La salud de nuestro cerebro

Carolina Gutiérrez Montero.
Cerebro Triuno.
Cerebro Triuno.

Por Carolina Gutiérrez Montero (investigadora biomédica)
Según diferentes teorías nuestro cerebro se encuentra dividido en tres formaciones cada una de las cuales con su propia inteligencia, subjetividad individual, sentido del tiempo, espacio y memoria propia.
Según el orden evolutivo se denominan: reptiliano, límbico y neocórtex. Los tres cerebros están interconectados a nivel neuronal y bioquímico y cada uno controla distintas funciones de nuestro cuerpo, afectando directamente a nuestra salud, bienestar y rendimiento personal y profesional.
El cerebro reptiliano es el más antiguo desde el punto de vista evolutivo y se encarga de las funciones más básicas y primitivas. El cerebro límbico es el que se encarga de las emociones y en el neocórtex es donde reside el raciocinio y la capacidad de reflexión. Lejos de verlos como unidades independientes, los tres juntos constituyen lo que se denomina el cerebro triuno.
Los defensores de la teoría transhumanista (edad post humana que llegará en un futuro no muy lejano) hablan de un cuarto cerebro al que denominan exocórtex o cerebro en la nube. Según los seguidores de esta teoría este cuarto cerebro será más rápido y grande. Estaremos ante un sistema de procesamiento de información externo que aumentará los procesos cognitivos de nuestro cerebro actual.
De lo que no hay duda es que el cerebro es el centro de control del cuerpo. Controla los pensamientos, la memoria, el habla y los movimientos. Regula la función de muchos órganos. Cuando el cerebro está sano, funciona de forma rápida y automática. Sin embargo, cuando ocurren problemas, los resultados pueden ser devastadores.
Dentro de las enfermedades que afectan al cerebro podemos encontrarnos con inflamaciones del mismo lo que puede conducir a problemas tales como la pérdida de la vista, debilidad y parálisis. Derrames cerebrales que pueden afectar la capacidad de pensar con claridad debido al daño neuronal que se produce. También existen enfermedades neurodegenerativas, infecciosas, tumorales… cuyos síntomas varían en función de cada una de las mismas.
El poseer alguna de estas enfermedades que en muchos casos pueden llegar a ser permanentes por el daño que provocan, no se asocia en ningún caso con señales de estigmatización. Todo lo contrario a lo que ocurre cuando hablamos de otro tipo de afectaciones asociadas a la salud de nuestro cerebro, y que son las enfermedades (cuando la pérdida de salud tiene una causa orgánica) y trastornos (más amplio y de aplicación genérica de la salud con causa orgánica o no) mentales.
La estigmatización y la discriminación se pueden traducir en una falta de acceso a los servicios sociosanitarios. Además, hay un riesgo elevado de que no se respeten los derechos humanos de las personas afectadas, por ejemplo mediante su internamiento prolongado en centros psiquiátricos.
La prevalencia de las enfermedades y trastornos mentales continúa aumentando, causando efectos considerables en la salud de las personas y graves consecuencias a nivel socioeconómico y en el ámbito de los derechos humanos en todos los países. La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que 1 de cada 4 personas sufrirá una enfermedad mental a lo largo de su vida.
La depresión es uno de los trastornos mentales más frecuentes y una de las principales causas de discapacidad en todo el mundo. Afecta a más de 300 millones de personas en todo el mundo, con mayor prevalencia en las mujeres que en los hombres. Sin embargo, tampoco son bajas las cifras que nos encontramos entre las personas que sufren algún tipo de demencia, trastorno afectivo bipolar, esquizofrenia y otras psicosis, así como diferentes trastornos del desarrollo incluido el autismo.
Los sistemas de salud todavía no han dado una respuesta adecuada a la carga de trastornos mentales; en consecuencia, la divergencia entre la necesidad de tratamiento y su prestación es grande en todo el mundo. En los países de ingresos bajos y medios, entre un 76% y un 85% de las personas con trastornos mentales graves no recibe tratamiento; la cifra es alta también en los países de ingresos elevados: entre un 35% y un 50%.
Además de la ayuda que prestan los servicios de salud, las personas que presentan enfermedades mentales necesitan apoyo y atención social.
Padecer algún tipo de enfermedad o trastorno mental sitúa a la persona enferma en una situación de vulnerabilidad ante la sociedad que no termina de entender su problema, que no sabe cómo tratarla. A ello se une el que por parte del resto todo lo que en ella acontece sea fruto de dicho padecimiento. Falta de credibilidad, prejuicios por sus actos… A veces solo la ocultación de la misma libera de la estigmatización al padeciente.
Una persona con una alteración mental también tiene un cerebro enfermo. Un cerebro al que a veces es imposible devolverle su salud y en el que en muchos casos ni siquiera es consciente de su propia enfermedad.

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