Teresa de Jesús, Teresa de sí misma

Por Elena Calabrese.

Teresa de Jesús levanta pasiones cinco siglos después de haber vivido. Pero la Teresa que conocimos de niños gracias a las tardes de Semana Santa, tardes interminables e inundadas de reflexión pía, forzosa y solemne, tardes lluviosas precursoras de primavera, cuyo olor a torrija cincelado a fuego de cocina de gas, se nos antoja lejano y perdido y nos recuerdan aun hoy, con la misma insistencia de antaño, que en cuestión de fe no todo está dicho. Aquella Teresa es muy distinta de la nuestra, de la de ahora. Aquella Teresa era de «ellos», de los que nos mintieron diciendo que Teresa, solo era santa, solo se complacía con la visión de Dios, con la comunión del alma con el «amado». Aquella Teresa era la mitad. Nuestra Teresa también es mujer y a esa naturaleza quiero apelar en estas líneas con la intención legítima de recordar que ella fue la única que supo gritar su amor, infinito, hacia Dios pero también hacia la justicia, la verdad, la equidad social y sobre todo, hacia la liberación de las mujeres del yugo patriarcal. Teresa reivindica un espacio para sí, para el recogimiento, lejos de la influencia de quien otorga y de quien manda: las altas jerarquías eclesiásticas del dominio masculino (no podía ser de otra manera hace cinco siglos) de las que huye en lo que a organización de sus conventos se refiere. Devuelve a sus hermanas la palabra. La mujer no debe ser gobernada por lo masculino, es su proclama. ¡Qué distinta es esta versión de Teresa renovada y feminista! Cualquier parecido con la Teresa que recuerdo de mi niñez, de aquellas lecturas sacrosantas, es purísima casualidad. ¡Cuanto hemos tenido que esperar para comprender que las aspiraciones terrenas de esta mujer con voluntad incuestionable, están muy lejos del reflejo cinematográfico del postfranquismo que ha inmortalizado en las retinas de toda una generación los delirios pasionales de la santa perpetuando una imagen de falta de cordura y racionalidad. Teresa no solo vivía de manifestaciones místicas! Su pasión por la vida ejercía en ella un poder de verdadera transformación de la realidad social. Desde muy pronto entendió que la educación de las mujeres era imprescindible para poder hablar a los hombres, como compañeros de vida, mirándoles de frente a los ojos, de igual a igual, en el mismo lenguaje y como un solo corazón. Teresa reclama la igualdad entre hombres y mujeres, mujeres libres, para orar y leer al mismo tiempo, en una época en donde estas actividades no eran dignas de nosotras y nos estaban prohibidas. Teresa lleva el fuego en el corazón. Vive su compromiso desde la acción. Sale a conquistar y a conocer pero busca y conoce con los pies en la tierra, dejando atrás lo que no quiere para ella. La nueva imagen de Teresa se me antoja como la de un ser de humanidad inconmensurable que se mantiene en actitud de lucha constante por defender lo que cree y lo que piensa, aun a costa de su propia libertad. Fue una mujer escritora y sabia que sufrió censura y represión por parte de la Inquisición siendo la única mujer que venció esta lid, con la única arma que siempre empuñó: su inequívoca dialéctica. Su espíritu rebelde le jugó malas pasadas en más de una ocasión, como ya sabemos. Hoy en día está considerada como referente universal. Gracias a algunas mentes intuitivas como las de Maximiliano Herraiz y Teresa Forcades, sabemos mucho más de ella, la conocemos mejor. Seguro que ese era su principal deseo, acercarse a nosotros a través del tiempo y saber con certeza que su mensaje de justicia e igualdad sigue vivo y más presente que nunca.

1 thoughts on “Teresa de Jesús, Teresa de sí misma”

  1. Muy buen artículo, algo había leído acerca de esto. Un tema muy interesante el como se ha silenciado y anulado a las mujeres en la historia.

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