“Por una nueva ética en la política”, por César García Cimadevilla.

César García Cimadevilla caricaturizado.

Cuando allá por los años noventa me conecté o enchufé por primera vez a la Red, a Internet, me sentí tan perdido como una hormiga en una cacharrería, que seguro que está más perdida que un elefante. Los de mi generación no nacimos con un móvil en lugar de chupete, nos lo tuvimos que currar y sudamos tinta de calamar para poder manejarnos con el ordenador. Entonces tenía tanto miedo de Internet como si fuera una selva y yo un bóvido tonto, presto a ser depredado por cualquier depredador que pasara por allí. Hoy día lo sigo teniendo, pero es otra cosa, ya nada te asusta, tienes experiencia suficiente como para saber que si no puedes entrar en tu correo electrónico es que se ha colado un hacker.

De los hackers-mates hablo en una de mis sagas humorísticas, así como de mi vida en el chat, donde nada más entrar alguien dijo que había un pelo en la sopa. Era algo que no podían saber porque no tenía cámara web ni sabía que era eso. El que se me estuviera cayendo el pelo era algo íntimo, muy íntimo. Confieso que yo era tan ingenuo, tan, tan cándido, que ahora mismo me estoy poniendo colorado como un tomate al recordarlo. Con decirles que incluso llegué a pensar que el correo electrónico era cosa del demonio, pura brujería, porque solo tenía que escribir una carta y sin necesidad de ponerle un sello podría llegar a todos los habitantes del planeta. Aquí me pongo las botas, pensé, voy a mandar mis textos a todo el mundo y no podrán evitarlo. ¡Santa ingenuidad! Tuvieron que decirme que eso ya estaba inventado y se llamaba spam.

Al recibir como spam los manifiestos de la menteenmascarada.com, supuse que se trataba de un locuelo ingenuo como yo, que pensaba que podía cambiar el mundo con sus panfletos, manifiestos y demás morralla. La Mente enmascarada.com no existía como tal página web ni como nada, era un invento de mi remitente. Leyendo sus manifiestos, panfletos o como se les quiera llamar, me asusté un poco, bueno, bastante. Fue por eso que los dejé archivados en alguna parte. Ahora, por casualidad, porque el destino quiere perderme, los acabo de encontrar, y me he dicho: ¿Y si los actualizo? ¿Y si digo que son míos? ¿Y si los publico en el periódico digital de mi amigo?

Tengo miedo. Me tiemblan las piernas, que diría el bueno de Rambo. Voy a terminar encausado por decir cosas que en realidad no digo yo, sino que dijo un anónimo enmascarado que debió creerse El Zorro, El Coyote, Batman, o cualquier otro superhéroe enmascarado. Es por eso que advierto que no soy responsable de estos manifiestos… bueno un poco, lo mismo que los que transmiten las famosas fakes news, que no tienen ninguna responsabilidad porque no las han escrito, solo las transmiten. Por cierto que como no sé inglés el “fakes” me sonaba obsceno hasta que descubrí que era aún más obsceno de lo que pensaba. En fin, Serafín, que me tiro a la piscina, aunque no tenga agua. No sé si empezar por el manifiesto “Por una nueva ética en la política” o por “Por una nueva ética en las relaciones sociales” o por “El paleto y la ecología” o tal vez “El movimiento se demuestra andando”. Todos son arriesgados, pero el de la ética en la política tal vez sea más arriesgado que ninguno. Pues vale, comenzaré por darme un tiro en la cabeza y luego me lo daré en los pies.

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