Un Sevilla campeón

Un Sevilla campeón

Cuando todavía suenan los ecos de la apabullante derrota del Barça, un enorme Sevilla devolvió al fútbol español su merecida gloria. Frente a la mala suerte de un Atleti o el no saber hacer de un Madrid, el conjunto que dirige Julen Lopetegui trajo a España la única copa internacional a la que ya se podía aspirar.

Después de ir a rastras, igualar y remontar, Godín, con un remate de cabeza, clásico cuando anotaba con el Atlético, hacía temer lo peor. Una noche aciaga para el brasileño Diego Carlos, que falló en los dos goles del Inter. Luego, lo enmendó.

Y es que las cosas no se podían poner peor para los del Nervión cuando en el minuto 5 el holandés Danny Makkelie los castigaba con un penalti. Merecidamente. Al carioca se le había escapado Lukaku, quien, pese a los zarpazos de Diego Carlos, apenas se resintió de las arremetidas.

Terminó cayendo en el área que defendía Bono. Otra vez un penalti, otra vez el brasileño. Se repetía la historia de cuartos y de semifinales. El cancerbero hispalense adivinó la trayectoria del cuero, pero no pudo evitar que acabara en la red. Lukaku ponía el 0-1 en el marcador.

Muy pronto para recibir un golpe así en una final de la Europa League. Pero el Sevilla es el Sevilla y ya van seis veces en las que levanta la copa. Conjurados contra la estrategia del Inter, Jesús Navas empezaba a mostrar al equipo hacia donde tenían que ir. Dio fruto.

Cuando Navas asoma, el Sevilla se crece

Minuto 12. El de Los Palacios se internaba por primera vez en la zona de peligro. Entonces, dirigió un potente centro medido para que De Jong, de cabezazo en plancha, colocara el balón lejos de Handanovic. 1-1. El conjunto hispalense volvía estar en la final.

La tensión crecía y espoleados por la contundente respuesta frente al conjunto italiano, los sevillistas se vinieron arriba. Entretanto, D’Ambrosio lo intentó para los de Conte, pero se le fue alto. Banega crecía para los de Lopetegui.

Su asistencia a De Jong fue la clave para que el suizo anotara, otra vez, de tremendo cabezazo, enviando el esférico por encima del guardameta esloveno. El asunto se ponía de cara.

Sin embargo, en fútbol nada está ganado hasta que suena el silbato y el árbitro señala hacia los vestuarios. Sólo era el minuto 33. Había mucho partido por delante y el conjunto milanés no iba a bajar los brazos tan pronto.

Tres minutos después, Diego Carlos cometía falta cerca del área sevillista, en el lateral, donde más le gusta a Godín, que no perdonó. Cabezazo del ex atlético y 2-2. A sufrir.

Otra vez Lukaku enseñaba los dientes. En una carrera imposible para los centrales del Sevilla, tuvo que ser el cancerbero marroquí nacido en Canadá quien abortara el ataque. Le dijo al belga de origen congoleño dónde estaba el hueco, para atajarlo con una parada soberbia.

En cambio, las cosas se torcían. Para colmo, Ocampos se rompía y a Diego Carlos hubo que vendarle un muslo. Fue éste quien se dijo a sí mismo que tenía que demostrar quién era.

Diego Carlos no se lo podía creer

En el 74 conectaba una chilena de ensueño que quiso desviar Lukaku, con la mala fortuna de que no pudo evitar que el balón llegara a la red. 3-2 ¿y ahora qué?

A seguir sufriendo. Y eso el Sevilla sabe hacerlo muy bien. Varios rebotes tuvieron la culpa de que Koundé sacara el cuero que ya lamía la puerta sevillista.

Pese a su juego, los italianos apenas hicieron méritos, sin demérito de los sevillistas, aunque pusieron en serios aprietos al conjunto andaluz. El Sevilla es grande, enorme, y puede levantar con orgullo el trofeo. Así se hace el buen fútbol. Lo merecieron.

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