Uno de los sargentos de bomberos más queridos de Madrid. Destinado en el Parque 8º se hacía notar por su cercanía, su capacidad de trabajo, su compañerismo, su profesionalidad.
Aquel día Picazo fue el responsable y el mando de siete dotaciones de bomberos. Siempre con los recursos al límite, trataron de sofocar un incendio en el quinto piso de un edificio de siete plantas. Aquellos trabajadores lograron sacar de las llamas a dos ancianos octogenarios en una vivienda completamente calcinada. Era mediodía.
Picazo, siempre dispuesto, dirigió las labores de extinción y salvamento. Contempló que los heridos estaban atendidos y comenzó a pasar lista para comprobar que sus compañeros estaban todos sanos y salvos. En ese preciso instante se sintió mal. Sufrió una parada cardiorrespiratoria teniendo que ser intervenido con maniobras de reanimación hasta que llegaron los servicios médicos. Ya dentro de la ambulancia Picazo recobró el aliento destino al Gregorio Marañón donde en minutos le estaba esperando un quirófano.
Fue la Policía Nacional y el SAMUR quien salvó la vida a Picazo. Tres cuerpos en uno, funcionarios públicos capaces de ayudarse los unos a los otros sin pensárselo dos veces. La reanimación, el traslado… volver a la vida.
En total Picazo estuvo diez minutos muerto hasta que logró ganarle a la muerte un pulso que no olvidará nunca. Las inevitables secuelas le han alejado del Cuerpo de Bomberos de Madrid. Pero su cabeza sigue escuchando las sirenas, las carreras, las voces de los amigos tratando de ayudar a la gente. No en vano Picazo llevaba más de treinta años salvando la vida de los madrileños.
Marga, su mujer no se ha separado ni un minuto de su lado. Su yerno, del que tan orgulloso se siente; sus hijas, que lo son todo para él; sus amigos, sus familiares, son su apoyo diario, sus ganas de vivir entre sonrisas e historias. Un recuerdo para todos aquellos que entienden el servicio público como el trabajo más gratificante que hay.
El entonces concejal del Ayuntamiento de Madrid, Antonio Miguel Carmona, dejó claro en uno de sus discursos el ejemplo que Picazo representaba para todos los madrileños. “Pundonor y servicio para salvar vidas, para ayudar a los demás, uno de los nuestros”, dijo.
Faltaríamos a la verdad si no reconociéramos que el político que más se ha dedicado a reconocer el trabajo del sargento Picazo, a presionar al ayuntamiento para lograr que les otorguen la medalla a los funcionarios que le ayudaron, es Antonio Abarca. Un socialista íntegro, el señor Abarca se caracteriza por defender el trabajo y el reconocimiento, tanto de los cuerpos de seguridad del Estado, como los del Ayuntamiento de Madrid tales como los Bomberos, la Policía Municipal o el SAMUR.
Hablar con Picazo es deshacerse en agradecimientos a los funcionarios que le atendieron. También recuerda al que fuera Comisario de Puente de Vallecas, el actual Comisario Principal, Manuel Soto Seoane. Por eso, casi con vergüenza, les viene a la memoria la promesa que les hizo entonces el Ayuntamiento de Madrid de condecorar a los funcionarios que le salvaron la vida. Sí, la Junta de Gobierno había prometido otorgar la Medalla del Ayuntamiento a los funcionarios del GAC Z-130 y Z-132 de Puente de Vallecas y del SAMUR, junto con el UCOT. Promesas que quedaron en palabras.
Hoy recordamos a Picazo, a los funcionarios que le salvaron la vida y a un Ayuntamiento que no recuerda a aquellos que fueron sus mejores servidores públicos.