“La renta per cápita de China será el 60% de la de EEUU en sólo quince años”, por Francisco Villanueva Navas.

Francisco Villanueva Navas.

Francisco Villanueva Navas · @FranciscoVill87. Economista y periodista financiero.
La máquina manufacturera mundial y el comunismo abierto de la República Popular de la China no dan tregua al incremento de renta disponible y per capita del gigante de Asia. Así, el presidente y secretario general del Partido Comunista chino, Xi Jinping prevé que la República Popular duplicará su producto (14,1 billones medido en dólares constantes/15% del PBI global) en 2035. Tendría entonces un PIB de 29.2 billones de dólares, con el agregado de que también multiplicaría por dos su ingreso per cápita, llevándolo a 20.000 anuales, dato que equipararía su renta con gran parte de España; Castilla y León, Galicia, Andalucía, Extremadura, Canarias..

Todo esto con una población que se reduciría para entonces a 1.300 millones de habitantes de los 1.440 millones actuales. Ya Deng Xiaoping conjeturaba en 1980 que China cuadruplicaría su PIB en 2050, y que se convertiría en ese momento en “…un país medianamente avanzado”, lo que significaba aproximadamente 60% del producto per cápita norteamericano.

En términos de capacidad de compra doméstica (PPP) China ya supera a EE.UU. como la primera economía del mundo y su producto asciende a 22,5 billones/PPP. El producto norteamericano ascendió a 21,9 billones en 2019, lo que indica que el PIB chino sería 60% del estadounidense en 2035, tan sólo en 15 años.

El producto de la República Popular se ha multiplicado por cinco desde 1980 en términos reales, y lo ha hecho con una tasa de crecimiento de 9,9% anual promedio. Es el periodo de expansión más largo y con las tasas más elevadas de la historia del capitalismo.

A partir de 2009, la tasa de expansión china se redujo más de cuatro puntos, y comenzó a crecer a un nivel promedio de 6,4%/6,7% anual, pauta que ha mantenido en los últimos 10 años.

La economía china comenzó un camino de convergencia estructural con EE.UU. (aumento del PIB per cápita por encima del nivel de auge de la productividad) a contar de 2001 (ingreso a la Organización Mundial de Comercio); y desde entonces redujo sistemáticamente la brecha del ingreso por habitante entre la economía norteamericana y la de la República Popular, hasta que esta distancia se cerró definitivamente en 2008/2009 cuando se produjo la crisis financiera internacional.

A partir de ese momento, la relación y la competencia entre las dos superpotencias se horizontalizó; y en ese punto el eje del proceso de acumulación global pasó del Atlántico al Pacífico, del mundo avanzado (EE.UU., Unión Europea, Japón) al continente asiático, sobre todo a China.

El dato decisivo de la economía china a partir de 2009 es que comienza a crecer exclusivamente sobre la base de su demanda doméstica, y dentro de esta, el consumo individual.

El año pasado más de 93% del crecimiento chino se realizó sobre la base de la demanda doméstica; y su superávit de cuenta corriente que llegó a ser 11% del PIB en 2011, se transformó en nulo o negativo este año.

Lo notable es que la previsión de Xi Jinping se realiza asumiendo una tasa de crecimiento de 4,8% anual en los próximos 15 años, un punto y medio por debajo del nivel de expansión de los últimos 10 años; y esto ocurre cuando el auge previsto sigue en forma prácticamente lineal el alza potencial de crecimiento de largo plazo de la República Popular (4,5%/5% anual).

El PIB per cápita chino era inferior al de los países de África Subsahariana (273 dólares anuales) en 1960, y ahora se ha multiplicado quince veces, y supera los 10.000 anuales. En este periodo, especialmente en los últimos 5 años, se ha exacerbado la competencia estratégica con EE.UU., que considera a China su principal adversaria en el siglo XXI, y que incluso amenaza sus “intereses vitales”, especialmente en materia de alta tecnología.

La respuesta de la República Popular a la ofensiva norteamericana ha sido abrir drásticamente su economía con una intensidad cuatro veces superior a la que Deng Xiaoping realizó en 1978, buscando colocar en todos los sectores de la economía, comenzando por el financiero y bursátil a las grandes compañías norteamericanas. El vuelco hacia la demanda doméstica se une así a una integración cualitativamente superior con el capitalismo avanzado.

El consumo interno de la República Popular se triplicaría en los próximos 15 años (en 2019 ascendió a 6,9 billones), guiado por el gasto de una clase media de 440 millones de personas con ingresos comparables a los norteamericanos (35.000/45.000 anuales), que serían 780 millones en 2027 y más de 1.000 millones en 2030.

En ese momento, China sería el eje de la demanda mundial y del consumo individual del planeta, lo que haría que la masa de las inversiones y las exportaciones del mundo se dirigieran a su mercado interno, que entonces sería también el asiático, incluyendo a Japón, Corea del Sur y los 14 países de la ASEAN.

De ahí que el gobierno de Beijing estime que la inversión extranjera directa pasaría de un promedio de 116.000 millones anuales entre 2009 y 2020 a una inversión de 40.000/80.000 millones de dólares por año en la próxima década, orientada en su totalidad al mercado doméstico.

Por eso, una de las medidas fundamentales tomadas por Xi Jinping en los últimos 2 años en relación al capital extranjero, ante todo norteamericano, es la defensa estricta de su “propiedad intelectual”, que es el principal activo de las grandes empresas en el capitalismo avanzado, que se basa esencialmente en el conocimiento antes que en el capital.

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