Parecía que los disturbios llegaban a su fin en Barcelona después de la gran manifestación del viernes, pero no fue así, porque llegaron los encapuchados, antisistema, anarquistas y radicasles, un cóctel difícil de digerir y más difícil aun de soportar por los ciudadanos barceloneses. La peor noche.
Entretanto, en la tarde de ayer alrededor de 6.000 personas, según la Guardia Urbana, participaban en la manifestación que comenzó en la plaza Urquinaona y ha finalizado su recorrido en el Arc de Triomf. A pesar de que se autodenominaban manifestación pacífica, han increpado a los Mosso d’Esquadra.
Con todo, y aunque la concentración había finalizado, a eso de las 20:30 seguía habiendo grupos en Urquinaona con Via Laietana. Allí hay un cordón policial que impide que los manifestantes se acerquen a la Jefatura de Policía.
Fuera de Barcelona, un grupo de manifestantes cortaban la AP-7 a la altura de L’Ampolla (Tarragona), mientras que otro grupo bloqueaba la N-430 también a su paso por esa localidad. La C-14, al cierre de estas líneas, estaba cortada por una concentración en Montblanc.
Ya empiezan las cargas policiales. Es en la Gran Vía de la capital catalana, donde varios centenares de manifestantes han intentado cortar esta arteria de la Ciudad Condal, después de haber terminado una marcha en la que participaron unas 4.000 personas.
El balance de los disturbios de los cinco días anteriores es tremendo. Hay 19 personas ingresas en los hospitales con diversos diagnósticos. 300 policías han sido heridos de diversa consideración, alguno grave, y otras 300 personas han sido detenidas.
Más de 700 contenedores se han quemado en estos cinco días de movilizaciones, centenares de vehículos de particulares y otros tantos de coches y furgones policiales. Según una estimación provisional, los daños ocasionados alcanzan un valor dos millones de euros entre el mobiliario urbano destrozado y propiedades particulares. Ni qué decir de los perjuicios económicos a la hostelería y los comercios catalanes.