Memoria socialista

Resumen histórico del socialismo español (1)

Por Eusebio Lucía Olmos

1.- ORÍGENES

En los umbrales del fin de siglo, un acontecimiento de gran impacto conmocionó por entero a la nación. La guerra de la independencia cubana supuso un importante esfuerzo de movilización humana y económica, contra la que el partido se pronunció. En el verano de 1897 se produjo el asesinato de Cánovas, posiblemente el único político que hubiera podido llegar a un acuerdo pacífico. El 15 de febrero de 1898 explotó el acorazado “Maine”, que el gobierno norteamericano había enviado a La Habana, produciéndose 300 víctimas. El hecho se utilizó como pretexto para la entrada de los Estados Unidos en la guerra, destrozando con su flota la española. A la pérdida de Cuba siguieron las de Puesto Rico y Filipinas, últimas colonias del antiguo imperio español. España había dejado de ser una de las antiguas grandes potencias, produciéndose una fuerte conmoción en círculos políticos e intelectuales, de la que surgió una de las generaciones más fructíferas de la historia del país.
La clara posición que el partido adoptó ante esta guerra colonial le supuso un merecido prestigio entre amplios sectores de las clases trabajadoras y de los propios intelectuales. Su postura se basó no sólo en el respeto al derecho a la independencia de los pueblos, defendido por la Internacional, sino al rechazo del injusto y discriminatorio sistema de reclutamiento militar aplicado en España, que permitía la “remisión en metálico” del mismo, con lo que obviamente sólo se incorporaban los hijos de familias de las clases trabajadoras. Las activas y numerosas manifestaciones en que participó el partido hicieron famoso su lema: “O todos o ninguno”.
Pero no todas las fuerzas políticas reaccionaban de igual manera. Los partidos turnantes apoyaban, evidentemente, las posturas gubernamentales, pero las tensiones políticas acarrearon distintas reacciones por parte del resto de las organizaciones. Los anarquistas llevaron a cabo una serie de atentados que provocaron feroces y desmedidas reacciones del poder. Los socialistas, condenando siempre la “acción directa” que aquéllos preconizaban, se mostraban en total desacuerdo con las medidas represoras empleadas, así como con las nulas garantías con que eran juzgados los presuntos culpables.
Tales posturas, ejemplo de reflexión y sensatez, supusieron que sectores más amplios de trabajadores, e incluso ciertos intelectuales pertenecientes a burguesas clases medias, se fuesen acercando lentamente al partido. Ello desencadenó en su seno, durante los primeros años del siglo entrante, un interesante debate sobre la oportunidad política de establecer acuerdos electorales con los minoritarios partidos republicanos, que tardaría algún tiempo en ser resuelto.
La vida de la organización iba siendo cada día más activa, aunque manteniendo bastante distancia con el crecimiento de otros grandes partidos socialistas europeos. En 1903, un grupo de jóvenes socialistas bilbaínos, encabezados por Tomás Meabe, fundaron las Juventudes Socialistas, organización que rápidamente se extendió por toda España. Al año siguiente, fueron ocupados por socialistas 5 de los 6 puestos para vocales obreros con que contaba el recientemente creado Instituto de Reformas Sociales, pues la lucha sindical seguía siendo vital para la organización como lo demuestra la sólida implantación que iba tomando en la siderurgia vizcaína y en la minería asturiana. Al mismo tiempo, en las elecciones municipales convocadas en 1905, el partido obtuvo ya cerca de 70 concejalías en una treintena de municipios, entre ellos el madrileño que eligió a Iglesias, Largo Caballero y García Ormaechea.
Aun manteniéndose a bastante distancia del desarrollo ya alcanzado por otros grandes partidos socialistas europeos, el importante entramado organizativo que fue posibilitando la creciente influencia del español entre las clases trabajadoras del país estuvo apoyado por el conjunto de publicaciones que llegaban a múltiples rincones de su geografía, en cuyas Casas del Pueblo eran leídas en grupo a muchos obreros y campesinos que no sabían leer ni escribir. En estas sedes de partido y sindicato, se realizaba también una importante labor cultural, formativa y asistencial. Se constituían cooperativas de consumo y servicios médicos, farmacéuticos o funerarios, se organizaban conferencias, se alfabetizaba a trabajadores y sus hijos, e incluso se organizaban cursos de formación profesional. La inauguración de la nueva Casa del Pueblo de Madrid, en noviembre de 1908, supuso todo un acontecimiento. El partido contaba ya con más de 6.000 afiliados, y 40.000 el sindicato.

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