“VERGÜENZA”, por Eustaquio Jiménez Molero.

Eustaquio Jiménez Molero.

Eustaquio Jiménez Molero es miembro de la Asociación el Defensor del Metro y de los Transportes Públicos de la Comunidad de Madrid.
El sábado, día 6 de julio de 2019, se sabía que era víspera de San Fermín, pero también que en la ciudad de Madrid, se concentraban muchas personas que querían y quieren ejercer su libertad de manifestación, más que nunca: el “ORGULLO 2019”. Una reivindicación convertida también en una fiesta que produce, además, un importante incremento en el consumo de todo tipo de bienes y servicios, fundamentalmente en hostelería, pero también en movilidad. Un incremento de actividad que tiene que ser cubierta por una oferta razonable. Sin embargo, muchas personas han sufrido desatención, falta de respeto y desamparo por parte de las autoridades regionales y municipales.

Ya de madrugada, el domingo día 7 de julio, en la inmensa mayoría de la red de Metro, y concretamente la línea 1 del Metro de Madrid en la estación de Sol, en sus dos andenes, estábamos cientos de personas agolpadas, colmatadas, llenando el espacio de forma imposible, esperando los trenes como si de una hora punta de los años 60 del siglo pasado se tratara. Esperábamos, insisto, la llegada del convoy que debía transportar a personas (seres humanos). Al entrar en los vagones parecíamos ser transportadas como ganado, si bien, la gente asustada quedó en una buena parte fuera de los trenes por miedo a consecuencias más graves.

La acumulación por falta de frecuencia de paso en el servicio nocturno era excesiva y, desde luego, en comparación con la demanda era absolutamente insuficiente. Evidentemente en Madrid, la capital de España, se celebraba el desfile y el día central del “ORGULLO 2019” y éramos muchas las personas que necesitábamos movilidad. Todo el mundo lo sabía. También los responsables del transporte público en la Villa de Madrid y en la Comunidad de Madrid, es decir; los responsables a su vez del Consorcio Regional de Transportes de la Comunidad de Madrid que es quien tiene la responsabilidad y las competencias para pedir a cualquier operador el incremento o disminución de la demanda en general y en particular en momentos puntuales como el presente. Y, desde luego, también el propio operador Metro de Madrid que es quien la tiene que prestar.

Como se ha dicho, todos sabían que se iban a desplazar más personas de las habituales aquel sábado por la noche del centro a la periferia de nuestra ciudad y, previamente, a la inversa. Ya se sabía que también vendrían de otras ciudades de la comunidad y de muchos otros lugares, incluidos diferentes países europeos y del mundo. Un incremento en la demanda, un riesgo de aglomeración cuya oferta debiera haber estado más despierta y, sobre todo, responsable.

Sin embargo, por lo acontecido, parece que no les ha preocupado lo más mínimo o no lo han considerado importante. Sí lo es para ellos, que luzca una espléndida bandera de España en la fachada del Ayuntamiento donde los nuevos regidores tienen que exhibir la enseña que tanto les gusta, según algunos, apropiándosela como si fuera de ellos aunque sea de todas las personas que queremos a este país llamado España y a esta noble ciudad llamada Madrid.

Otros, por ejemplo, hasta podemos considerar que no están a la altura cuando anteponen sus preferencias u opiniones ideológicas a los derechos y a la protección de la salud que todos tenemos, con la suspensión de la lucha contra la contaminación en el área de Madrid Central. Pero de ahí a llevar al desprecio, o al menosprecio en no destinar un incremento “suficiente” para transportar a quienes de forma masiva están disfrutando de una fiesta “única y singular” y en la que, precisamente, se quieren desplazar muchas más personas de las que lo hacen cualquier fin de semana, incluso un poco más tarde, va un abismo. Eso parece que no está en sus preocupaciones.

Muchas personas fueron entonces y son en una buena parte del día, transportadas en el metro en vagones como “sardinas en lata”. Y esto sólo puede producir angustia por hacinamiento. Es justo y relevante reconocer que el despliegue en seguridad, para proteger a las personas sí ha sido percibido como un incremento notable durante todos los días que se ha celebrado el Orgullo.

Todos aportamos nuestro título de transporte, ocasional o habitual, y sin embargo en este caso no somos tratados como merecemos. No hay derecho. Parece que en lugar de aumentar la oferta adecuándola a la demanda, quieren que la demanda se apretuje y se comprima. No pedimos ya que ese fin de semana, al menos, funcionase toda la red de Metro las veinticuatro horas, incluso para evitar accidentes que puede ocasionar un uso indebido del automóvil en momentos de fiesta. Pero al menos deberían sentir un poco de VERGÜENZA, por el servicio ofrecido aquel sábado lleno de Orgullo. No les vamos a decir, no, que sólo siente VERGÜENZA quienes la conocen, para no herir susceptibilidades. Pero sí que para gestionar un servicio público, el que sea, en este caso el del transporte público, han de mostrar algo más de sensibilidad, de interés o al menos, como digo, de VERGÜENZA.

E intentar llevar a la ciudadanía usuaria del transporte público más querido, usado y valorado como es el Metro, como dignamente se merece.

¿Hay alguien ahí? ¿Hay un poco de VERGÜENZA?

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