“Shopping”, por Gonzalo González Carrascal.

Gonzalo González Carrascal.

Gonzalo González Carrascal · @Gonzalo_Glezcar.
Impelidos por el deseo. La certeza de la carencia y la esperanza de su satisfacción. A través del caleidoscópico túnel de un aparente sueño lisérgico, un proteico flujo multicolor se sucede al recorrer cada uno de los pasillos. El perfecto despliegue técnico e imaginativo subyacente, puesto a disposición de la captura de la atención del sujeto, pugna de modo apabullante por superar todo umbral que franquee su consciencia y resistencia de adhesión. Bajo toda la abigarrada parafernalia, el sugerente reclamo de sus cantos de sirena nos susurra la consabida sucesión de promesas de plenitud encerradas en la imaginería de sus respectivas marcas mientras intentan dirigirnos hacia sus escolleras.

Atónito. Aturdido. Inmerso en una aparente zozobra. El individuo se ve inconsciente y aquiescentemente dirigido, a lo largo de un diseño de sugestión y captación urdido desde el más refinado conocimiento de la psicología humana, hacia la acción que verdaderamente le engrane en el sistema cuya naturaleza condiciona su conducta individual y social, hasta en sus más mínimos e insospechados detalles. Pues es en el diseño de este juego donde la ficción de los distintos se evidencia esencial para ocultar el verdadero propósito del mismo. Desprovisto el producto seleccionado de cualidad inherente alguna que objetive toda diferenciación respecto a sus iguales, el acto de elección corrobora no así el éxito del producto preferido –mera anécdota contable que pretende darse por esencial- sino el del sistema mismo que sostiene la falsa disyuntiva entre uno y los demás, y de cuya ocultación depende su éxito. Así, bajo el forzado faccionamiento y mistificación que las marcas aparentemente imponen, subyace la perpetua necesidad del afianzamiento y consolidación del statu quo que comprende a los ganadores de la relación de fuerzas socioeconómicas imperante, responsables del esquema de dinámica social que nos embebe. Así como de la interpretación única e interesada que de la realidad misma, y sus potencialidades, imponen.

El progresivo afianzamiento del Capitalismo como monopólico sistema referencial de concepción individual y reflexión pública ha traído consigo la descarada explicitación del papel de las perfeccionadas prácticas mercadotécnicas en el ámbito político. Llevando a las democracias contemporáneas a evidenciar en exceso la dinámica real que todo hecho escénico trataría con el máximo celo de ocultar. Un vacuo juego de apariencias en el que la ficción del combate entre supuestos distintos es sólo la argucia distractora que consolida la aceptación social de esa misma ficción como realidad dada e irrebasable, cuyo objeto no es otro sino el de garantizar la permanencia del sistema de intereses ocultos que entre bambalinas el Capital urde.

En el entretenimiento electivo al que se ve abocado el individuo -bajo fantasía retórica democrática- late la misma ficción de libertad que aqueja al sujeto que discurre por un centro comercial -metáfora y condición misma del diseño vital en el cual el sujeto permanece incardinado en el sistema-.  Inerme aceptante del entramado ficcional mediático y publicitario -que reconduce todo conato de pensamiento crítico al abrigo del aprisco del marco discursivo único-, pasa sus confusos días bajo la sedante satisfacción del acto de consumo de productos diferenciados mediante una fatua pirotecnia autoreferencial. Orgía de palabras y actos ya vistos que en nada ocultan ya -a aquél que sepa ver- la magnitud de la vacuidad que encierra su espectáculo. Las formas y colores de sus envases, las aparentes mejoras técnicas, en nada distraen ya de la vacuidad de sus diferencias y contenidos.

Consciente, el cliente no puede sentir sino la insatisfacción del embeleco. La confusión frente a la razón de ser de una compra que no reporta mayor bienestar alguno que cualquier otra, acaba por emerger en su mente. No sin ser invadido por la melancolía de pensar que aquello que precisaría, no sólo éste sino la sociedad en su conjunto, puede que sencillamente no interese que jamás sea expuesto en los lineales de mercado alguno. Y así piensa, mientras recorre el caleidoscópico túnel de un aparente sueño lisérgico, franqueado por unas atestadas estanterías que delimitan el pasillo por el que discurre, mientras éste le aboca a una nueva encrucijada que sólo le ofrecerá dirimir su elección sobre nuevos falaces contrarios. Cuyo juego ya conoce. Cuyo propósito, ajeno a él y a todos, siempre le será ignorado.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *