La Luna, gris, árida, seca e inhabitable, a pesar de todo, ilumina con su luz plena clara la primera noche del año, bañando tristezas y soledades, cánticos y felicitaciones, besos y bailes. Lejana e impasible, redonda y austera nos llena de claridad la noche y hace que vuelen los sueños de plenitud.
Su reflejo henchido en la oscuridad del mar, nos recuerda que incluso los peores momentos tienen su luz poderosa. Si uno se atreve a mirar su perfil verá la redondez perfecta de un astro, reflejo inanimado del Sol. Testigo mudo en lo alto, soledad luminosa.