A borbotones surgían las palabras. Como un chorro se renovaban en la garganta, pero no decían nada, solo verbos, adjetivos y conectores vacíos. Su discurso era plano porque no lo elaboraba, como el agua transparente y líquido, torrencial y apabullador. No sentía lo que decía.
Pero un día se quedó mudo, y a partir del silencio, la soledad y la incomunicación, empezó a pensar sus palabras. Y surgieron las más bellas ideas.