“Las semillas genéticamente modificadas rompen el proteccionismo extremo de la UE”, por Francisco Villanueva Navas.

Francisco Villanueva Navas.

Francisco Villanueva Navas · @FranciscoVill87. Economista y periodista financiero.
La Unión Europea se vuelca a las semillas genéticamente modificadas y lo ve como el futuro inmediato para salir de una inminente crisis alimentaria provocada por el calenté global del planeta. Además Europa parece estar saliendo del pasado proteccionista e hiperregulado para aceptar y abrazar los hallazgos de la biotecnología más avanzada.

La Unión Europea con epicentro en Francia, que es el núcleo duro del proteccionismo agrícola del continente, se ha opuesto sistemáticamente a la adopción de las semillas genéticamente modificadas, que son la base de la agricultura avanzada; y así, cuando la biotecnología llegó a Europa en el 2000, el ataque de los agricultores franceses tuvo un carácter masivo, e incluso brutal; y los campos de prueba de las nuevas semillas fueron destruidos por los manifestantes, sin que los argumentos científicos y sanitarios de los principales expertos del mundo, que insistieron en la absoluta inocuidad de estos productos para la salud de la población, tuvieron el menor efecto, y ni siquiera fueron escuchados.

Los productos originados de la semilla modificada fueron caracterizados como los “alimentos de Frankenstein”, y ese San Benito, absolutamente falso, ha permanecido en los medios de comunicación hasta el día de hoy.

Este fue el criterio que utilizó la Corte Europea de Justicia en su fallo de 2018, cuando dictaminó sobre la base de los riesgos ocasionados por los productos modificados genéticamente prácticamente inexistentes, en tanto que no mencionó sus enormes posibilidades.

El efecto de la Guerra de Ucrania con los altos costes de la energía que ha ocasionado, sumado al impacto del cambio climático y de las altas temperaturas, obliga ahora a Europa a modificar su política, y desechar sus prejuicios culturales sobre las semillas genéticamente modificadas.

Los Ministros de Agricultura de 27 países europeos exigieron en septiembre del año pasado a la Comisión Europea con sede en Bruselas la desregulación de las semillas modificadas genéticamente con vista a su utilización en gran escala, lo que sucedería en el actual primer trimestre de 2023.

El año pasado el continente europeo experimentó una de las cinco mayores temperaturas de su historia, y en España los calores extremos destruyeron en 2022 la mitad de su cosecha de olivos con un alto coste social y económico, sobre todo en Andalucía, tierra con el mayor paro de la Unión Europea. Esto obliga ahora a volcarse en las nuevas semillas genéticamente modificadas con un gen anti sequía; y esto sucede cuando el precio de la energía ha aumentado más de 700% en los últimos dos años, lo que golpea ante todo la producción agrícola. Esta realidad es la que está venciendo la resistencia del tradicional proteccionismo agrícola francés, reconvertido en defensor de la naturaleza.

En los últimos tres años, más de 15 países en el mundo han admitido la adopción plena de las semillas modificadas, entre ellos China, India y Australia; y Gran Bretaña, a partir de su retirada de la Unión Europea hace 3 años a través de Brexit, ha comenzado a liquidar la autorregulación de Bruselas, en vista de una desregulación generalizada de la economía británica.

China se ha transformado, después de la compra de Syngenta, la gran empresa de tecnología agrícola suiza, en la cabeza de las nuevas semillas modificadas genéticamente; y dispone ya de 75% de las patentes mundiales de esta categoría.

La República Popular también ha resuelto abrevar drásticamente el periodo de aprobación comercial de las nuevas patentes, llevándolo de 6/8 años a 1/2 años.

La Unión Europea es el mayor importador mundial de productos agrícolas, ante todo el maíz y la soja que son imprescindibles para la alimentación animal; y la inmensa mayoría de estos productos importados son el resultado de la utilización en gran escala de semillas genéticamente modificadas.

La decisión de aprobar el uso intensivo de semillas modificadas es parte de un proceso de vuelco a la innovación que está experimentando la agricultura europea, en la búsqueda de una producción menos capital intensiva, y sobre la base de un nuevo vínculo entre la producción y la naturaleza de raíz biológica.

Esto no implica en modo alguno un vuelco al pasado, atrás de la recuperación de una idílica agricultura preindustrial, sino que se funda en los hallazgos de la biotecnología más avanzada, convertida en la expresión biológica de la nueva revolución industrial.

Como tal, lo que hace esta agricultura es asumir como propia la lógica de la vida, y para ello utiliza las tecnologías de vanguardia de la ingeniería genética, que es la punta de lanza del conocimiento científico y tecnológico del siglo XXI.

Europa, en síntesis parece estar saliendo del pasado proteccionista e hiperregulado, centrado en Bruselas, y se abre a nuevos tiempos cada vez más innovadores.

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