María de la O Lejárraga García (y II)

Por Eusebio Lucía Olmos.
Amante siempre de la gimnasia, la natación y el caminar, María continúa compatibilizando su militancia feminista con el trabajo literario, publicando en 1917 en “Feminismo, feminidad, españolismo”, y en 1920 en “La mujer moderna”. Y aún saca tiempo para asistir en el Ateneo a las clases de ruso que imparte el joven George Portnoff, quien pasa a formar parte de los amigos íntimos de la familia. En noviembre de 1919 es nombrada secretaria del comité español del Consejo Supremo Feminista de España, dedicándose a la preparación del Congreso de 1920, que finalmente no se celebró, limitándose a asistir como delegada, junto con Isabel de Palencia, al celebrado en Ginebra. Hacia 1921, la noticia del embarazo de Catalina – se decía que del actor Manuel Collado – acelera el distanciamiento del matrimonio, así como el eterno deseo de María de tener una casita al borde del mar, haciéndosela construir cerca de Niza. No obstante, eso no implica su ruptura literaria. En principio, se siguen viendo los viernes, cuando ella cocinaba para él sus platos preferidos mientras planeaban nuevos trabajos, aunque poco a poco va cundiendo en ella el desaliento y la dolencia de sus piernas, con la consiguiente pérdida de la alegría de vivir.
En 1922 funda con Clara Campoamor, Elisa Soriano y César Juarros la Sociedad Española de Abolicionismo. Pasa largas temporadas en su nueva casa de Niza, mientras se estrenan “Mujer” (1924), “Cada uno y su vida” y “Torre de marfil” (1925), y Gregorio encarga trabajos a Marquina, Honorio Maura y otros escritores, que no le dan el mismo resultado que con su mujer. No obstante, en la primavera de 1926, y una vez superados problemas de todo tipo, Gregorio inicia sin María su primera gira teatral por Europa y América, con su compañía Teatro de Arte Español. A él se le seguían dando muy bien los negocios, pero continuaba dependiendo de ella para todo lo relacionado con la escritura de todo tipo, que ésta realiza desde Niza cuando no viaja también por Europa para negociar contratos de traducciones y representaciones de sus obras. Gregorio regresó a Madrid muy enfermo en enero de 1929, mientras ella pasa temporadas en Niza y mantiene correspondencia con el joven Portnoff. En 1930 publica “Feminismo y feminidad” y “Cartas a las mujeres de España” y, tras recibir la República con gran alegría, “La mujer española ante la República” – en el que aparece ya como autora -, reproducción de cinco conferencias dadas en mayo de 1931 en el Ateneo. Preside el Patronato para la Protección de la Mujer (trata de blancas), en sustitución de la infanta Isabel.
Ingresa en la Agrupación Socialista Madrileña tras la proclamación de la República, junto con Margarita Nelken, siendo una comprometida luchadora por los derechos de la mujer, desde las filas del socialismo español. Se divorció de Gregorio en 1932, viviendo a partir de entonces con su hermana Nati, en su magnífico hotel de Chamartín. Siempre amante del progreso, se dice que su casa tuvo el primer frigorífico y el primer lavaplatos de la capital, adquiridos en Londres. En marzo de 1932 crea la Asociación Femenina de Educación Cívica (la Cívica), como reacción al excesivo elitismo del Lyceum Club, cuya amplia y elegante sede estaba en la plaza de las Cortes 8, y llegó a tener 1.500 asociadas. En enero de 1933 forma parte del comité de redacción de Cultura, Integral y Femenina, junto a Clara Campoamor, Consuelo Berges, Isabel de Palencia y Elisa Soriano. Ese mismo año forma parte de la directiva del Comité Nacional de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo (“Mujeres antifascistas”), cuyo programa reivindica también una serie de derechos para la mujer, y que preside la diputada comunista Dolores Ibárruri. En el verano de ese año recibe en Niza la invitación de las agrupaciones socialistas granadinas para ser candidata en las elecciones generales de noviembre, aceptando encantada. En octubre se traslada a esta ciudad para hacer aquella dura y accidentada campaña junto con los otros candidatos madrileños – Fernando de los Ríos, Ramón Lamoneda, Pascual Tomás – y la joven socialista Victoria Priego. A pesar de las dificultades de todo tipo por parte de las derechas, es elegida diputada, junto con Ramón Lamoneda y Fernando de los Ríos.
En marzo de 1934, en nombre de su grupo parlamentario, se opone infructuosamente a la concesión de un crédito extraordinario para ampliar la Guardia Civil. Visitó repetidamente su circunscripción – en alguna ocasión con el joven José Prat – y luchó denodadamente desde su escaño para mejorar las condiciones de vida en ésta, oponiéndose a la derogación de la ley de términos. Como sus compañeros, abandonó las tareas parlamentarias tras los sucesos de octubre de 1934, manteniendo viva la protesta internacional contra la brutal represión y la solidaridad con los presos, gestionando la defensa de los procesados o solicitando el indulto para los condenados, como en el caso de González Peña. A esta actividad se dedica todo el año 1935. Comienza el año 36 haciendo campaña electoral en Asturias – con Matilde de la Torre, con quien la unió una gran amistad, y Dolores Ibárruri – para las elecciones de febrero, y colabora en el periódico Mujeres que dirige esta última. Tras el triunfo electoral, da conferencias en el Atenéo.
