“Muerte de una marioneta” (Primera parte) , por Mari Ángeles Solís.

Mari Ángeles Solís del Río.

Mari Ángeles Solís del Río · @mangelessolis1.

El telón se dispone a bajar.

En el escenario, la figura trágica de un hombre maduro vestido de forma ridícula: unos pantalones de cuadros escoceses, chillones, donde sobresalen el azul y el rojo; rodilleras color verde cosidas a la tela por remiendos; camiseta azul marino; tirantes granates… y una eterna sonrisa en su rostro, pintado de blanco y rojo.

Los aplausos arañan los oídos. Niños en pie. Risas de mayores.

Cerca, en un oscuro camerino, junto al espejo rayado y con azogue, las pinturas desordenadas sobre la vieja madera. A un lado, una percha de la que cuelga un sucio abrigo gris. Al otro lado, un baúl con la cerradura atascada, de polvo, tal vez…

Huele a humedad, a vino amargo, a tabaco…

Colgando del techo, la cruceta de una absurda marioneta, sucia y descolorida.

Al abrir la puerta, un golpe de viento menea aquella figurilla ridícula en un suave vaivén, sin sentido…

El payaso entra. Se sienta en un taburete, frente al espejo. Se contempla a sí mismo, mientras sus dedos tiemblan. Ya no se oyen aplausos, sólo el silencio en aquel mugriento camerino.

ACTO I: EL MUNDO

  • Hoy ha venido el mundo entero a verte, ¿verdad?
  • ¿Eh?, ¿quién habla?
  • Soy yo…
  • ¿Tú?, ¿quién eres tú?
  • ¡Pues yo! La marioneta…
  • ¡Dios! Me estoy volviendo loco…
  • No, hombre, ¿te extrañe que hable?
  • La verdad, he visto demasiadas cosas raras a lo largo de mi vida, pero esto lo supera todo. Bueno, ¿qué decías?
  • No, mujer, la sala se ha llenado más que otros días, pero… ¡el mundo entero!.. ¿sabes tú, acaso, qué es eso? – aseveró el payaso.
  • Tienes razón. No sé qué es el mundo. Cuéntamelo tú…
  • El mundo es, el mundo es… cómo explicarte… El mundo es una pelota que da vueltas alrededor de los astros.
  • ¡Ja, ja, ja! ¿Te quieres quedar conmigo? Uy, perdona… no te pongas serio. Como siempre estás de broma, creí que ahora también…
  • No, perdóname tú a mí, pero es que esa es una pregunta difícil de contestar.
  • Verás, yo creía que el mundo lo formaban las personas. – susurró la marioneta.
  • No siempre ha de ser así. Indagar en el sentido del mundo creo que es absurdo. Cada ser tiene su mundo particular y es necesario conocerlo a fondo, sólo así, su alma podrá sentir muchas cosas.
  • ¿Qué cosas?
  • No sé qué decirte… verás, una vez conocí a alguien que su mundo estaba formado por un horizonte de pinos, un olor fuerte a resina, silbidos del viento, un muñeco de trapo y una casa vacía. Esa persona era muy feliz.
  • ¿Y no hay otras clases de mundo? – interrogó la marioneta, con los ojos muy abiertos.
  • ¡Claro que sí! También hay estrellas en el cielo y sueños marchitos. Luego está el dinero. Y el engaño. Las personas que tienen por mundo al dinero o al engaño piensan que pueden comprar o manipular sentimientos y, al final, son ellos mismos los que se acaban vendiendo.
  • Yo también quiero tener un mundo…
  • ¿Qué quieres que sea tu mundo?
  • Esa luz que hay junto al espejo.
  • ¿Por qué?
  • Porque me ha enseñado que, aquella mancha negra sobre la pared, soy yo. Cuando tú entras y sales de aquí, la corriente me azota y la mancha se mueve. Yo siento cómo el frío me atraviesa y nacen cosquillas en mi estómago. Miro hacia arriba y me tranquiliza ver esos trocitos de madera en forma de cruz, esos de los que cuelgan cuerdas que se anudan a mis manos y pies… ¿Y tu mundo, payaso?
  • Yo tuve un mundo, yo tuve un mundo… Un mundo, ¿para qué contarte? Ahora mi mundo lo forman estas cuatro paredes, la botella de vino, mi tabaco, las risas que aun resuenan y los aplausos forzados, el olor a humedad y… ¡¡tú!!

