Másteres

Por Alfonso Zamora Saiz.
El otro día me puse a buscar en el ordenador mi Trabajo Fin de Máster. No me preguntéis por qué, quizá leí algo en la prensa estos días que me hizo pensar. Tardé 43 segundos en encontrarlo. Tardé mucho porque de camino me encontré con el expediente académico del máster, el impreso de pago de las tasas, el título oficial y 5 versiones preliminares del TFM antes de la definitiva. Me trajo muchos recuerdos. Pensé en llamar a la prensa para contárselo pero no tenía a mano el teléfono de nadie importante. Luego pensé en poner un tuit pero me percaté de que cancelé mi cuenta al enterarme de que los discursos políticos de Trump (y otros) cabían en 140 caracteres. Me quedé sin ideas e hice una nueva copia de seguridad de esos documentos porque, aunque solo fuera por eso, me hacía ilusión conservarlos.
Los másteres se crearon hace más de 100 años en EE.UU. para proporcionar competencias y habilidades específicas. Los primeros títulos fueron en negocios y finanzas (los famosos MBA, Master in Business and Administration), y durante mucho tiempo sirvieron a una élite empresarial que en los años 80 y 90 primaba en la contratación de nuevos trabajadores un máster en un buen centro sobre cualquier otra titulación. Con la llegada del nuevo milenio y los acuerdos de Bolonia, la Universidad Europea se estructuró en Grado (de 3 a 5 años), Máster (de 1 o 2 años) y Doctorado, siendo conocidas las dos últimas etapas conjuntamente como posgrado. Esto trajo que estudiar un máster ya no era un asunto de pago y de élite sino, primero, más accesible a toda la población, segundo, un requisito para hacer un doctorado pero, finalmente, con la disminución de los grados, un requisito indispensable para la mayor parte de tareas profesionales en España. Indispensable no por los conocimientos o competencias que se adquieren sino porque, con los más de 3.000 programas que ha llegado a haber en España, se ha producido una sobreacumulación de titulaciones en la que, para destacar, necesitas tener más diplomas, aunque en la empresa donde vayas comiences cobrando 500 euros mientras te enseñan lo que realmente tienes que hacer ahí. En Noruega con una buena FP tienes un sueldo que te permite un nivel de vida medio alto. En España necesitas de estos Másteres. Sin embargo el Máster Oficial que cursé costó 1.500 euros (en Alemania los másteres públicos siguen valiendo eso). Hoy cuesta 4.000, poco menos del triple. Por tanto, nuestros másteres son caros, no nos enseñan mucho (ergo no nos exigen demasiado), de los Pirineos hacia abajo son indispensables y de los Pirineos para arriba no importan un bledo. ¿Conclusión?
Hace años que es sabido que el clásico postureo español, representado por la élites mediáticas, necesita de unas credenciales para pretender que saben de alguna cosa. En el caso que inunda la prensa en los últimos días, las personas que se dedican a la política, que en muchos casos no han ejercido otra actividad profesional, necesitan de una percha curricular acorde a sus vuelos, por lo cual tienden a inflar su pasado, a veces no tanto para querer parecer más sino para no parecer de menos.
No sé si Cristina Cifuentes ha cursado el máster que dice haber cursado, lo que está claro es que no ha cursado nada que le capacite como experta en Derecho Autonómico. No lo ha hecho porque no existe una disertación que lo acredite (o peor aún, existe, y no la saca porque sería peor para su imagen). No lo ha hecho porque dice que dicho trabajo lo defendió en fecha y hora ante ciertas personas que niegan que eso haya sucedido. Pero quizá sí que es Máster en Derecho Autonómico por la URJC, lo cual indicaría que dicha Universidad expide títulos con semejantes despropósitos.
Que la presidenta de la Comunidad de Madrid intente convencernos con tales explicaciones es una vergüenza para cualquier ciudadano, en particular cualquier estudiante que sepa de lo que hablamos. Que alguien intente equiparar mini cursos caros en universidades prestigiosas de EE.UU. (pero cursadas en barrios de Madrid) con un posgrado es de vergüenza para todos aquéllos que saben lo que es pelear o conseguir una beca o estancia de investigación. Que alguien sostenga que es graduado, diplomado, licenciado o ingeniero en alguna materia cuando no concluyó esos estudios o, peor aún, ni llegó al segundo curso, es otra vergüenza para todos los estudiantes de este país que se esfuerzan por terminar sus titulaciones. Porque los funcionarios no cometen errores de transcripción, sino que escriben lo que se les traslada, ya sea alumno o profesor. Que una universidad expida títulos como trato de favor a personalidades es la enésima vergüenza, y no podemos quedarnos de brazos cruzados.
Cuando Rigoberta Menchú recogió el Premio Nobel de la Paz en 1992 su currículum académico tenía escasas líneas, pero no por eso su biografía y su testimonio de cómo le nació la conciencia eran breves. En 2007 y 2011 se presentó como candidata a las elecciones presidenciales de Guatemala. Para entonces ya era doctora honoris causa por varias universidades, en particular por la Autónoma de Madrid, por ejemplo. Pero no le hizo falta ponerlo en su reseña, ni su Nobel, ni su Príncipe de Asturias. No consiguió más que un 3% de votos, pero los problemas que señalaba y las causas que defendía eran más importantes que todo eso.

3 thoughts on “Másteres”

  1. Magnífico y esclarecedor artículo. Quisiera recalcar, que además del presunto fraude es inaceptable el espectáculo bochornoso que ofrece el más alto cargo de la cdad. de Madrid. Es inaceptable y ridículas las actuaciones de alguien que deberia ser ejemplo de dignidad y honestidad.

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