“Nos matan”, por Mari Ángeles Solís.

Mari Ángeles Solís del Río.

Mari Ángeles Solís del Río · @mangelessolis1.
No se trata de entremezclarse en el origen miserable del suceso que propició la noticia. Se trata, más bien, de saber a qué nos enfrentamos, qué concatenación de sucesos o intenciones han dado lugar a este final tan tremendo y tan horrible.

Pensemos… que una persona con casi toda la vida por delante, llegue a tal punto de desesperación, de tomar la decisión de quitarse la vida cuando, no ha hecho nada ilegítimo ni le ha hecho mal a nadie, sino que todo sea como consecuencia de actos de terceros cuya única pretensión es humillar, insultar, intimidar… es tremendo. Pero más tremendo aún, es que esto no es algo aislado no, no. Sucede día a día. Por suerte, no siempre estos sucesos acaban cobrándose una vida, pero sí acaban destrozando vidas.

A veces, el silencio del resto se convierte en cómplice de estas manadas, jauría y demás. Y no pretendo enfocar este tema hacia el tema del machismo, que ha tenido un papel relevante en este caso que hemos conocido hace pocos días. Mi intención es poner el punto de mira en el respeto, el respeto hacia los demás, el respeto hacia la intimidad de los demás.

El respeto que debiera impedir que guardemos silencio ante tantas situaciones que se presentan ante nuestros ojos, que hoy en día, éstas, a veces, “malditas tecnologías” nos ponen a tiro, con la facilidad que existe para compartir noticias falsas, cadenas interminables cuajadas de engaño o, simplemente, mentiras hacia otras personas… y, compartimos casi sin mirar, o guardamos silencio.

Lo que podría ser un magnífico modo de comunicación entre personas como son los grupos de WhatsApp, se están convirtiendo en auténticas maquinarias para injuriar, humillar y, en algunos casos, hasta para delinquir, como es el caso que nos ocupa.

¿Dónde se encuentra el límite? Cada uno de nosotros, debería tener la responsabilidad suficiente para ser consciente de qué comparte y de qué lee en estos grupos. Son muchas las veces que informaciones falsas se expanden con una rapidez asombrosa, informaciones que hablan de alguien, se acusa a alguien, se mofan de alguien y, cuando llega el final de la cadena, cuando la última persona recibe la información, esa persona que acaso ni siquiera conoce al insultado, ya tiene una idea exacta de cómo es esa persona, y si en algún momento se topa con esa persona, la tratará como “cree” que es, pero sin haber tomado conciencia, que todas esas informaciones, no son más que informaciones falsas que terceros han ido entrelazando por diversos grupos. Y, es el silencio cómplice del que antes hablaba, quien además de los precursores, han convertido a la persona insultada en alguien despreciable para la sociedad. Cuando, simplemente esa persona, compartió un vídeo de modo privado con otra persona, o acaso no estuvo de acuerdo con cierta opinión, o no quiso entrar a formar parte de guerras absurdas, o simplemente quiso defender ante los demás a alguien.

El silencio puede ser muy cruel. La falta de conciencia al compartir puede desembocar en situaciones que debemos impedir. No respetar a los demás y difamar su vida privada es de los actos más despreciables que aún existen en esta sociedad. Cosas que nos facilitan las nuevas tecnologías, si no las utilizamos de forma coherente. La pregunta es clara: ¿hasta dónde vamos a llegar? ¿Cuántas personas más tienen que suicidarse para que haya responsabilidad en aquellas personas que, sin pudor alguno, comparten opiniones o indultos, o las utilizan para humillar a los demás?

Ojalá seamos conscientes de las consecuencias de aquellos actos de ofensa y pongamos el freno. Normalmente, la víctima es quien sentirá más miedo, acaso con la razón de su parte no sea ni siquiera capaz de denunciar, porque el miedo paraliza… todo puede tener un final fatal. A la hora de compartir, en cualquiera de las redes sociales que están a nuestra disposición, antes de compartir tengamos mucha responsabilidad.

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