“Mensaje navideño de Milarepa desde el Tibet”, por César García Cimadevilla.

César García Cimadevilla caricaturizado.

Querido amigo y hermano en el Todo: Como todos los años te envío esta felicitación navideña, sabiendo como sé que eres de los que aman la Navidad y nunca has sido ni serás de los que la odian. Sé que la darás a conocer porque todos los años lo haces. Si por nosotros fuera no necesitaríamos misivas ni felicitaciones porque nuestra vinculación afectiva es tal que uno sabe lo que piensa y siente el otro de forma instantánea, sin necesidad de correos electrónicos o llamadas desde el móvil. Ahora que se están descubriendo tantas cosas del Cosmos que antes permanecían ignotas- hasta parece ser que alguien ha descubierto que incluso las galaxias están unidas por una fuerza misteriosa que las hace “danzar” de forma ordenada y no caótica- y de la física cuántica que a ti tanto de seduce, el que yo diga que entre nosotros existe una fuerza misteriosa que nos permite estar en contacto de forma continua e instantánea no suena tan ridículo. Todos estamos unidos de esta manera, aunque no lo percibamos ni queramos saberlo. Todo lo que existe está vinculado, como sabes muy bien, y aprovecho la ocasión para recriminarte que hayas dejado de publicar mis mensajes sobre la teoría de la vinculación. Ya sé que este año ha sido para ti especialmente “movidito” como dices tú, te han ocurrido muchas cosas que te han asaltado como un rebaño de moscas cojoneras, en una de tus frases hechas en tu lenguaje tan expresivo, que te han impedido estar tranquilamente sentado, meditando en el vacío y sin hacer nada, que es lo que más te gusta a ti.  Que si la mudanza con todas sus desagradables incidencias, que si te ha atacado la ciática por primera y no por última vez, porque no te cuidas nada, que si te fuiste a un lugar remoto con más gatos que humanos pensando en una vida de monje en un monasterio y te encontraste con una actividad social inusitada e inesperada, que si esto y lo otro y lo demás allá. Que siempre te estás quejando por todo y por nada, al menos es así desde que nos conocemos y mira que tú y yo nos llevamos conociendo desde varias reencarnaciones anteriores. No cambiarás nunca.

Ya sé, ya sé que esta vez debo ser breve porque piensas publicar mi mensaje en el periódico digital de tu amigo, Dios mediante, y que el formato debe ser todo lo sucinto que se pueda, pero como sé muy bien, porque los dos lo sabemos todo el uno del otro y el otro del uno, estás publicando varias series de artículos que van por capítulos y que no parecen tener fin. Eres tan expansivo escribiendo como tu volumen físico, por no decir como las galaxias que no dejan de moverse hacia el infinito, como si lo pudieran alcanzar. Dale las gracias a tu amigo de mi parte, porque su generosidad procede de la bondad de su corazón, y hay que ser muy generoso y paciente para soportar cómo te ensañas con la política y los políticos. Que me tienes pasmadito, tú que nunca quisiste saber nada de la política porque no tenía remedio y los políticos menos, ahora escribes y escribes como si pensaras que en realidad la política y los políticos sí tienen remedio y hasta podrían leer tus artículos y rumiarlos para ver si se puede mejorar esto, que cada vez parece ir a peor, y en esto tengo que darte la razón.

Mira, vas a partir mi mensaje en varios capítulos, ya que lo haces para ti, bien puedes hacerlo para mí. Como este saldrá primero debo cerrar esta primera parte hablando de algo que necesita tiempo, para que todo el mundo se vaya preparando. Sé muy bien que la metáfora bíblica de los leones paciendo con corderos te enternece el corazón y siempre que piensas en ello acabas llorando conmovido, tal vez porque también piensas que día llegará en el que no solo los leones pacerán con los corderos sino los perros con los gatos, que a ti los gatos te han secuestrado tu corazoncito de padre universal.  Pues bien, quiero proponer a todo el mundo, incluidos los odiadores de la Navidad, que este año todo el mundo siente a su mesa a un extraño. Que los ricos sienten a su mesa a un pobre y coman lo mismo que todas las navidades y que las familias pobres sienten a su mesa a un rico y que coman como todos los años, queda prohibido pedirle al rico que tire de tarjeta de crédito. Que las familias religiosas pongan un ateo recalcitrante en su mesa y que las familias ateas recalcitrantes pongan a un creyente a la suya. Que las familias blancas sienten a una persona de raza negra a su mesa y al revés y así con todas las razas y colores. También en cuanto los géneros y tendencias sexuales. Que un machista siente a su mesa a un homosexual o lesbiana o transexual o a todos ellos a la vez y al revés. Que un heterosexual, no por ello machista, haga lo mismo. Que una familia del tercer mundo tenga en su mesa a uno del primer mundo. Que una familia de refugiados invite a su mesa a los que quieren construir muros en el agua y en el aire. Y al revés, que estas familias “mureras” vayan a los campos de refugiados e inviten a uno de ellos a la suya. Y así podríamos seguir hasta el infinito y más allá, que por cierto, querido amigo y hermano en el Todo, que vives en un mundo tan fragmentado por tantas y tan aviesas diferencias que parece un puzle de un billón de piezas. Casi, casi no me atrevo a la última sugerencia, pero sabiendo de tu sentido del humor, creo que lo aceptarás sin enfadarte. ¿Qué te parece que una familia de Podemos, pareja de hecho, monoparental y muy de izquierdas, invite a una persona de VOX a su mesa navideña –aunque sean odiadores de la Navidad, pueden hacerlo por esta vez y por hacerme un favor a mí, el más humilde de los humanos- y al revés? Anda, deja de reírte y pon atención a lo que tus dedos teclean.

Voy a finalizar este capítulo deseando unas muy felices fiestas a todos los humanos, católicos o budistas o de cualquier otra religión, de aquí o de allá, navideños u odiadores de la Navidad, de todas las razas y colores, de todas las tendencias sexuales, de todos los géneros y números, a ellas y a ellos, y especialmente a los transexuales, y en honor a ti a todos los políticos. Ya sé que pocos me conocerán, pero no te preocupes que para eso está el famoso Internet. Que me busquen y me encontrarán. Soy un personaje real, dicen que el primer santo tibetano, aunque algunos que leen tus historias humorísticas pensarán que soy uno de tus personajes humorísticos. Me hace mucha gracia. Felices fiestas a todas, a todos y a todaos, palabra que has inventado tú, no yo, y que puede que no haga gracia a muchos pero yo no tengo la culpa de tus humoradas.

(Segunda parte)

1 thoughts on ““Mensaje navideño de Milarepa desde el Tibet”, por César García Cimadevilla.”

  1. Se ha producido un pequeño error al final del artículo, donde dice todas, a todos y a todas, debería decir «tadaos», palabra que me he inventado, de otra forma no tendría sentido la última frase. Aprovecho para felicitar a todos los lectores de este Diario y por supuesto a todos los colaboradores y «facedores» del mismo, como diría don Quijote, y desearos una muy feliz Navidad, Nochevieja y que el nuevo año sea mejor que este, por lo menos un poco mejor. Ya sé que Milarepa os ha felicitado a «todaos» pero yo soy un ente distinto, aunque no lo parezca. Lo dicho Feliz Navidad y que os toque la lotería a todos, aunque para ello Milarepa tenga que hacer un milagro. Un abrazo fraternal.

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