Editorial: «Los mensajes de Puigdemont»

Puigdemont a Comín: «Supongo que tienes claro que esto ha terminado. Los nuestros nos han sacrificado, al menos a mí… yo ya estoy sacrificado, tal y como sugería Tardà».
No se puede resumir de mejor forma la descripción de todos los frentes que tiene el independentismo abierto. El primero, el choque frontal con la deslegitimación que supone el incumplimiento de la ley, de la norma y del propio Estatut. La ilegalidad es el principal atentado a la democracia desde unos grupos políticos que representan una minoría del total de votos de los ciudadanos de Cataluña según las últimas elecciones.
En segundo lugar, la división interna: el enfrentamiento entre ERC y JxCat. De los mensajes de Puigdemont se desprende el dolor que le causa la posición de Tardà, es decir, de ERC. El hecho de sentirse como un pañuelo de papel de nuevo arrojado a una papelera y olvidado por la historia.
En democracia las copas se pagan. El principal delito político contra la democracia se basa en el hecho de que una minoría de catalanes quiere imponer una república a una mayoría de catalanes (según las urnas).
El problema es que, lamentamos decir desde este periódico, el principal aliado de Puigdemont y de los secesionistas, son los errores no forzados del Gobierno de la Nación. Torpes donde los haya, transparentes a la inteligencia y alérgicos a hacer política.

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