Una habitación interior

Por Mari Ángeles Solís del Río.
Quienes hemos pasado parte de nuestra infancia en un pueblo, recordamos aquellas casas antiguas en las que jugábamos al escondite. Nos perdíamos en los recodos de aquellas casas viejas e inmensas y, al final, casi siempre solíamos ser cazados porque, entre aquellos laberintos de paredes, el camino terminaba en alguna habitación que nos cerraba la salida.
Eran las habitaciones interiores que, hace años, en las antiguas construcciones, eran tan habituales. Habitaciones cerradas, sin entrada de luz, sin ventanas, a las que se accedía por otra habitación. Eran habitaciones tristes y oscuras, sin ventilación, en las que se sentía una humedad que te calaba hasta los huesos. Pero ahí estaban, como guardando un gran secreto, despertando curiosidad.
A veces, resulta inevitable, entrelazar el pasado y sus recuerdos, con situaciones presentes o circunstancias y actitudes que presenciamos sin darles la mínima importancia. Pero, en esta vida, todo tiene una explicación, un por qué, un origen… como aquellas habitaciones oscuras que nos ocultaban la realidad, por la falta luz.
Todo tiene su lado oscuro, la vida misma, las propias personas, hasta la política. Pero es tarea de cada persona, limpiar la parte que le corresponde, abrir las ventanas y dejar que entre la luz, porque el buen camino siempre lo encontraremos mediante la claridad, tanto de ideas, como en nuestras acciones.
Desde mi experiencia en la política podría relatar miles de situaciones y experiencias pero aquí no se trata de eso. Aquí se trata de encontrar el lado de luz, de todas las personas que están a pie de calle, con los ciudadanos comunes, quienes necesitas el buen funcionamiento del engranaje político para poder llevar una vida digna, a la que, por cierto todos tenemos derecho. Todos tenemos el derecho a disfrutar del Estado de Bienestar, del que, poco a poco, se están derribando los pilares, por parte de la mala gestión de quien gobierna.
También, como ciudadanos, tenemos obligaciones. Considero una obligación preocuparnos y ocuparnos de las minorías y las personas más desfavorecidas. Quienes de verdad lo necesitan. Y, cuando hablo de esto, no creo que la solución está en publicar en las redes sociales las maravillas que hacemos y lo buenas personas que hacemos. Quizá lo importante sea empezar por las personas que tenemos más cerca. ¿Quién no tiene un vecino que lo está pasando mal?. A veces, simplemente dedicándole un poco de nuestro tiempo o una pequeña ayuda continuada, es más agradecida que una gran obra en un momento determinado, que luego se esfuma. Y sólo queda en eso, un momento, cuando, en realidad podemos hacer la vida de una persona un poquito mejor, sin necesidad de hacer publicidad en beneficio propio. Este nuevo año que comenzamos, debería servirnos para mirar un poco a nuestro alrededor, y saber quién necesita una mano o una palabra de aliento.
No dejemos todo en mano de la clase política, convirtámonos en actores y aportemos una parte nuestra para conseguir una sociedad mejor. Es tarea de todos, como ciudadanos y como personas. Porque los caminos no se hacen en un día. A veces, se tarda años en alcanzar objetivos, pero no dejemos nuestro trabajo a un lado, porque si el fin está en conseguir el bien común, será un fin justo mientras se utilicen siempre los medios justos y honestos para conseguirlo.
Y, volviendo a la habitación oscura, a los fines políticos de quienes no actúan de forma limpia, reclamo claridad en todas las actuaciones. Recuerdo aquella época en la que realicé un curso de criminología y, entre otras cosas, se me quedaron clavados dos dichos que, son de sobra conocidos. “El asesino siempre vuelve el lugar del crimen” y “quien más busca a la persona desaparecida es el autor del crimen”. No soy mucho del refranero, acaso por estar hastiada de ver cómo muchos lo utilizan a su antojo para justificar sus acciones pero siempre suelo tener presente aquello de “dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”. Por eso, siempre respeto y reclamo el cara a cara en política, la cercanía… porque en toda acción política el único fin que considero digno es aquel que busque el bien de los ciudadanos, de las minorías, de los desfavorecidos.
Quienes han estado alardeando que defienden la verdad, han sido quienes han llevado a muchas personas al abismo. Y tendremos que hablar de corrupción, para que sepamos llevar a cabo una política limpia. Tendremos que hablar de muchas cosas para buscar el buen camino. Y es en ese camino donde nos dejaremos la piel, mediante una política limpia, progresista, que es totalmente la antítesis a esas habitaciones interiores sin luz. La política progresista es esa habitación abierta con luz. El oscurantismo ha de terminar de una vez por todas, por el bien de la sociedad.

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