“MadMen”, por Gonzalo González Carrascal.

Gonzalo González Carrascal.

Gonzalo González Carrascal · @Gonzalo_Glezcar.
«¿Qué sentido tiene hacer una campaña de seguros para jóvenes? Si la mayoría no tiene la oportunidad de tener nada… ¿qué van a querer asegurar?» Colofón a noventa segundos sostenidos de honestidad. Combativa. Punzante. Brutal. Todo cuanto precisa un anuncio comercial para devenir en lúcido manifiesto de un tiempo. El nuestro.

Agencia publicitaria. Presentación ante el cliente. Sala en penumbra. «Nos pedisteis una campaña de seguros para jóvenes. Pero no podemos hacerla». En torno a la mesa, agazapados entre las sombras, los congregados observan el juego fantasmagórico de imágenes proyectadas que acompañan a la voz que las relata.

Desafiante, ésta prosigue, mientras las diapositivas -una tras otra- van pesando a su paso, al ritmo del diapasón de un medido discurso. «No vamos a participar en este juego de anuncios, películas y series que venden una imagen de la gente joven que no es real. Jóvenes sin trabajo, o con trabajos precarios, pero que viven en pisos de doscientos metros en los barrios más caros de Madrid».

Así, erguido sobre su Tarpeya particular, el orador arroja al vacío -desde ésta- la traicionera imagen de un estereotipado aburguesamiento que pretende -interesadamente- erigirse única. Lugar común. Distorsión modulada que impide a la sociedad representarse fielmente. Verse a sí misma. Apuntalando, mediante una depurada imaginería y neolingüística orwelliana, la falaz apariencia satisfaciente del rito impuesto de un consumo que oculte la precariedad a la que el mismo sistema económico que lo alienta aboca a una gran parte de la sociedad que lo sostiene. Y que precisa ser desvelada.

Porque… «Tres de cada cuatro jóvenes no pueden comprarse una vivienda. Sin embargo los mostramos felices porque a compartir piso a los treintaicinco ahora se le llama “co-living”. A no poder abrir una oficina ahora se le llama “co-working”. Y siempre le encontramos la palabra perfecta para blanquear la precariedad. ¿Sabéis lo que dice el FMI? “En 2030 no tendrás nada y serás feliz”» -a lo que aduce, reivindicativo- «Pero nadie nos ha preguntado si queremos tener… una casa, un negocio, hijos. Igual, no queremos vivir bajo suscripción. Bajo un recordatorio constante de que no puedes permitirte nada. Que lo que crees que tienes en realidad es prestado».

Desposeídos. Miembros forzosamente alistados al ejército postindustrial de reserva, rebautizado ahora bajo la fórmula menos militante y combativa -más miserable e inerme- del Precariado. Cuyas coordenadas quedan enmarcadas por un espacio sin más horizonte que el dibujado por la incertidumbre, y un tiempo sin más futuro que el presente.

Lo que significa, para una sociedad articulada según un sistema económico fundamentado en la propiedad, como elemento constitutivo de seguridad y legitimidad, la asunción deliberada de la laminación de una parte substancial de la misma. De la que depende, a mayores, su reproducción y continuidad. A esto nos han traído. A esto hemos venido a llegar.

Visionar esta pieza publicitaria constata la consolidación de una realidad que, lejos de ser resulta de la adaptación del sistema productivo a una supuesta crisis fruto de la  coyuntura, se evidencia norma y realidad estructural del nuevo mundo que nos es dado. Un mundo en el que la creciente desigualdad, espoleada por mor del beneficio, pugna por desdibujar la razón de ser de toda sociedad. Que no es la de preservar orden social alguno, sino la seguridad y el abrigo de todos sus integrantes. Un mundo falaz con -cada vez- menos referentes íntegros, y en el que las nuevas generaciones se encuentran paulatinamente más expuestas y desprotegidas frente al abuso del poder omnímodo.

Un mundo que gira. Como el carrusel de imágenes de la memoria. Trayéndome a las mientes el nostálgico recuerdo de una pintada. Seis palabras en espray negro sobre un muro, al llegar a la escuela de ingeniería desde el metro. Augurando el desgarro. El grito combativo. El reflejo cuerdo. La rabia de aquellos que comenzaban a intuirlo. A sufrirlo. A entenderlo… Sin trabajo. Sin futuro. Sin miedo.

Anuncio publicitario que comenta el artículo (Divina Seguros/TENER):

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *