“Pérdida injusta”, por Mari Ángeles Solís.

Mari Ángeles Solís del Río.

A Montse.

No voy a decirte que este dolor pasará, porque te estaría engañando. Este dolor quedará siempre en ti. Y aprenderás a vivir con él. Al principio, dolerá como tuvieses en las entrañas un gran cuchillo clavado noche y día. Pero, con el tiempo, ese dolor se irá dulcificando. Algún día, mientras paseas, mientras hablas de él con alguien que le conoció, sentirás que se dibuja una sonrisa en tu rostro. Y te sentirás orgullosa de haber sido su hija, de todo el amor que te dio, de todo lo que te enseñó. Pero, sobre todas las cosas, de lo que más orgullosa te vas a sentir, es de haber tenido su mano cogida en todos estos días pasados, de no haberte separado de su lado hasta el final.

Son muchas las cosas que se acumulan en nuestra mente en estos momentos. Los recuerdos se agolpan impidiéndonos asumir una realidad que, a pesar de ser “ley de vida”, no entendemos. Cuando la rabia se apodera de la razón y nos hace destrozarnos en llanto, es cuando comprendemos hasta dónde puede doler una pérdida, una pérdida injusta. Necesitamos que nuestro dolor salga fuera porque, solo así, podemos ir reconociendo que nuestra vida ya ha empezado a cambiar.

Dentro de un tiempo, querida amiga, algún día, por sorpresa, recordarás algún gesto suyo, cómo te hablaba, cómo miraba a quien más quería en esta vida (su propia hija), y sentirás una inmensa paz en tu alma. Los mismos recuerdos que, en primer momento rescatamos para que nos hieran y nos hagan llorar, poco a poco, surgirán de forma espontánea. Y te dolerá siempre, claro que te dolerá, pero será un dolor distinto, un dolor más dulce que te hará más fuerte.

No te diré que este dolor pasará, porque te estaría engañando. Solo te digo que aprenderás a vivir con ese dolor, aceptando tristemente su ausencia y construirás un castillo de recuerdos que te impulsarán a subir, te darán la fuerza que te hace falta, para que nunca dejes de caminar con esperanza.

En estos momentos tan amargos, las palabras no consuelan, lo sé bien. Y vale muy poco lo que se pueda decir. Pero, poco a poco, te irás dando cuenta, en el triste transcurrir de los días, que siempre estará contigo, y lo sentirás cerca, muy cerca. A mí me pasó. A mí fue quien me dio la fuerza para salir y escapar de todo lo malo, y encontrarme rodeada de amor, cariño y fortaleza. Es por eso que te digo, que un padre nunca se aleja de su hija. Lo sentirás como una caricia muda, como un viento del pasado que cruza ante ti. Y sabrás entonces que, como cuando eras niña, él es quien agarra fuerte tu mano y te acompaña, hasta que llegues a ese momento en que la sonrisa sea el único maquillaje en tu rostro, sin sombras, y no haya luchas en tu interior, solo paz… y aunque te dé un pinchazo en el corazón, ya no te inundará el llanto, sabrás que lo más valioso en este mundo es la mujer en la que te has convertido, gracias a él.

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