Frunces los labios en un beso lanzado al aire que vuela y se deshace, que viaja y se desvanece. Y en ese querer al viento te sumerges en la soledad, te enervas, piensas, te rompes, dibujas posibilidades, rechinas, ronroneas, curvas el lomo y no ves a los que sí llaman. A los que sí contestan y responden, porque hay algunos que se pierden, otros que se acercan. Y la vida pasa, algunos se desvanecen y otros no. Te queda ese poso de angustia que dejan los huecos, algunos más profundos que otros y procuras abrazar con fuerza a los que se quedan, apagas el cigarro en el cenicero y cubres de agua insípida los vacíos.
Alargas la mano a los abrazos que con su fortaleza tapan los abismos.