“Trabajo, esfuerzo y sacrificio”, por Antonio Miguel Carmona.

Antonio Miguel Carmona.

“Demando a los españoles, del primero al último, enormes sacrificios para sacar el país adelante. No vengo a hacer promesas, ni a regalar nada, sino a unir a la nación con el objeto de salir de esta crisis como se sale adelante siempre: con trabajo, esfuerzo y sacrificio”.  Así es como debería empezar su discurso un político sincero y humilde que aspire a ser estadista.

De esta situación sólo se sale con sacrificios, esfuerzo y tesón. Nos ha tocado como generación hacerlo y nos debemos echar el país sobre nuestros hombros. El resto es sólo demagogia, mentira o propaganda. En este orden de cosas, en segundo lugar, debemos conseguir que los que más tienen sean los que más se sacrifican y los que menos poseen también participen en la medida de sus posibilidades.

El liderazgo político, pues, exige ponerse delante de una cámara de televisión y sólo prometer sangre, sudor y lágrimas. Ponerse a sí mismo como ejemplo, si puede, eso es liderazgo, y mientras dure esto ceder o renunciar al sueldo como político, como cargo público o como miembro del gobierno. Porque el ejemplo no es demagogia… es liderazgo.

Sé que, como otras veces, esto me supondrá los insultos, amenazas (a veces de muerte, lean twitter, de los unos y de los otros).  Pero, como decía Margaret Thatcher, “siempre me animo enormemente si un ataque es particularmente hiriente, porque creo que, bueno, si me atacan personalmente, significa que no tienen ni un solo argumento político”.

El Gobierno debe sentar a los grandes empresarios, a los representantes de los pequeños emprendedores, a los grandes bancos, a los sindicatos, a la Iglesia, a los presidentes de los grandes medios de comunicación, y exigirles a todos ellos sacrificios en un plan que tenga como motor al Estado, firmemos y aportemos todos y lidere un Gobierno.

Un plan en el que las grandes empresas aporten todo su esfuerzo para sacar a este país adelante a costa de su cuenta de resultados. Un programa en el que los bancos velen por la prosperidad social a costa de sus márgenes. Un objetivo en el que los trabajadores acompañen con generosidad al mayor esfuerzo de los que más tienen.

Nos enfrentamos a una pandemia que no se supo prever –ni por el Gobierno nacional competente en todo el territorio, ni por los gobiernos autonómicos competentes en Sanidad-, y cuyas consecuencias han supuesto una mezcla de tesón y confusión.

España va a tener que pedir prestado más de cien mil millones de euros si quiere seguir pagando pensiones, funcionarios y servicios públicos esenciales. Los acreedores para ello nos exigen sacrificios como país, austeridad institucional y compromiso para devolverles la deuda.  No son almas de la caridad, ni donantes desprendidos, son los mercados. Quien demande de ellos generosidad o bondad, o es tonto, o es un imbécil. Y quien siga con palabrería hueca en la tribuna del Congreso, o es imbécil, o es tonto.

Por eso debemos sacrificarnos como país, sobre todo los que más tienen, arremangarnos como nación, hacer un plan para salvar nuestro presente y no olvidar nunca que debe ser la última vez que debamos depender de unos acreedores interesados sólo en su tasa de ganancia.

Ello implica no volver a tener un endeudamiento como el actual que representaba, ya antes de la crisis sanitaria, la totalidad de nuestro PIB. Sin margen de maniobra el presente depende de nuestros acreedores y el futuro de nosotros mismos.

Por eso, el primero el Presidente de Gobierno, y luego las grandes empresas y los bancos, deben participar generosamente en un relanzamiento económico para una nueva estructura más libre, más sostenible y más avanzada tecnológica y científicamente.

En estos momentos de depresión, enfermedad y confusión, un Gobierno, la oposición y los partidos, no pueden, ni deben, prometer lo inalcanzable sino liderar los sacrificios que demandan aquellos que quieren que se les diga la verdad y que desean que haya un plan para una España que merece prosperidad para nuestros hijos. En ese sentido, nadie debe dedicarse a poner palos en las ruedas de un país que literalmente se ha parado.

En el discurso de toma de posesión como presidente de los Estados Unidos, el 21 de enero de 1961, el hasta entonces senador por Massachusetts, John Fitzgerald Kennedy dijo: “No preguntes lo que tu país puede hacer por ti, pregunta lo que tú puedes hacer por tu país”.

Pues eso. Un plan como país donde el último capítulo sea una mejor sociedad para nuestros hijos y cuyo primer episodio sean los sacrificios compartidos entre todos y cada uno de nosotros.

Frente a la demagogia, realismo. Y frente al pesimismo, trabajo.

1 thoughts on ““Trabajo, esfuerzo y sacrificio”, por Antonio Miguel Carmona.”

  1. Carmona.
    Como siempre dices verdades como puños. Pero eso que propones ¿en España? Desgraciadamente tendríamos que nacer de nuevo o mejor dicho tendríamos que meternos en una máquina del tiempo y retroceder, al menos hasta los Reyes Católicos y deshacer las dos decisiones que han marcado, desde entonces, nuestra cultura y forma de vida. Me refiero a la decisión de abrazar la religión Católica, Apostólica y Romana y a la expulsión de los judíos.
    Hoy mientras tú propones estas cosas tan de sentido común, que efectivamente nos identificaría como País y nos haría mejores como personas y empresas. Hoy digo, me temo, que algunos grandes empresarios está aprovechando la situación de incertidumbre para llevarse el dinero a Luxemburgo. Me gustaría que esto que me traslada un pequeño empresario. Tú que tienes más medios lo investigues y de ser verdad lo denuncies.
    Salud

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