Controlar el Senado de Estados Unidos supone para Joe Biden, presidente estadounidense, un balón de oxígeno que da margen de maniobra para gobernar.
Más aún si, como suele ocurrir, en las elecciones de mitad de mandato el partido del Gobierno pierde representantes e incluso la mayoría en la Cámara de Representantes.
Al cierre de estas líneas, cuando faltan por adjudicar 24 escaños en la Cámara Baja, los demócratas tienen 203 representantes, por 211 republicanos. La mayoría se consigue con 218.
Es verdad que desde que se celebraron las elecciones, el ritmo del avance de los de Biden ha sido sensiblemente mayor que el de sus rivales.
Sin embargo, el Partido Demócrata ha perdido, por ahora 7 escaños, frente a los 6 que ha ganado el Partido Republicano.
En este contexto, controlar el Senado resulta vital para sostener el Gobierno y frenar iniciativas legislativas republicanas si toman el control de la Cámara de Representantes.
Con la victoria de Catherine Cortez Masto en Nevada, ese control de la Cámara Alta es un hecho, aportando tranquilidad al ala oeste de la Casa Blanca.
Un control cuyo inicio se gestó con la victoria de Mike Fetterman en Pensilvania y que culmina con la de Cortez Masto.
¿50 ó 51 escaños?
La segunda vuelta en Georgia sólo servirá para ampliar a 51 los escaños demócratas o que las decisiones de los senadores las decante el voto de calidad de la presidente del Senado, Kamala Harris.
Por otro lado, parece que repetir victoria en la Cámara de Representantes es una tarea difícil, salvo debacle republicano, que todo es posible.
Lo cierto y verdad es que las elecciones locales han dejado claro el descontento de la ciudadanía con los candidatos afines a Donald Trump.
Salvo excepciones. Ron DeSantis ha ganado en Florida y se perfila como el auténtico rival de Trump, si éste decide presentarse para 2024.
En todo caso, los demócratas están de enhorabuena a revalidar su mayoría en el Senado. “Se lo escuché a alguien de la prensa: ‘Todo lo que ha hecho Trump es revelar lo que el Partido Republicano realmente es’”, ha dicho Biden celebrando la victoria.
“Creo que lo que tienen que decidir ahora, como hemos hecho nosotros en el pasado, es quiénes son”, agregó.
Pero, ¿qué supone a efectos prácticos controlar el Senado?
Para empezar, una Cámara Alta con mayoría demócrata tendrá capacidad para designar a los nominados judiciales del presidente.
De hecho, fue una de las maniobras de Trump poco antes de perder el control en el Senado. Nombró a una magistrada republicana para el Tribunal Supremo, dándoles mayoría. Y es que los cargos son vitalicios.
Precisamente, puede nombrar magistrados al Alto Tribunal, si procede, pero también para tribunales locales con una mayoría simple.
Asimismo, podrá rechazar iniciativas legislativas que presente la Cámara de Representantes con mayoría republicana, si es el caso.
A su vez, contará con mayor margen de maniobra para negociar el techo de deuda o la financiación del Gobierno. Si ambas Cámaras estuvieran bajo control republicano, se utilizaría para atacar a Biden.
También será un “escudo” para frenar las investigaciones sobre Hunter Biden, hijo del presidente, que los republicanos han prometido.
Además, un Senado demócrata será la protección a derechos sociales revertidos, como el aborto, que sus rivales políticos quieren volver a legislar. Lo malo es que quieren legislar para prohibir.
Si los demócratas no controlaran la Cámara Alta, Biden tendría que gobernar a golpe de decreto, algo no muy democrático.
De ahí la importancia de controlar el Senado, al menos como defensa ante cualquier idea perversa de los republicanos.
A todo ello se une que los senadores y senadoras elegidos en 2022 serán de vital importancia una vez celebradas las elecciones de 2024. Sus mandatos son de seis años.
Con todo y con eso, el primer objetivo es lo que suceda en los próximos dos años. Se celebrarán elecciones presidenciales, con el ‘agravante’ de que también se jugarán los escaños de Virginia Occidental, Montana y Ohio. Estos estados votaron por Trump en 2016.