firme y sincera mirada: “En las cinco veces que me reuní con el líder de Podemos sólo quiso hablar de su presencia en el Consejo de Ministros”. Una muestra de la personalidad arrogante, antidemocrática, personalista e irrespetuosa de un dirigente que ya no dirige, que es contestado por casi todas las federaciones de su partido, que es la vergüenza de unas bases que se empiezan a revelar ante tantos infundios y disparates. “Yo no votaré en la consulta trampa” me confesó un alto dirigente regional de la formación morada que prefirió mantenerse en el anonimato, no sea que haya represalias. Él ya conoce el percal y como se las juega “el coletas” -según sus propias palabras- .
Hay ciertas verdades que son menester repetir, aunque el hartazgo es ya plausible porque no hay peor sordo que el que no quiere escuchar. El socialismo español ha ganado las elecciones generales, europeas, autonómicas y municipales con meridiana claridad. A los datos me remito y a las encuestas también. No hay ninguna mayoría alternativa que no pase por el liderazgo indiscutible de Pedro Sánchez. Así lo hemos querido mayoritariamente los españoles en las urnas, se llama voluntad popular, algo a lo que tanto apela el sectario de Pablo Iglesias con una facilidad pasmosa y sin despeinarse. Me parece tan vergonzoso que la desmedida ambición personal del profesor universitario pueda derivar en unos nuevos comicios. Claro, este señor ya presume con tan poca gracia de doctorados, másteres y premios como para ahora ser menos y dar un paso al costado en aras del interés general. No obstante, la ciudadanía ya percibe que para él un ministerio es como juguete para un niño pequeño. Es todo tan irreverente y sensacionalista.
La responsabilidad en un sistema parlamentario no debe recaer únicamente en el candidato a presidir el gobierno, sino también en todos los grupos parlamentarios. Pablo Casado y Albert Rivera están enfrascados en una lucha fratricida por comandar la derecha, con la mirada puesta en VOX, y actuarán con la irresponsabilidad que nos tienen acostumbrados, por lo que están casi descartados, aunque luego se envuelvan en la bandera de España para arengar a sus seguidores. Parece mentira que ERC tenga más sentido de Estado que azules y naranjas, ya que su portavoz ha dejado claro que “por nosotros, no será”. Y Pablo Manuel habla de sí mismo y de su futuro profesional para empezar a negociar. Cabe hacernos una pregunta: ¿Nos meremos los españoles este desplante y seguir indefinidamente en funciones cuando hay tantos asuntos urgentes que abordar?.
¿Por qué no debe entrar en el gobierno Pablo Iglesias? Lo explicó claramente Pedro Sánchez: hay discordancias en temas extremadamente sensibles que imposibilitan su presencia en el Consejo de Ministros y antes que el pacto a cualquier precio está la responsabilidad de país que debe tener quien está llamado por los sufragios a encabezar el ejecutivo. Yo le creo al Secretario General del PSOE y valoro positivamente el hecho de que haya cedido hasta el punto de ofrecer carteras ministeriales a importantes cuadros de Unidas Podemos. Pero ¡Con Iglesias, no!. Es de agradecer la transparencia y la claridad que escenificó el candidato y lo ha hecho muy a su pesar porque mantuvo la discreción hasta que ello ya fue insalvable. Las formas y la elegancia también son distintas y es preciso ponerlo también en consideración.
El futuro aún es incierto y España no puede esperar. Hace falta tratar sin ningún tipo de aspavientos y dogmatismos cuestiones que nos preocupan como sociedad, entre las que podemos mencionar la renta mínima universal, el blindaje de las pensiones y de la sanidad universal, la subida del salario mínimo interprofesional, la derogación de la reforma laboral y de la ley mordaza, una redistribución impositiva, impuestos a la banca y a las grandes fortunas, la ampliación de derechos fundamentales, la vivienda digna, la revisión del precio de la luz, regulación de los precios de los alquileres en grandes urbes.
¿Podrá el capricho de un líder caduco y en el ocaso quitarnos la ilusión?
Yo no tengo dudas: ¡Con Iglesias no!