Medicinas que curan

Mari Ángeles Solís del Río.

Por Mari Ángeles Solís del Río · @mangelessolis1.
No seamos esa mano torpe que todo lo cuestiona, que todo lo crítica, que todo lo afea.  Que nunca falte a tu lado quien desempolve tus alas.

Estamos hechos de realidad, o de realidades, que es lo que nos sucedió simplemente porque había de acontecer, a veces con timidez, otras con ese toque de ironía con que juega el destino; pero siempre, siempre… de frente y sin máscara.

Hay medicinas que sanan. Como el café… pero antes hay que diagnosticar la enfermedad, localizar la herida. Pongámonos frente al espejo. Sin brazos que nos rodean la cintura, sin dedos que jueguen con nuestro cabello, sin manos que bailen por nuestro cuello. Solos, nosotros mismos, sin esa voz que un día nos dijo “ven”, sin esa imagen de nuestra mente que inventamos y que dijimos oír… solos… dicen que la soledad es adictiva. Tal vez…

No somos un puñado de huesos y pellejo, no. Estamos hechos de historias. Historias que vivimos, no de sueños. Hay que pisar el suelo y valorar la realidad. Con los sueños podremos escapar, sentirnos otros, usurpar identidades. Pero sólo con la realidad seremos capaces de mirar de frente. Son nuestros hechos los que nos caracterizan y son los que nos descubren si hacemos el bien o hacemos el mal.

Somos libres, es cierto. Pero el uso de esa libertad nos marcará. Y, al fin y al cabo, somos humanos. Nacemos con esa condición. Hermosa la palabra “humanidad”, manos que se unen para construir. La conciencia es nuestra, nuestro es el poder. Nosotros mismos somos los que decidimos pisar para avanzar o avanzar para que no se pise a nadie más. ¿En qué lado de la balanza nos encontramos?.

Medicinas que curan… pero, ¿sabemos cuál es la enfermedad?. ¿Cuántos cafés hacen falta para hacerte escuchar?. A quien quiera escucharte no hará falta que supliques, ni que inventes problemas, ni situaciones. Sólo frente al espejo, ¿te has escuchado?. Ya sólo queda aceptar la realidad.

Me abrazo al arte. Al arte de verdad, no al de los mediocres. Creo en la libertad que construye y en los sueños que terminan antes de empezar, cuando lo que has ganado te abraza en silencio y sacude tus alas para que puedas volar. En estos momentos, en los que me resulta complicado hablar de elecciones y de partidos, creo que la enfermedad que nos rodea es la mediocridad.

Sé de conocidos y sé de amigos. A estos segundos no los cuento por Facebook sino por las veces que me caí y los que fueron a levantarme. En este mundo lleno de tecnología es bueno mirar atrás. Y, si ese amigo con el que jugabas cuando tenías cinco años, sigue tomando contigo café, ten muy claro, son muchas cosas las que has hecho bien. Porque esos son amigos, no aliados. No esos que buscaste en un determinado momento para lograr algo o llegar a algún sitio, por atajos y pisando. Los amigos son un encuentro inesperado que la vida te ofrece en un camino para compartir. No creo en los aliados, creo en la amistad.

Quizá la mediocridad del mundo no se vaya a curar mientras tú y yo nos tomamos un café. Pero siempre podremos convertir la mediocridad que nos rodea en “humanidad”.

La vida te enseña, a veces demasiado deprisa, que no son las luces de neón las que importan, sino la luz de las estrellas. No es quien te busca, sino quien te encuentra. Aquel que, sin darte cuenta, te subió a lo más alto y luchó por mantenerte arriba, aunque te fueras. Y sólo una palabra suya y un café con prisas, será suficiente para que vuelvas.

No seamos esa mano torpe… que todo lo cuestiona. Seamos capaces de pedir perdón, dar las gracias, de mirar al frente y quitarnos la máscara. Mientras un café y una palabra pueden curar una enfermedad, hay palabras y juegos de serpientes que pueden provocarlas. Somos libres y estamos… ¿en qué lado de la balanza?

Mantengamos la humanidad por encima de todo. Que no haga falta… el dolor para que otros disfruten. Tengo el café caliente, la mesa preparada y el alma… ¡¡el alma!!, ha salido a esperarte a la ventana.

Seamos humanos. La humanidad nos llama…

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