ACTO II: LOS SUEÑOS

  • Oye, payaso, ¿qué es un sueño?
  • Casi nada y… ¡¡más que todo!!
  • A ver, explica. Ya sabes que soy un poco torpe.
  • Digo, marioneta, que un sueño es “más que todo” al soñarlo, pero “casi nada” después.
  • Y eso, ¿quién lo dice?
  • Un poeta.
  • ¿Qué poeta?
  • Da igual.

Se produce un profundo silencio. El payaso fija la vista en el suelo. Sus pies, apoyados lánguidamente sobre el talón, se mueven lentamente, como siguiendo el ritmo de una canción… apoya la cabeza sobre la palma de su mano. Con sus finos y largos dedos, hace remolinos con los mechones de su cabello.

Mientras, la marioneta, mira la mancha inmóvil de la pared. En sus ojos brilla el deseo de seguir el compás de esa canción que, acaso ella, también conoce. Pero es inútil. Las cuerdas le impiden respirar…

  • No mires tanto al suelo y dime cómo son los sueños. – gritó la marioneta.
  • El sueño, verás… el sueño es algo que vive dentro de nosotros mismos y no podemos destruirlo, aunque queramos… A veces, pensamos que el tiempo no salva ningún sueño con el paso de los años, pero no es así. El sueño prevalece siempre: es el alma lo que se nos va cubriendo de surcos y arrugas.
  • ¿Por qué prevalece siempre?
  • Porque el sueño es el amor. Sólo él puede hacernos cambiar.
  • ¿En qué sentido nos cambia?
  • Soñando salen canas, nacen deseos de ver pasar el viento por la calle vacía…
  • Eso también lo dijo él, ¿verdad?, el poeta…
  • ¿Cómo lo sabes? – preguntó sorprendido el payaso.
  • Te escucho recitarlo por las noches…
  • Y… ¿qué es lo que más te gusta de él?
  • La historia del jardinero que quiso plantar un tulipán negro, como el luto en terciopelo… y esa otra del escultor que amó intensamente su obra: una estátua de mármol.
  • ¿Ves? Esas son dos formas diferentes de acabar un sueño. El jardinero alimentó con su propio cadáver la tierra que hizo florecer su sueño, un tulipán negro; en cambio, el escultor, destruyó su sueño al observar cómo sus manos habían realizado una obra tan perfecta, hizo añicos la estatua, hizo añicos su sueño. En la primera historia muere quien sueña, en la segunda muere el sueño mismo.
  • Pero tú acabas de decir que el sueño prevalece siempre.
  • ¿Cómo crees que fue la vida del escultor a partir de entonces? Lo más seguro es que acabara en un manicomio…
  • Entonces, ¿se volvió loco?
  • La vida le volvió loco.
  • Oye, payaso, ¿y tu sueño?
  • ¿Mi sueño? ¡Ya hablaremos en otro momento de mi sueño!
  • Pues yo tengo uno y te lo quiero contar.
  • ¿Tú?
  • Sí… ¡Yo! Yo sueño, sueño… que un día amanece y mis manos y pies se mueven libres, que no está esa cruceta sobre mi cabeza, haciéndome acatar unas reglas que no entiendo. Sueño que tiro de las cuerdas, mis manos sangran pero me da igual… ¡es que esa maldita mancha en la pared no se mueve cuando yo quiero!
  • ¡Estás loca!, has de aceptar tu condición de marioneta…
  • ¡Ven!, acércate… ¡ayúdame a tirar! – suplicó la marioneta.
  • Calla, calla…
  • Te lo ruego. Sólo un poquito. Tus manos son fuertes, seguro que con un suave tirón…

Los ojos negros del payaso empezaron a brillar, febriles. Un frío intenso recorrió todo su cuerpo. Salió de la habitación dando un portazo…

La corriente meneó aquella figurilla trágica que colgaba del techo, la marioneta. Esta vez, el impulso había sido inmenso. La cruceta dio unas cuantas vueltas sobre sí misma que produjo un enorme mareo en la cabeza del muñecajo. Veía todo doble. La mancha de la pared cambiaba de forma y se reflejaba en el espejo semejante a un agujero negro en lo inalcanzable del universo.

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