“Madrid, capital de la solidaridad”, por Nico Ferrando.

Nico Ferrando

Llevamos en la capital de España una temporada ajetreada en la que no ganamos para disgustos. Primero, una peste medieval nos confina en nuestros domicilios. Segundo, una borrasca —Filomena— nos deja varios centímetros de nieve en nuestras aceras y ahora esto, una explosión en pleno corazón de la ciudad, en la castiza calle Toledo, límite de los distritos de Centro y Arganzuela, que nos deja un aura de destrucción y de muertes que tardaremos en olvidar.

Seguramente, los medios generalistas ya han informado de los pormenores del estallido y posterior incendio. No obstante, creo que es menester rescatar historias que, por lo menos a mí, me estremecieron y hablan del carácter abierto y hospitalario de los madrileños. Una vez más, Madrid ha sido la capital de la solidaridad y eso también debe ser noticia, aunque no ocupe rimbombantes titulares.

A las tres de la tarde del 20 de enero de 2021, cuando la Puerta de Toledo se tiño momentáneamente de humo, hubo una gran confusión. Muchos vecinos de la zona salieron corriendo para ponerse a resguardo de la denominada zona cero de la tragedia, ubicada en el número 98 de la calle Toledo, un inmueble, propiedad del Arzobispado de Madrid. Lo normal cuando ocurre un siniestro de este tipo. Lo que no es tan habitual es que los vecinos de las vías adyacentes abran sus casas y acojan a todas esas personas afectadas.

Un muchacho joven publicó cerca de las cinco de la tarde un post en un grupo de Facebook que se llama No eres de Arganzuela si…en el que pedía ayuda para localizar al hijo de una señora mayor que se encontraba en estado de shock en el sofá de su casa, junto a su madre. La historia tuvo final feliz cerca de la hora de cenar y apareció el familiar buscado para alegría de todos los integrantes del grupo. La gente de Madrid abre las puertas de su casa y brinda su ayuda desinteresada, forma parte inconfundible del carácter de los gatos, que es así como les llamaban a los primeros madrileños porque, parece ser, tenían una habilidad pasmosa para trepar por sus murallas.

Dos chicas deambulaban en pijama por el impacto de la explosión a las cuatro de la tarde y fueron acogidas por un matrimonio que les calmaron y les ofrecieron todo lo que tenían en su modesta vivienda de la calle Capitán Salazar Martínez. El Samur Social les ofreció, ya casi de noche, una vivienda transitoria hasta que los bomberos y la policía certificaran que los edificios colindantes son seguros y no hay riesgo de un derrumbe o de otra calamidad. Las chicas, ya recuperadas del ensordecedor ruido, decidieron quedarse en la casa del matrimonio. Así es Madrid: altruista, caritativa, fraternal, generosa. Es una población que se ayuda desinteresadamente en todo momento pero, sobre todo, en la adversidad.

Un hotel de lujo cercano, en la misma calle Toledo, se convirtió en el refugio improvisado de muchos mayores de la residencia Los Nogales. Sus empleados no escatimaron recursos en atender a los afectados. La humanidad en esta Villa y Corte está en sus genes, por eso es la única capital del mundo que parece un pueblo grande, donde todo parece cercano, amable y amistoso. En Madrid, uno jamás se siente solo.

Mientras Joe Biden asumía como 46º presidente de los Estados Unidos y dejaba atrás cuatro años de extravagancias para olvidar, personal sanitario del centro médico de Pontones, perteneciente a la Fundación Jiménez Díaz, se apersonó en la zona para ayudar en lo que hiciera falta. No les importó el cansancio acumulado por el Covid-19. Dieron, otra vez, una lección de heroicidad que hay que destacar porque son y van a ser necesarios para recuperar esa tan ansiada normalidad que todos añoramos.

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida confirmó, cuando las llamas parecían apagarse, que al menos había tres víctimas mortales, los tres varones. Los servicios de emergencias añadieron que había un herido grave, un sacerdote, que fue trasladado al hospital La Paz, otro moderado y 6 heridos leves. Su cara reflejaba una evidente tristeza por la situación pero no dudaba en apelar al magnifico temple y la irrepetible idiosincrasia de los madrileños. “Madrid es una ciudad solidaria”, apostillaba en sus redes sociales.

Los daños materiales fueron cuantiosos: la parte más afectada por la brusca explosión fue la de los pisos superiores, la zona de vivienda de sacerdotes que se ubicaba sobre la parroquia de La Paloma, que es patrona de Madrid junto a San Isidro y La Virgen de la Almudena. Al lado del edificio siniestrado, el colegio La Salle y la residencia de mayores Los Nogales resistieron algo mejor el fuego.

Ciertamente, en Madrid no estamos en este momento para festejos o celebraciones con la que tenemos encima. Estamos pasando una mala racha, sí. Pero estoy seguro que saldremos adelante porque hemos sabido mantener la entereza y la dignidad en situaciones muy desfavorables, casi hostiles.

Nos quedan muchos capítulos por escribir y a pesar de todo tenemos que mantener la esperanza porque sabemos adaptarnos a las circunstancias e improvisar cuando la situación lo requiere. Tanto que Ramón Gómez de Serna escribió lo siguiente: «Madrid es tener un gabán que abriga mucho y con el que se puede ir tranquilo hasta a los entierros con relente. Madrid es no admitir lo gótico. Madrid es la improvisación y la tenacidad. Madrid es quedarse alegre sin dinero y no saber cómo se pudo comprar lo que se tiene en casa».

Madrid ha forjado una personalidad única, que ha traspasado las fronteras de lo inimaginable. Estoy seguro que vendrán tiempos mejores y vamos a seguir cantando, junto a Joaquín Sabina, «De Madrid al cielo».

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