A los pocos días de iniciarse la contienda civil, es designada por el partido miembro de la comisión gubernamental para la concesión de indemnizaciones a los heridos de guerra, teniendo para ello que visitar diariamente los hospitales de sangre, tarea que recordaría como la más insoportable de su vida. En octubre es nombrada agregada comercial para Suiza e Italia, con residencia en Berna, a instancia de Matilde de la Torre, directora general de Comercio y Política Arancelaria, asistiendo en París, con Alejandro Otero, a una reunión de la Federación Sindical Internacional para tratar de la situación española, comprobando con tristeza la negativa europea a la venta de armas y conociendo su “no intervención”. En mayo de 1937 asiste en Ginebra como secretaria de la delegación a la Conferencia Internacional del Trabajo. En otoño se hizo cargo en Bruselas de una colonia de niños evacuados de España – entre los que estaban sus sobrinos pequeños -, que distribuye por hogares de obreros belgas. Da múltiples mítines en los centros socialistas mineros para recaudar fondos para la España republicana. El final de la guerra le sorprendió enferma en su casa de Niza, junto a su hermana y sus sobrinos, lugar de paso de muchos amigos españoles en busca de más seguro refugio.
Pasó allí los años de la ocupación nazi, bajo la identidad de “madame Martínez”, consiguiendo mandar a sus sobrinos a España con sus padres, y pasando ellas muchas penalidades, hasta llegar a tener que ser recogidas por su antigua asistenta. La situación se agrava por sus dobles cataratas. En septiembre de 1944, tras la liberación francesa y a través de la Cruz Roja Internacional, Matilde de la Torre se interesa por ella desde Méjico, siendo localizada en abril de 1945. Matilde pide ayuda a amigos comunes y a Ramón Lamoneda le adelante dinero como pago de sus inmediatas colaboraciones en El Socialista, no como las desinteresadas que escribe en Adelante, portavoz de partido y sindicato que se publica en Marsella, y preside una pequeña Agrupación de ocho militantes que se ha organizado en los Alpes Marítimos. En su correspondencia con Lamoneda se lamenta de la querella entre prietistas y negrinistas. En octubre de 1946 da una conferencia sobre teatro en Londres, y se desplaza a Bruselas y París, siendo testigo de las huellas que ha dejado la guerra. En octubre de 1947, al conocer la muerte de Gregorio, decide publicar “sus” obras completas, encontrándose con la negativa de Catalina y su hija. En mayo de 1948 se traslada a París para ser operada de cataratas. La operación fue un éxito, recobrando lentamente la visión y volviendo a disfrutar de la lectura, de la moderna literatura francesa. Comienza a colaborar con una agencia de prensa con destino a periódicos sudamericanos, y a comienzos de 1949 acepta el encargo de un editor de Nueva York para escribir recuerdos de su infancia, lo que será la primera parte de su autobiografía: “Una mujer por los caminos de España” (1952).
En septiembre de 1950 embarca en Génova hacia Nueva York, y en noviembre se traslada a Arizona, donde la acoge la viuda de su gran amigo Portnoff. Nada más llegar colabora con su Universidad para la puesta en escena de “Es así”, escrita en sus últimos tiempos en Niza. Viaja a California, Los Angeles y Hollywood para gestionar la filmación de alguna de sus obras, mientras escribe una comedia para niños: “Merlín y Viviana, o la gata egoísta y el perro atontado”, que envía a Walt Disney. Tras serle devuelto el original, se estrena al cabo de un tiempo la película “La dama y el vagabundo”, transformada la gata Viviana en una elegante perra cocker. Trabaja también en proyectos para su viejo amigo el bailarín Léonide Massine, ahora coreógrafo. Ante la falta de propuestas concretas, decide trasladarse a Méjico, donde hace traducciones y colaboraciones en prensa, mientras comienza otra autobiografía: “Horas serenas”, que será publicada como “Gregorio y yo: medio siglo de colaboración” (Méjico, 1953, editada en España en 1976), en la que recuerda sus momentos felices, borrando los desgraciados. La altura de la capital mejicana le aconseja trasladarse a Argentina, y en septiembre de 1951 se instala en una confortable habitación del Hotel Lancaster, de Buenos Aires, desde donde establece relaciones con editoriales y periódicos, a pesar de que allí Gregorio había hecho correr la noticia de su muerte. Su reconocimiento público de la coautoría de toda la obra de Gregorio motivó una riada de artículos y comentarios en defensa de la verdadera totalidad, a pesar de que el 50% de los derechos de sus obras pasaron a la hija de la Bárcena. En 1954 publica el libro de teatro para niños “Viajes de una gota de agua”, mientras continúa sus colaboraciones periódicas en prensa que recoge en “Fiesta en el Olimpo” (1960), traducciones y programas de radio. A pesar de que su sobrino Jaime vive también en Buenos Aires, ella prefiere vivir independiente en diversos hoteles, donde recibe a amigos y discípulos. Muere en el sanatorio bonaerense de San Camilo, el 28 de junio de 1974, faltando seis meses para cumplir el siglo.


Fuentes.- Diccionario Biográfico del Socialismo Español (FPI); Notas biográficas de Antonina Rodrigo y Eusebio Lucia Olmos

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *