Pensar que no recordamos

Carolina Gutiérrez Montero.

Por Carolina Gutiérrez Montero (investigadora biomédica)
Algo tan cotidiano como acordarnos de nuestro nombre, de nuestra edad o de nuestra dirección puede convertirse en una auténtica tortura para muchas personas. Muchas de ellas con mentes prodigiosas que un día se apagaron olvidando por completo los hechos más usuales de sus vidas. El Alzheimer lo arrebata todo.
Nuestro cerebro va envejeciendo mientras que nuestro cuerpo no, de hecho el Alzheimer no es una forma normal de envejecimiento: es una enfermedad cerebral que causa problemas con la memoria, la forma de pensar o la manera de comportarse.
Cada día se diagnostican en el mundo miles de nuevos casos de demencia y en la mayoría de las veces se trata de Alzheimer. Es una enfermedad de efectos devastadores, de momento sin cura y sin tratamientos realmente efectivos. Hay más de 46 millones de personas afectadas en el mundo con el consecuente efecto no sólo en ellas mismas; cada nuevo caso que se diagnostica cambia la vida de una familia entera. Procesos largos que terminan convirtiendo al propio cuidador en un enfermo: ansiedad, estrés, aislamiento social…
Se necesitan líneas de investigación prometedoras que pongan a esta enfermedad en primera línea y que permitan diseñar estrategias de prevención y como objetivo la curación.
Una de las Fundaciones que está trabajando con ahínco en esta línea es la Fundación Pasqual Maragall y esta semana los medios de comunicación se han hecho eco de una noticia prometedora en el campo de la prevención llevada a cabo por dicha Fundación.
Un equipo de investigadores han encontrado un conjunto de diferencias en la morfología del cerebro entre las personas sanas pero que son portadoras de la variante de un gen (variante 4 del gen APOE) que está asociado a un riesgo incrementado de padecer la enfermedad. Cuando las personas sanas, sin ningún síntoma, presentan la variante 4 del gen APOE sobre todo heredado por parte tanto de su madre como de su padre (2 alelos del gen), presentan una morfología cerebral que sí que se observan en las personas que terminan enfermando: zonas cerebrales relacionadas con la memoria y con el almacenamiento de nuevos recuerdos (el hipocampo) de un tamaño más pequeño al de las personas sin la enfermedad y a su vez pueden apreciarse zonas más grandes en su cerebro que también se encuentran agrandadas en las personas con Alzheimer y que corresponden a acumulaciones de proteínas amiloideas y que son la base de la degeneración neuronal.
Este estudio se ha llevado a cabo en más de 500 voluntarios que son hijos o hijas de personas que han tenido alzheimer o alguna otra demencia y con una edad comprendida entre los 45 y los 76 años: 261 no presentaron el alelo 4 del gen APOE, 207 tenían sólo una copia (un alelo) y 65 personas presentaron los dos alelos del gen. En estos últimos las diferencias morfológicas anteriormente comentadas eran las más marcadas. Sin embargo, como dicen los investigadores no saben si estos cambios hallados en su cerebro y asociados con la presencia de los dos alelos de la variante génica se asociará en un futuro más o menos inmediato con un deterioro cognitivo: sí que es cierto que este factor genético está produciendo cambios que deben ser tenidos en cuenta puesto que indican una posible mayor vulnerabilidad de estas personas a un desarrollo de la enfermedad.
No obstante, sólo el 1% de los casos de alzheimer son hereditarios y podrían englobarse en este patrón anteriormente descrito. Se necesitan encontrar marcadores que guíen a los especialistas para el 99% restante. Sin embargo, estos hallazgos, aunque preliminares constituyen un importante avance en la lucha contra esta enfermedad.
Pero como dice el Dr. Gispert responsable de esta investigación: “si esta puerta que se nos abre con los cambios morfológicos se traduce en saber cuánto riesgo se tiene de desarrollar la enfermedad, sabremos quiénes deben participar en ensayos de tratamientos preventivos”.
Se necesitan abrir muchas puertas en la investigación, que nos conduzcan a soluciones para esta y otras tantas enfermedades que nos asolan cada día.
Demos una oportunidad a esa ciencia que busca cuidar de nosotros y para este caso a una ciencia que consiga que las personas con Alzheimer no tengan que pensar el porqué no recuerdan.

2 thoughts on “Pensar que no recordamos”

  1. Magnífico artículo de una gran investigadora y amiga tremendamente capaz y eficaz con la elección de los temas que trata. Muchas gracias Carolina.

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