El conocido caricato, Alfonso Ussía, ha protagonizado en las últimas horas el enésimo incidente con su grupo editorial. Tratando además de dejar al director de La Razón como si fuera un censor en potencia. Y nada más lejos de la realidad. La paciencia del Grupo Planeta, del diario La Razón y de su director, el profesor Francisco Marhuenda, ha llegado a límites infinitos tras aguantar al más pera y fantasma de los juntaletras de la patria.
Si no fuera por viejo, desdentado y halitósico, dicen, sería más explícito en este artículo de uno de los más frívolos periodistas españoles según sus propios compañeros. Confieso que sus familiares me pedían favores de su parte, siendo el que suscribe cargo público. Pero, pobre de él, jamás moví un dedo a tamaña desvergüenza más propia de un tahúr que de un caballero. No digo que llegaran al delito, pero conservo pruebas por si acaso, de su recomendación vana.
Les voy a relatar una historia. Dentro del debate y la polémica de los cambios de nombre de las calles de Madrid, comenté a Manuela Carmena, entonces alcaldesa, que el nombre del dramaturgo Muñoz Seca, vilmente asesinado, debía permanecer en nuestro callejero. Para un buen amigo, el imbécil de Alfonso Ussía, como le llaman en alguna redacción, el nieto de don Pedro, me dedicó un artículo insultante de esos que, si interpongo querella, la indemnización no sería corta. Confundido como un saltasopas, probablemente por falta de riego, me acusaba de querer destronar de las calles de Madrid al autor de Los extremeños se tocan.
Mientras me insultaba, como un gañán, defendía la prudencia de Carmena en forma de relación en busca imagino de vaya usted a saber. Estuve tentado en llamarle, por presunto bobo, pero los calificativos que vertió sobre mí me hicieron esperar a que yo dejara de ser cargo público para responderle. Y ha llegado el momento.
Todo esto, como digo, mientras el supuesto falandeiro de Ussía, me había hecho la pelota hasta el vómito y había enviado a familiares (cercanos) a pedirme favores siendo yo diputado. A estos familiares (pero muy cercanos) que venían de su parte les mandé por el mismo sitio por el que se abría la puerta de mi despacho.
Pero, además, este sinvergüenza (a decir de él mismo), dicen sus allegados que es un defraudador de hacienda, confeso y sancionado. Como si fuera un caradura de los de mayor bellaquería que roba a los españoles evadiendo impuestos. No por cocorobochindo, que pudiera serlo, sino por presunto ladrón.
Contratado por La Razón, insultó al grupo Planeta, a su director, Francisco Marhuenda; provocó que su propia editorial tuviera que pagar ingentes cantidades de dinero por las demandas siempre perdidas de este supuesto fané, anticuado y asmático de ideas. Harto, dice Paco Marhuenda de él, de sus imprecisiones, de su deslealtad (sic), de sus sentencias condenatorias, ahora, por fin, se va, o más bien le mandan, a trepar por las inmediaciones del propio orto.
Dicen que este escuchapedos va de estirado por la vida, como si fuera a mandar un batallón, más parecido a un viejo tarado que no sabe vivir más que de sueños, fraude como persona y tonto útil para aquellos que solo desean su beneficio propio. Como si fuera un zambullo hueco que no tiene ni gracia cuando trata de parecerse a su abuelo.
Por todos es sabido que Ussía es lo más parecido a un peonzo y que su forma atropellada de construir frases agramaticales, pésimo escritor, le ha causado más de un disgusto. Un amigo común me dice que, “en el fondo es un yocu, más soso que un pan sin sal, pero peligroso”. Capaz de insultar a Messi y, por vaquilla brava, perder una demanda y tener que pagar una pasta al argentino (que éste a su vez donó a Médicos Sin Fronteras).
Va de viejo farragás, para algunos estafador del erario público, pero es un hombre sin carrera (comenzó pero no terminó dos). Joaquín Sabina, dada la ignorancia de este cacique del periodismo, le dedicó una canción en la que señala que “Don Mendo no se hereda”.
Despedido de ABC, uno de sus episodios más sangrantes fue las risas que tuvo a cuenta de diversas tragedias, al tiempo que, por otra parte, defendía una intervención militar en el País Vasco.
Otros señalan que este viejo morrongón, no piensa las fascistadas que suelta, es simplemente un obseso del dinero y un obeso de la tontería. Que no lo digo yo. Lo que se ha venido en llamar, con más tino que demérito, un gilipollas. En la familia, me consta, le tienen como un peinaovejas, de esos a los que hay que dejar que desvaríe desde el primer Jack Daniels.
Sobrino del golpista Milans del Bosch. Si bien “Muñoz Seca no se hereda”, sí heredó su actitud violenta ante la democracia y ante la vida. En un tuit llamó a la conformación del gobierno del PSOE, vencedor en las urnas, golpe de estado. Y se quedó tan ancho. Tan violento que, si estuviéramos en el siglo XIX probablemente me hubiera retado en duelo, como él diría, y yo, encantado le hubiese dado a elegir lugar.