“Miles de errores”, por Pedro Molina Alcántara.

Pedro Molina Alcántara.

Comenzamos el segundo mes de este año 2021 en medio de la vorágine de la llamada «Tercera ola» de la pandemia, acercándonos en España a la friolera de dos millones y setecientos cincuenta mil casos y más de cincuenta y ocho mil muertos confirmados. Llegado el momento, todos los niveles político-administrativos deberán rendir la cuenta general de su gestión y la ciudadanía podrá formarse con mayor nitidez una idea sobre quién luchó con más ahínco en mitad de un caos de dimensiones inconmensurables para combatir esta lacra con los recursos, la información y la experiencia limitada que todavía a día de hoy se posee -y eso que ha pasado más de un año ya-.

Yo lo tengo claro y lo voy a decir a boca llena: desde mi muy imperfecta opinión, yo he visto a un Gobierno central al que todo esto le cogió de sopetón, por supuesto que sí -como a muchos otros gobiernos en Europa y en todo el mundo-, pero que se arremangó y se puso a sudar la camiseta, tomando decisiones impopulares y anti-electoralistas sin que le temblase el pulso. A mediados de marzo se cerraron bares, pubs, discotecas y todo tipo de negocios y servicios salvo los imprescindibles sin los cuales un país no puede funcionar ni siquiera mínimamente. Y se aprobó el confinamiento domiciliario y un escudo social mejorable y que sobrepasó la capacidad de respuesta de nuestra Administraciones Públicas. Ahora bien, está siendo el más amplio de toda nuestra Historia. Unos dijeron que confinaba poco, otros que confinaba mucho. Unos se quejaron de que dicho escudo se quedaba corto, otros de que era excesivo.

A finales de abril, comprendo que hizo mella en gran parte de la sociedad la fatiga causada por el encierro y la falta de socialización, además de que los problemas de dinero de mucha gente rebasaron el escudo social puesto en marcha. Los dos grandes partidos de la oposición, PP y Vox, uno de derechas y otro muy de derechas siendo muy suave; comenzaron a competir para ver quien atacaba más y con más fuerza al Gobierno de coalición de izquierdas formado por PSOE y Unidas Podemos. Duro y a la cabeza, todo valía. Pablo Casado, líder del PP, llegó a hablar de que el Gobierno estaba convirtiendo España en una «dictadura constitucional», que se negaba a soltar el mando único derivado del estado de alarma decretado, que no quería devolver a las Comunidades Autónomas la totalidad de sus poderes competenciales. Según Casado, los gobiernos autonómicos gestionarían mejor la pandemia.

En mayo comenzó el plan de desescalada y a finales de junio, con la curva de contagios doblegada y el suministro de mascarillas y desinfectante hidroalcohólico garantizado para toda la población, se levantó el Estado de alarma y las Comunidades Autónomas recuperaron plenamente sus poderes -poderes que en ningún momento llegaron a perder del todo- para gestionar lo que se llamó la «nueva normalidad».

Llegó el verano y se salvó -más o menos- la temporada turística estival: reabrieron muchos bares y pubs, volvieron los gin-tonics y los vermús en las terracitas para combatir los rigores del calor veraniego, las fiestas, los conciertos y las vacaciones en playa y montaña -un servidor que les escribe pasó todo el verano trabajando, se tomó algún que otro mojito alguna tarde pero se enteró de muchas de estas cosas a través de las redes sociales-.

Tras salvar el verano vino la «Segunda ola» y, después, tocó salvar la Navidad. Ahora estamos inmersos en la «Tercera ola», la más agresiva, según parece. Diferentes gobiernos autonómicos, mayoritariamente del PP, exigen al Gobierno central potestad para endurecer el actual estado de alarma, a fin de poder volver a confinar domiciliariamente y cerrar del todo negocios no esenciales. Eso tras acusarlo de liberticida, de querer cargarse el comercio… Hay que recordar, además, que el Partido Popular no ha apoyado al Gobierno presidido por Pedro Sánchez ni en las últimas prórrogas del primer estado de alarma -el de marzo a junio de 2020-, ni en las negociaciones ante la Unión Europea para obtener los necesarios fondos para la recuperación; y que quería un segundo estado de alarma mucho más corto y suave ¿Así es como quería el señor Casado que se gestionase la pandemia? ¿Poniéndose del lado de la hostelería cuando  conviene y de perfil cuando vienen mal dadas, mientras algunos de los barones regionales del propio partido tocan a la puerta de papá Estado para pedir más poderes excepcionales al tiempo que la baronesa Ayuso mantiene que más restricciones es atacar la economía y las libertades? ¿Este es el partido que lleva a gala defender lo mismo en toda España?

En fin, que aunque veo que lo que se lleva ahora es criticar al Gobierno central, pedir más libertad y más restricciones y todo a la vez -lo que es imposible porque es como sorber y soplar al mismo tiempo o pretender que en la pescadería te sirvan una pescadilla grande pero que pese poco-; yo prefiero no apuntarme a esta moda política y apoyar a este Gobierno que se está enfrentando a la crisis más fuerte de lo que llevamos de siglo. Apoyarlo críticamente, que conste, porque no niego que ha cometido muchos errores, miles si queréis -de gestión, de comunicación y de pronóstico-; sin embargo, me aporta más confianza que esos partidos que están acusándolo constantemente de anti-monárquico, de liberticida y de cosas peores. Zarandear el árbol para que caigan los votos como fruta madura es lo fácil, pero no lo correcto. Y menos con la que está cayendo.

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