Gloriosas, para mal, han sido sus intervenciones en el Parlamento.
Dolors Montserrat, ex ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad y portavoz del Grupo Popular en el Congreso de los Diputados, ha sido designada número uno del PP para las elecciones europeas. No está claro si para alejarla de las instituciones españolas o para premiarla por alguna desconocida razón. El caso es que ahí está quien provocó el sonrojo de su grupo parlamentario en no pocas ocasiones desde que los populares están en la oposición.
Cabe recordar aquel 17 de octubre de 2018 en el que el orden de las frases que todos hemos aprendido -sujeto, verbo y predicado- quedó en el olvido merced a la intervención de la ex ministra dirigiéndose a Carmen Calvo, vicepresidente del Ejecutivo, interpelando acerca de si “está orgullosa de la coordinación del Gobierno”, que, a su juicio, parece el “camarote de los hermanos Marx”. Pero su galimatías, tratando de conexionar Waterloo, las herriko tabernas, la Luna y las prostitutas, mezclando con Maxim Huerta, se convirtió en un sin sentido inconexo.
Aquello ocasionó que sus propios compañeros de partido buscaran, más bien, esconderse bajo el escaño y quedaran abochornados por semejante soliloquio que dejó como a un principiante a su presidente, Mariano Rajoy, y aquel mítico “es el vecino el que elige al alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde”. Con todo, Monserrat se va al centro de Europa. ¿Castigo? ¿Premio? ¿Exportación de comedia?