“¿Y por qué no?”, por Francisco Estepa Vílchez.

Francisco Estepa Vílchez.

Por lo general, nuestra forma de ver el mundo viene condicionada por lo que hemos aprendido y por el entorno en el que vivimos y conocemos. Hoy día en España nos parece normal que exista un sistema público de salud o un sistema de educación pública, aunque algunos quieran privatizarlos y aplicar el modelo de Estados Unidos. También vemos con normalidad que puedan existir empresas privadas que se dediquen al negocio de salud, de la educación o de residencias para mayores y que además se destinen fondos públicos a estas empresas en detrimento del sistema público. No nos parecería normal que existiesen en nuestro país unas fuerzas armadas privadas y nos extrañaría que la investigación farmacéutica fuese totalmente pública, aceptando que las patentes de las corporaciones farmacéuticas sean un negocio muy rentable a nivel mundial y que el sistema público de salud destine millones que van a sus cuentas de resultados.

Hay cambios que a veces se producen después de acontecimientos traumáticos, como los cambios producidos después de la II Guerra Mundial y lamentablemente eso es consecuencia del fracaso de la política. Imagino que en el pasado, los emperadores en las civilizaciones antiguas no pudieron imaginar que sus imperios caerían y supongo que muchos de los hoy dirigentes de imperios empresariales pensarán que solamente pueden seguir creciendo. En otras ocasiones la política cumple su función para cambiar las cosas sin violencia y tenemos ejemplos en los grandes avances sociales en nuestra joven Democracia durante los gobiernos socialistas.

Con esta introducción, solamente quiero compartir una reflexión sobre los beneficios para la humanidad que reportaría un sistema de investigación farmacéutica totalmente público y global, sin patentes que hagan crecer imperios a costa de la vida y la salud de millones de seres humanos. Un sistema en el que desaparezcan especuladores e inversores con ambición desmedida que aprovecha la necesidad de la humanidad de medicamentos y que se olvidan, por ejemplo, de las enfermedades raras cuando no son rentables. Un sistema en el que se prime a los científicos que anteponen el bien común, sin renunciar a su bienestar familiar y al reconocimiento de su esfuerzo. Me parece inmoral, aunque a día de hoy legítimo y legal, que se haga negocio con la salud en cualquiera de sus aspectos y no me refiero a quienes suministran material sanitario, prestan servicios no clínicos o de expropiar lo que ahora es privado, pero si pienso en futuras leyes y acuerdos internacionales para sacar del mercado y la especulación todo lo relacionado con la salud de las personas. Aunque yo no lo vea, creo que es justo y beneficiaría a toda la humanidad.

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