Por Ana Díaz. Vicepresidenta de la Asociación de Vecinos Nudo Sur.
Muchos de los que estáis leyendo esto convivís con amigos de cuatro patas y seguro que algunos viviréis con preocupación cuando llegan las fiestas navideñas, o hay un derby de fútbol o es el día del santo patrón de vuestra ciudad.
Tengo dos preciosas galgas y una de ellas vive aterrorizada por los petardos, se pone a temblar como una hoja, jadeando y con el corazón que parece se le va a salir del pecho. No quiere ni salir de casa, ella, que en condiciones normales, se pone loca de contento cuando te ve coger la correa o pronuncias las palabras mágicas: ¿Nos vamos a la calle? Y en la calle, si suena alguno, se queda bloqueada y ni para adelante ni para atrás y alguna vez hemos tenido que llevarla en brazos ¡y como pesan 22 kilos de perra!
No es la única ni un caso especial, hay muchos como ella, y no es solo el terror que sienten, hay muertos por infarto e incluso suicidios, si, suicidios de perros que se tiran por las ventanas huyendo de lo que para ellos es un ruido ensordecedor y que relacionan con un peligro, o que escapan asustados y corren y corren, y acaban su vida bajo las ruedas de algún coche.
Pero es que no solo son los perros, también lo sufren de manera especial las personas con autismo y Alzheimer y los bebés de pocos meses.
Lo bueno es que en casi todos los municipios esta práctica está prohibida a personas no autorizadas y en lugares no habilitados para ello. Estoy leyendo en este momento la noticia de un niño de 13 años que ha perdido la mano en Jaén al manipular un petardo.
Y mientras ¿Qué hace la policía municipal para hacer cumplir las ordenanzas? ¿Por qué si están prohibidos se siguen vendiendo, incluso a niños de pocos años?
Alguien me dirá que exagero, que esto ocurre pocos días y que para muchas personas la pirotecnia en Navidad es sagrada, pero más sagrada es la vida y seguridad de esos amigos que conviven con nosotros y de las personas que sufren lo que para ellos son explosiones. Que las Navidades no sean unas fiestas tristes para nadie.
La triste Navidad de los perros
