Olvídese de los coches eléctricos… ¡llega el hidrógeno!

Olvídese de los coches eléctricos... ¡llega el hidrógeno!

El sector automovilístico se debate entre las distintas fuentes de energía a emplear en un futuro a medio plazo y el hidrógeno está entre ellas. También se encuentra presente en las políticas de los gobiernos europeos.

De hecho, recientemente, el Consejo de Ministros aprobó la Hoja de ruta del hidrógeno, con la que se tratará de planificar el despliegue del combustible. Además, la Comisión Europea ha previsto que el hidrógeno supondrá entre el 13% y el 14% de las distintas fuentes de energía combinables con la vista puesta en 2050.

Bruselas considera que el hidrógeno es clave para la Unión Europea y de ahí el impulso que va a darle. España, con esa hoja de ruta, cumpliría con esa prioridad del Ejecutivo comunitario.

Ese plan del Gobierno de Pedro Sánchez plantea que en 2030 se deben alcanzar los 4 gigavatios y, entretanto, en 2024, contar con una potencia instalada de entre 300 y 600 megavatios.

Atendiendo a esto, los especialistas creen que el hidrógeno no tendrá un retorno eficiente, al nivel de otra renovable, hasta que trascurran cuatro o cinco años.

Con todo, algunos bancos de inversión ya empiezan a mirar al hidrógeno  como uno de los destinos de sus inversiones, aunque todavía sea poco. Incluso, lo tienen en cuenta cuando analizan y valoran los títulos que cubren.

No obstante, avisan de que no se reflejará en las cuentas de las compañías hasta pasado 2023. En definitiva, no se tiene en cuenta en las fórmulas actuales, pero sí en el medio plazo.

Sin embargo, la llegada del hidrógeno no será positiva para todos en el maltrecho sector automovilístico. Las compañías que, como Tesla, han apostado decididamente por el coche de batería eléctrica podrían hundirse si ese combustible alternativo termina imponiéndose.

¿Y si el futuro del automóvil no es la batería eléctrica?

Grandes dudas empiezan a surgir en uno de los sectores clave de las economías. Y comienzan a preguntarse si el coche eléctrico no es el futuro de la automoción. Por el momento, no hay riesgo, puesto que toda la inversión está puesta en el vehículo eléctrico.

En cambio, el hidrógeno ‘verde’ podría ganar, no sólo la batalla, sino la guerra a medida que avance la tecnología y, sobre todo, la demanda del consumidor.

Lo cierto es que este gas es más barato, menos contaminante, da mayor autonomía y pesa menos que las baterías eléctricas.

Mientras que China apostó definitivamente por lo eléctrico y se ha hecho fuerte en lo que a las baterías respecta, Europa tiene más conocimientos sobre el hidrógeno.

Como decimos, hasta dentro de diez años este factor no tendrá importancia, pero ¿y a partir de 2030? Las grandes automovilísticas aún no consideran a este gas determinante en sus flotas. De hecho, su intención es comenzar a incluirlo en los vehículos pesados. De ahí que no esté, todavía, valorado.

La apuesta fuerte está por ahora en el coche eléctrico después del desplome de las cotizaciones de las grandes compañías del automóvil. Con el decidido impulso de Bruselas de alejarse de los combustibles fósiles, también aumenta la velocidad que deben imprimir los fabricantes en la carrera del coche eléctrico.

De ahí que Tesla, muy avanzada en esa competición, subiera un 720% en sólo un año, multiplicando su cotización por 83,6. Esto es 11 veces más que la media del resto, que multiplican por 7,5 sus valores bursátiles.

Si se impone el hidrógeno, las baterías podrían desaparecer

Ahora bien. Si el hidrógeno gana la guerra, Tesla desaparecerá, al igual que todo aquel que se haya decidido por la batería eléctrica. Y es que estos cambios son disruptivos, es decir, como sucedió con los móviles, lo transforman todo a gran velocidad.

Incluso, podría darse el caso de que las baterías queden obsoletas. Alrededor del 90% de los fabricantes están invirtiendo en tecnologías alternativas, pero no saben cuál de ellas se impondrá mayoritariamente.

Todos los expertos valoran que la batería eléctrica pierde por los inconvenientes que presenta. Nadie duda de sus bondades, pero, por ejemplo, su autonomía media es de entre 300 y 400 kilómetros. Otro handicap es su gran peso, lo que incrementa el consumo de energía.

Además, necesitan de ciertos recursos naturales escasos y caros, como el cobalto, el litio y el níquel. Y, sobre todo, su tiempo de carga. Ni siquiera el Supercharger de Tesla, que es el más rápido. Precisa de 75 minutos para completar una carga.

Con todos estos datos en la coctelera, habrá que analizar la conveniencia de inclinarse hacia un sistema u otro. ¿Significa esto que uno sobrevivirá y el otro no? En absoluto, al menos a medio plazo, puesto que, al final, son los fabricantes quienes marcan, en cierto modo, la tendencia.

Por el momento, los europeos empiezan a fabricar algunos pocos modelos basados en el hidrógeno. El problema, como sucede con las baterías eléctricas, es que se necesita desarrollar suministros y fuentes de carga.

Aunque las marcas de vehículos estén preparadas, o preparándose, para afrontar el reto, no sólo depende de ellas. También, de las políticas de los gobiernos y de las energéticas.

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