No hay futuro sin pasado

Carolina Gutiérrez Montero.

Por Carolina Gutiérrez Montero (investigadora biomédica)
La semana pasada tuvo lugar la segunda Conferencia Exponencial de la Asociación Española de la Singularidad (AES) en la que fuimos testigos de los avances en el campo de la neurología que ya están entre nosotros y los que están por llegar en un futuro no muy lejano.
El campo de la neurología ha gozado de un amplio prestigio en nuestro país, poseedor de uno de los grandes científicos del siglo XX, Santiago Ramón y Cajal, fundador de la neurobiología moderna y descubridor de la estructura de las neuronas y de las conexiones existentes entre ellas (sinapsis), lo que se conoce como la doctrina de la neurona.
La doctrina de la neurona se formuló en 1891, y en ella se recoge que la neurona es la unidad estructural y funcional del sistema nervioso, y que es una célula individual que tienen tres partes: dendrita, soma y axón.
La teoría de Ramón y Cajal describía cómo fluía la información por el cerebro: las neuronas como unidades individuales se comunicaban unas con otras de manera direccional a través del espacio entre ellas, al mandar información desde unos largos apéndices llamados axones hacia las dendritas ramificadas.
Pero antes que por la medicina y la neurobiología, Ramón y Cajal se interesó por la pintura lo que nos ha dejado un legado de dibujos asombrosos del sistema nervioso. En aquella época sus imágenes eran lo más próximo a la realidad sobre la estructura de las células nerviosas que se tenía.
Colocado siempre delante de su microscopio, a principios del siglo XX, elaboraba sus hipótesis sobre cómo funcionaba el cerebro y las combinaba con su capacidad artística ilustrando su trabajo de manera brillante: unió la ciencia y el arte de manera sorprendente.
A esta unión contribuyó la amistad que surgió entre Ramón y Cajal y el también científico Camillo Golgi que le enseñó una tinción (la tinción de Golgi), una reacción química que coloreaba células cerebrales de manera aleatoria. Este método, permitía ver los detalles de una neurona completa sin la interferencia de sus vecinas.
Esta técnica perfeccionada por Ramón y Cajal junto con los detalles obtenidos de las imágenes más nítidas, revolucionó la neurociencia.
De hecho la aceptación de la teoría de la neurona por el resto de la comunidad científica fue posible gracias al refinamiento que hizo Ramón y Cajal de la tinción de Golgi y a la persistencia con la que compartió sus ideas con otros. Presentó sus excelentes láminas en un congreso en Alemania en 1889 en el que les preguntó a los presentes si eso era suficiente para que creyesen que las neuronas eran células individuales.
Fruto de su excelente trabajo recibió junto a Golgi el premio Nobel de Medicina en 1906, unos años después de formular su doctrina de la neurona (1891).
Hoy en pleno siglo XXI vivimos una auténtica revolución tecnológica en lo que a métodos por imagen para ver el interior de nuestro cerebro se refiere: complejos equipos de resonancia magnética nuclear (RMN) que nos permiten hasta intuir las redes neuronales y sensoriales que se dan en nuestro cerebro.
Parte de esta tecnología la pudimos ver en la Conferencia Exponencial de la AES de la semana pasada. Han pasado muchos años desde los excelentes dibujos de Ramón y Cajal (prácticamente la única forma de conocer el interior de nuestro cerebro) hasta estos grandes avances de los que empezamos poco a poco a ser testigos.
Arte y Ciencia se juntaron en los dibujos de Ramón y Cajal, un auténtico artista a la altura, como le definen algunos, de los artistas de la época. Un maestro y uno de los principales científicos de la historia, de nuestra historia. Tecnología y Ciencia se juntan hoy en día para acercarnos el progreso, para poder entender un poco más el cerebro ese que aún sigue dando tantas batallas por ser descubierto en su totalidad. Esto supondrá una auténtica revolución del conocimiento del sistema nervioso, tanto o más como ocurrió en su día con los descubrimientos y teorías de Don Santiago Ramón y Cajal. No hay futuro sin pasado, y el futuro ya es presente.
Todo hombre puede ser si se lo propone escultor de su propio cerebro (Ramón y Cajal, 1852-1934)

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