“Las caras ocultas de Miguel Hernández I: El Teatro”, por Mari Ángeles Solís.

Mari Ángeles Solís del Río.

El pasado 27 de marzo, entre luchas endémicas contra la incertidumbre de un futuro normalizado, se celebraba el Día Mundial del Teatro, con unos festejos llenos de ilusión aún con la conciencia embriagada de nostalgia por la circunstancia necesaria de mantener los aforos a medio gas. Sin embargo, en los espacios abiertos que rebosan arte e historia, ese día brilló de una manera especial. Porque el arte no entiende de pandemias, solo entiende de corazón.

Un día después, el 28 de marzo, se aposentaban en nuestras cabezas los versos del poeta del pueblo, Miguel Hernández, en el 79 aniversario de su fallecimiento… o su asesinato. Porque Miguel Hernández no murió, a Miguel nos lo mataron. Y, además, los poetas universales nunca mueren. Pero fue la mísera Guerra Civil Española la que cortó las alas de un genio con la pluma, que esbozaba poemas en el aire, entre bombardeo y bombardeo en el mar de olivos, se hizo fuerte luchando con su palabra contra el yunque.

Pero, acaso, nos estemos preguntando qué relación tiene hablar del “poeta del pueblo” y del teatro cuando son dos géneros distintos. Sin embargo, todo aquel que escribe, ya sea en prosa o verso, antes o después desliza su alma al compás de su pluma, y permite que su duende ande jugueteando entre ambas circunstancias. Es por ello que el arte no entiende de fronteras.

Una de las facetas más desconocidas de Miguel Hernández es su legado como dramaturgo. Sí, el “poeta del pueblo” no sólo escribió en verso. Su vocación venía de allá, de los años de su infancia, cuando participaba en las representaciones teatrales que tenían lugar en la Casa del Pueblo de Orihuela. Más tarde, Hernández escribió seis obras de teatro entre 1933 y 1937. Como dramaturgo, recibió gran influencia de las nuevas corrientes teatrales de la época, del teatro modernista y de Lope de Vega.

Sus obras de teatro son:

  • Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras. 1933.
  • El labrador de más aire. 1937.
  • El pastor de la muerte.
  • El torero más valiente. 1934.

La característica principal que une a estas cuatro obras teatrales de Hernández es que están escritas en verso. Lo lírico actúa como vehículo de expresión en todas y cada una de ellas. Sin embargo, hay una obra dentro de su faceta como dramaturgo en la que no utiliza el verso. Esa obra es:

  • Los hijos de la piedra. Escrita en 1935.

Cabe destacar la última de sus obras teatrales escrita en el año 1937:

  • Teatro en la guerra.

Esta obra de Miguel Hernández está escrita íntegramente en el mar de olivos, Jaén. Lugar donde el poeta de Orihuela dejó un gran legado, incluido su famoso poema Aceituneros y que hace años se instituyó como el himno de la provincia jiennense.

Teatro en guerra es una obra dramática desarrollada en plena Guerra Civil. En ella se dibuja el fuerte impacto que sufrieron estas tierras con la contienda. Está formada por cuatro breves escenas que son: La cola, El hombrecillo, El refugiado y Los sentados.

En la escena “La cola”, Miguel Hernández recrea la conversación de dos mujeres que se encuentran guardando turno para entrar en una carbonería de Madrid. Es la semblanza de un hecho real ocurrido en Jaén, cuando dos mujeres se hallaban haciendo cola en una carbonería en la Fontanilla. Ese hecho tuvo lugar el día 1 de abril de 1937, día en que Jaén fue cruelmente bombardeada por Ejército mal llamado “Nacional”. Aquel bombardeo sucumbió gran parte de la zona en la que se encontraba la Fontanilla, dejando un gran número de víctimas.

La segunda escena, “El hombrecillo” versa sobre la discusión entre un joven y su madre. El joven pretende alistarse en el ejército pero se encuentra con la negativa de su progenitora que no quiere que su hijo marche al frente y se implique en la Guerra.

“El refugiado”, que es la tercera escena de Teatro en la guerra, se traslada la historia de un anciano que cae en manos de su enemigo y es llevado a su pueblo, en la provincia de Jaén, lugar donde coincide con un soldado se Madrid. Lo que Hernández pretende con esta escena y crear conciencia social en todo lo relativo a los refugiados, algo que en aquellos momentos se encontraba de radiante actualidad debido al aumento de población que experimentó Jaén durante la Guerra Civil debido a la multitud de personas que iban hasta la provincia buscando cobijo.

Finalmente, la última escena, “Los sentados” trata acerca de la indiferencia que existía en gran parte del pueblo hacia aquellos que estaban en primera línea del frente. Algo que removió conciencias, logrando el poeta con su obra que cambiaran de actitud y se unieran en la lucha.

Miguel Hernández consiguió, tanto a través de la poesía como del teatro, abrir los ojos de la sociedad y florecer la parte más solidaria de la gente. Es por ello que, en el Día Mundial del Teatro es de justicia que se recuerde la obra de Hernández como dramaturgo escrita en el mar de olivos, a pesar de ser menos conocida esta faceta del poeta de Orihuela. Sin olvidar además, que tan sólo un día después de esa efeméride, en el año 1942, fallecía víctima de la tuberculosis y de la crueldad de las cárceles franquistas, un poeta universal que vivirá por siempre en las bibliotecas del mundo entero. Una figura indispensable en la literatura española.

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