“Valores, humanismo e independentismo”, por César García Cimadevilla.

César García Cimadevilla caricaturizado.

Se preguntarán mis seguidores (¿tengo alguno, dónde?) la razón de un título tan serio para un humorista y más después de los títulos jocosos de los manifiestos de la Mente enmascarada.com. Se preguntarán por qué no titulo esta nueva serie “Cómo acabar con el independentismo en seis días” o “Cómo acabar con el independentismo de una vez por todas”, por ejemplo. La respuesta es sencilla: los independentistas se rebotarían, los demás nos rebotaríamos, los extraterrestres se rebotarían y acabaríamos con todas las paredes a cabezazos. Es lo malo que tiene el humorismo, o consigue que todos nos abracemos como hermanos o alguno se lo toma en serio y acaba a puñetazos. Tengo que ponerme serio porque de otra manera podrían acabar conmigo. No es que me importe mucho, ya he vivido bastante, casi diría que demasiado, pero tengo un adorable gatito al que quiero con locura –a pesar de introducirle como personaje en mis comedietas- y me daría mucha pena que se quedara solito o que algún dogmático acabara con él, que todo puede ocurrir con los dogmáticos, tanto religiosos, ideológicos, deportivos o independentistas. Un dogmático es como un toro bravo que cornea todo lo que se mueve, sea “colorao” o de cualquier otro color.

El tono tiene que ser serio también porque hace unos años comencé a escribir un relato titulado simplemente “Desobediencia civil”. Lo comencé en tono humorístico y se estaba convirtiendo en un espeluznante relato de terror (ríase usted de Stephen King) hasta el punto de que temblaba, se me erizaba el vello y tenía pesadillas por las noches. La desobediencia civil se sabe dónde empieza, puede que como un juego, pero no dónde termina. Y hablando de juegos, me gustaría que esta serie de textos, serios, respetuosos, fraternales, cariñosos, tuvieran el tono de aquella serie de relatos infantiles que dediqué a mi hija Sara, con los títulos de “La princesita Sara y el juego de…” la guerra, la independencia, la familia… He releído el cuento de la independencia y se me han soltado las lágrimas, los personajes son tan tiernos, incluso haciendo alguna que otra barbaridad, que a uno le dan ganas de tomarlos en brazos, abrazarlos muy fuerte y comerlos a besitos.  Pero no nos engañemos, cuando los valores están equivocados, y situamos en la cúspide lo que tendría que estar abajo, o incluso no estar, la pirámide está invertida y eso es como intentar que un hipopótamo dance el Lago de los cisnes, que no quedaría ni lago, ni cisnes, ni hipopótamo.  Me gusta aplicar la pirámide de valores a todos los grandes problemas de mi vida, todo acaba clarificándose, hasta lo más embrollado. En la cúspide de mi pirámide de valores están el amor y la libertad. La libertad porque es el valor supremo del ser humano y el amor porque la libertad sin amor es nada, sin amor no merece la pena seguir viviendo, no nos engañemos, por mucha libertad que tengamos.  Más abajo están otros valores, fraternidad, igualdad, justicia, generosidad, etc. Y bastante más abajo, no sé dónde, el dinero para sobrevivir en esta sociedad capitalista.  Solo tengo que colocar la pirámide sobre el problema y enseguida comprendo dónde está el error. Puede que el error independentista esté en situar en la cúspide de su pirámide de valores un valor que no debería estar allí. Y no me contradigo porque si la libertad está en la cúspide de mi pirámide de valores también lo está el amor y la libertad es un valor supremo para el individuo, pero cuando hablamos de grupos uno tiene que preguntarse necesariamente: libertad para qué. Porque no todos los ciudadanos de un territorio que desea declararse independiente quieren hacerlo o quieren ir en la misma dirección. Y desde luego, para mí, libertad e independencia no son lo mismo, aunque a algunos así se lo parezca.

Como este no es un texto humorístico no puedo rematar con Zapi de personaje estelar o incluso con la princesita Sara y sus juegos infantiles humorísticos.  Debo ser serio. Nada me gustaría más que hacer una lista de sofismas, muy divertidos, siguiendo algunos principios independentistas, pero seamos serios, como me enseñaron en ontología, cuando dimos los silogismos, si una premisa es errónea, la conclusión necesariamente lo es. Si es un error situar la independencia en la cúspide de una pirámide de valores también lo serán todas las consecuencias, y más si metemos por medio el demoniaco maquiavelismo en el que el fin justifica los medios. Así podríamos llegar a justificar la violencia, porque al fin y al cabo tiene algo bueno para conseguir un fin bueno.  Pero todo esto lo analizaremos con seriedad, respeto y cariño en próximos textos.  Soy una persona que odia ofender a nadie, es uno de mis grandes defectos de carácter, hasta el punto de que me iría a la otra punta del universo, donde no hubiera nadie, si tuviera un cohete intergaláctico, con tal de no ofender a independentistas, dogmáticos y a todos aquellos con escalas de valores tan erróneas que la fraternidad ni siquiera aparece en ellas, pero ya que estamos aquí y que no soy cobarde, hablemos del gobierno como decían mis admirados Tip y Coll, hablemos del independentismo, con respeto y cariño, pero sin bailar el agua, ni para un lado ni para el otro. No puedo evitar finalizar con un chiste, y que me perdonen todos, si seguimos el camino de la proporcionalidad y esperamos a que nos saquen un ojo para sacar nosotros otro, todos acabaremos tuertos, sino ciegos. Tampoco hay que disparar y preguntar después, como he podido ver en alguna noticia USA. El camino de la fraternidad es sin duda el mejor. Ya digo, hasta podría irme a la otra punta del universo para no molestar.

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