El VIH, una epidemia que no cesa

Por Carolina Gutiérrez Montero.
(Investigadora biomédica)

Hoy 1 de diciembre se celebra el Día Mundial de la lucha contra el SIDA, una epidemia que no cesa, a pesar de los avances que se han hecho en la lucha contra esta enfermedad.
Caracterizada por la incesante desigualdad entre los países ricos y los países en desarrollo, la epidemia del VIH/SIDA no parece tener fin.
Actualmente viven en el mundo cerca de 40 millones de personas infectadas por el VIH, de las cuales más de 2 millones son niños menores de cinco años.
Cerca de 2 millones adquirieron la infección a lo largo del año pasado y un millón de personas murieron a lo largo del año de enfermedades relacionadas con el SIDA.
Los datos de ONUSIDA nos ponen de manifiesto que en junio de este año 20,9 millones de personas infectadas por el VIH tenían acceso a tratamiento antirretroviral, un aumento en relación a los solo 17 millones que tuvieron acceso a la terapia en el año 2015.
Pero esto es según queramos ver la botella: medio llena o medio vacía. Porque lo que está claro, es triste e indecente es que la mitad de los 40 millones de personas infectadas no reciben tratamiento para esta enfermedad. La mayor parte de ellos en países en vías en desarrollo como son los que se localizan en el continente africano, latinoamérica /caribe y el sudeste asiático.
Y el tratamiento existe y de él se está beneficiando como no podía ser de otra manera la mitad de las personas infectadas por este maléfico virus. Pero, ¿qué pasa con la otra mitad?.
Las compañías farmacéuticas está claro que no son ONGs y que deben recuperar la inversión que han hecho en el desarrollo de los fármacos, pero lo que no es de recibo es que pretendan recuperar la inversión multiplicada por millones de dólares. Tampoco juegan del todo limpio muchos de los gobiernos de estos países más desfavorecidos, y tampoco se oyen voces contundentes en los países más afortunados que pidan el abaratamiento de los fármacos para que estos sean accesibles en todo el mundo.
Al final son las pequeñas organizaciones nacionales y extranjeras, sin ánimo de lucro, las que terminan canalizando la ayuda farmacológica a todas estas personas, en muchos casos niños, como ocurre en Haití que cuenta con una alta población infantil infectada, que no reciben tratamiento y que viven sin familia en orfanatos bajo la protección de esas personas buenas que dedican la vida a su cuidado.
Se necesita un esfuerzo colectivo para poder acabar con la epidemia de VIH/SIDA. Desde ONUSIDA se han marcado el objetivo ambicioso pero deseable que han denominado 90-90-90: 1) que en 2020 el 90% de las personas que viven con el VIH conozcan su estado serológico respecto al VIH; 2) que en 2020 el 90% de las personas diagnosticadas con el VIH reciban tratamiento antirretroviral continuado; 3) que en 2020 el 90% de las personas que reciben tratamiento antirretroviral tengan supresión viral.
Conseguir esto es algo totalmente deseable y que requiere de ese esfuerzo común entre gobiernos, sociedad y entidades privadas (entre las que se incluyen las propias compañías farmacéuticas). En cada lugar la estrategia a seguir deberá ser distinta pero con el objetivo común planteado. Pero claro no se pueden comparar ni igualar las medidas que deben llevarse a cabo en los países más desfavorecidos dónde lo que necesitan es que el tratamiento llegue de manera eficaz y continuada a todos, a las a tomar en los países desarrollados en los que hay un conocimiento de la enfermedad, se conocen las vías de transmisión, se pueden tomar medidas para impedirla y aún así seguimos asistiendo a cifras de transmisión que no terminan de normalizarse.
Es el caso por ejemplo de España, donde desde luego algo no funciona y merece un replanteamiento de todos los actores implicados. Se diagnosticaron cerca de 4000 nuevos casos el año pasado, de los cuales en un 48% fue un diagnóstico tardío de la infección y que dieron lugar por el desconocimiento de su condición de portadores del virus al 60% de los nuevos contagios.
Existe una baja percepción del riesgo real de la enfermedad lo que es algo muy preocupante y peligroso: se le ha perdido totalmente el miedo al VIH.
Existe una nueva conciencia de la infección por el VIH. Que es una enfermedad crónica, que con un tratamiento de una sola pastilla tienes al virus controlado, y que ya está. Y esto no es del todo real, lo que hace necesario el desarrollo de nuevas campañas de concienciación.
Estamos muy lejos, incluso en nuestro país, de conseguir el objetivo 90-90-90 de la OMS. Aquí tenemos tratamientos eficaces y accesibles, lo que nos permitiría alcanzar el segundo y tercer peldaño fácilmente, pero fallamos en el primero, el conocimiento del estado serológico respecto al VIH que se traduce en un diagnóstico tardío de la enfermedad. La detección precoz es fundamental y desde las sociedades científicas se hace hincapié en que es muy importante que todo el mundo se haga al menos una vez en su vida una prueba de VIH y quien se considere en “riesgo” que se lo haga tantas veces como sea necesario, pero no debemos perder la oportunidad de conocer si alguien está infectado o no.
Hoy es un día para recordar a todas aquellas personas para los que el tratamiento eficaz no llegó a tiempo, a todos los que existiendo no tienen acceso a él y sufren y mueren cada día a causa de este virus. Para recordar a familiares, amigos, pacientes… que ya no están con nosotros.
Pero también es un día para reivindicar que si no ponemos todos un poco de nuestra parte (instituciones gubernamentales, profesionales sanitarios, investigadores y la propia sociedad) para que el VIH sea pasado, seguirá siendo presente y seguramente una realidad futura.

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