“Política, Ciencia y Responsabilidad”, por Mari Ángeles Solís.

Mari Ángeles Solís del Río.

En estos momentos difíciles para nuestro país, además de para el resto del mundo, con la vista puesta en la pandemia de Covid-19, la cual se ha cobrado millones de vidas humanas a nivel global, cabe una importantísima reflexión para la ciudadanía. Es menester parar un momento y exponer en una balanza todo aquello a lo que nos aferramos y a las cosas que preferimos dejar escapar… o esperar. Es por ello, que la palabra clave que ha de asumir la ciudadanía en estos momentos críticos no es otra que “responsabilidad”. Friedrich Hegel, filósofo alemán que sentó las bases del idealismo filosófico junto con Karl Marx, es autor de una frase que ha quedado para la historia: “Las verdaderas tragedias no resultan del enfrentamiento entre un derecho y una injusticia. Surgen del choque entre dos derechos”. Nada más apropiado para reflejar la situación existente, momentos en que la salud pública está en riesgo, del mismo modo que lo está la economía. Mientras unos ciudadanos sufren viendo cómo alguno de sus seres queridos se ha ido, sin ni siquiera un adiós, u otros que aún se encuentran convalecientes por haber sufrido una enfermedad de la que múltiples secuelas continúan afectando al organismo; otros sufren viendo cómo su negocio deja de ser rentable y la única opción que le queda es echar el cierre, o pierden el empleo lo que lleva consigo la imposibilidad de hacer frente a costear las necesidades básicas de su familia, de sus hijos.

A nivel económico, el coste para las arcas públicas con el fin de evitar un escenario de desigualdad y pobreza en la ciudadanía, ha sido inmenso. Tras la responsabilidad política necesaria de decretar un estado de alarma, el Gobierno ha facilitado a las regiones la posibilidad de utilizar instrumentos jurídicos para evitar el avance de la pandemia. En cambio, algunas comunidades autónomas, que tanto se preocuparon de exigir, en su día, que cesase el mando único y fueran devueltas las competencias, ahora, se rasgan las vestiduras pidiendo la vuelta al “mando único”, vislumbrando un claro ejemplo de dejadez de sus funciones. Porque, no olvidemos que, el Estado autonómico no es ningún invento, sino que está recogido en el Título VIII de la Carta Magna. Cada región ha puesto sobre la mesa su manual ideológico, forjando una indumentaria distinta para cada territorio que, cierto es, cada territorio tiene unas características diferentes, pero eso no se solventa a través de ideología, sino a través de coordinación institucional. Poco ayuda en este caso, la enfurecida oposición, la cual se esconde tras sus intereses partidistas, algo que han hecho siempre, pero que es imperdonable habiendo víctimas de por medio. La política ha de servir, ahora más que nunca, para solucionar los problemas. Y, es por ello, que la lealtad y la coordinación institucional son clave indispensable para hacer frente a esta segunda ola de la pandemia, a la cual nos estamos enfrentando.

El colapso en los hospitales no es más que el resultado de los recortes que los gobiernos de derechas han realizado en sanidad, en su afán por privatizarla, y dejando sin valor la Sanidad Pública, un derecho universal. Durante el confinamiento, cuando a las ocho de la tarde se aplaudía al personal sanitario, yo recordaba la multitud de veces acudí a las Mareas Blancas, exigiendo precisamente eso, una sanidad pública y de calidad. Ahora me invade la tristeza al ver a tantos y tantos sanitarios trabajando en condiciones precarias, lo que influye por desgracia en los enfermos, y pienso ¿para qué tanto aplauso? Las personas que han luchado contra el virus en primera línea, lo que merecen es que en sus trabajos tengan unas condiciones dignas y que tengan el apoyo necesario para acabar con esta situación. No todo son aplausos… sino reconocimiento de derechos.

La luz que vislumbramos en el horizonte va marcando la llegada de una vacuna que acabe con el coronavirus, después de haber sido testigos de cómo escaseaban las PCRs, cómo se agotaba el remdesivir. Y nos hemos lamentado del poco valor que le hemos dado a la ciencia y a los científicos de nuestro país. Algo que de lo que deberíamos aprender y modificar en nuestra forma de actuar a partir de ahora.

Llegados a este punto, cabe preguntarse, ¿cuánto han influido las conductas irresponsables en la terrible repercusión de esta segunda ola de la Covid? Este virus no entiende de ideologías pero sí de responsabilidad. El uso de la mascarilla, guardar la distancia social, lavado frecuente de manos e higiene máxima. Son premisas que todos debiéramos cumplir, son sencillas, factibles, no supone un esfuerzo excesivo. Pero todo se sale de madre cuando hay quienes se convierten en cómplices de grandes aglomeraciones, botellones, fiestas sin seguridad. Sin insultar, debido a la conducta irresponsable de algunos descerebrados hemos llegado a esta triste situación: tener miedo por nuestros hijos a la hora de volver a las aulas, inquietud alarmante por tantos mayores que viven en residencias y se encuentran en peligro de contraer la enfermedad. Podría extenderme en el caso de los mayores, porque esta sociedad debiera sentir vergüenza por esa indefensión en la que se han visto atrapados, toda una generación que sufrió la postguerra, ahora vuelven a estar en el punto de mira por la falta de responsabilidad. No se lo merecen, no. Nuestros mayores no se merecen eso. Cuidemos de ellos, siendo el mejor modo protegiéndoles, ya que la familia juega un papel fundamental.

De todo lo anteriormente dicho, hay tres conclusiones importantes que nos han de hacer reflexionar para ganar la batalla. En primer lugar, la política ha vertebrado, y debe seguir haciéndolo, el modo de dirigir la situación. El Estado ha puesto sobre la mesa, además de recursos económicos, todos los recursos jurídicos a disposición de las comunidades autónomas para que, en sus territorios, se luche contra la pandemia. En segundo lugar, valorar a nuestros científicos y personal sanitario, porque sobre sus hombros decae la angustia de tantos pacientes, algunos curados y otros no. Y porque, admitámoslo, en la Ciencia está el futuro. Por último, pero no por ello menos importante, la responsabilidad ciudadana. Mascarilla, distancia e higiene. Si actuamos con coherencia, el futuro nos estará esperando. Por ello, guardemos estos abrazos para mañana, porque tenemos para abrazarnos un mañana donde esta pesadilla ya habrá finalizado.

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