“Misa pagana”, por Mari Ángeles Solís.

Mari Ángeles Solís del Río.

Mari Ángeles Solís del Río · @mangelessolis1.
Sólo un retazo de lo que pudo ser y no fue. Una decisión despreciable que sólo sirvió para dar alas a delincuentes sin conciencia que, con el único objetivo de matar, se arrastraban en el intento de apoderarse de la voluntad de quien pudo ser bueno.

En el templo profano donde adoraron a un dios que finalmente se convirtió en Satanás, aquellos de abyecta condición, aplaudieron a las vírgenes que se cansaron de serlo y forzaron violaciones de voluntades sólo por sentir “algo”, ya que nunca supieron lo que era amor.

Y, no es que no existiera el amor, existía… pero no en aquellas gentes mediocres, que acapararon todo el protagonismo a base de infamias, calumnias e injurias. Los focos se apagaron y el diablo paseó a sus anchas… en los paneles de entrada se visualizaban los nombres de quien formaron el elenco de artistas, los protagonistas de un pacto sucio que tardaron años en sellar…

Mientas, en el interior del templo, mientras la música pagana inundaba el orbe, los jadeos de las serpientes que se arrastraron a los pies, enjugaron el ambiente con un fuerte olor a azufre y a podredumbre.

El mito que habían creado, con manos torpes, les miraba orgulloso de sentirse adorado, aunque fuesen almas negras, le dieron su minuto de gloria. Y aún habrían de pasar siglos para que, recordando aquel momento, sintiese vergüenza.

Los efluvios de aquella noche turbia tiñeron de sangre las manos y las lenguas. Era el momento del sacrificio. Rota por aquel espectáculo obsceno, la única que no era virgen porque fue penetrada por el amor, escapó a tierras lejanas dejando a su paso el rastro de la salvación. Tal vez, hubo quien la siguió, algún firme defensor de la verdad…

A lo lejos, vio cómo el templo se deshacía entre las llamas del odio. Mientras todo ardía, aquel rostro, cerebro del delito, persistía entre las llamas, riendo a carcajadas, pues ya era todo suyo… dominaba los dominios hasta donde alcanzaba la vista.

Y, no es que no existiera el amor, existía… pero no en aquellas gentes mediocres, sino fuera, lejos de allí. Existía amor pero era demasiado sincero para poder sobrevivir una traición más.

El odio de aquella noche parió un monstruo de nombre desconocido. ¿Cuánto tiempo sobrevivirá?

Por unas callejas de piedra, solitarias y profundas, un alma blanca siguió caminando en silencio, sin reproches, y sin odio… Y no caminaba sola. Acaso alguien la siguió.

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