“La guerra en Ucrania hace peligrar la globalización económica”, por Francisco Villanueva Navas.

Francisco Villanueva Navas.

Francisco Villanueva Navas · @FranciscoVill87. Economista y periodista financiero.
La desintegración paulatina de la globalización es una de las consecuencias de la invasión rusa a Ucrania. La inflación es generalizada y se prevé un menor crecimiento económico en todo el mundo pero a partir de ahora es más fácil que se establezcan diversas modalidades de crecimiento y desarrollo.

La tasa de inflación en EE.UU. alcanzó a 8,5% anual en marzo, la más elevada de los últimos 40 años (1981); y trepó en el Reino Unido a 8% anual en el mismo periodo, el mayor nivel en tres décadas, en tanto que en la Zona Euro, encabezada por Alemania, ascendió a 7,5% anual en igual etapa, la tasa más alta desde que el euro fuera creado en 1991 (ECU). Por último, la inflación en Rusia alcanzó a 17,4% anual en la primera semana de abril, lo que implica un alza de un punto en una semana (16,7%).

El resultado de este fenómeno generalizado es que, según el FMI, la tasa de inflación en 58% de los países avanzados está por encima de 5% anual en este momento.

El presidente Emmanuel Macron transmitió en Marsella la siguiente información: “En los próximos 18 meses habrá una hambruna devastadora en África y Medio Oriente como consecuencia directa de la Guerra de Ucrania”.

El correlato de esta advertencia es que hay que esperar manifestaciones tumultuosas y de extrema violencia en estas regiones que pondrán en juego incluso la estabilidad de sus sistemas políticos. Hay que agregar que a partir de abril la oferta petrolera rusa, que es la mayor productora y exportadora de productos energéticos en el mundo, caerá en más de tres millones de barriles diarios, lo que representa un tercio, o más, de sus ventas externas; y la causa de este tremendo acontecimiento es el boicot que le han infligido a Rusia las empresas transnacionales europeas y norteamericanas, debido a la invasión de Ucrania ordenada por Vladimir Putin el pasado 24 de febrero.

La Agencia Internacional de Energía (AIE) estima que se aproxima un nuevo shock de precios energéticos en el mercado mundial, que puede llevar el barril de petróleo a 200/250 dólares cada uno. Hay que dar por seguro, en consecuencia, un brutal aumento de la tasa global de inflación, con un hundimiento de los crecimientos que tras el COVID están obteniendo los países avanzados, en primer lugar EE.UU, y de manera destacada España que crece más que nadie en Europa…

Por eso desde el FMI, se señaló la semana pasada en Washington que ha surgido una tercera y más grave crisis en la economía mundial, de superior intensidad y trascendencia que las otras dos, la pandemia y la Guerra de Ucrania, que es la ruptura o fragmentación del capitalismo global, que es el proceso de integración y despliegue hacia el mundo emergente que se lleva a cabo hace más de 30 años.

El núcleo de este proceso de integración del capitalismo del siglo XXI es el sistema de producción transnacional, constituido por 88.000 compañías globales y sus 600.000 asociadas o afiliadas.

El vínculo interno de este sistema que lo integra en tiempo real y a escala global es la tecnología de la información; y eso ha permitido establecer en el mundo entero iguales estándares de producción, tecnología, y alza de la productividad, y utilizar para todo ello una sola moneda, que es la del dólar estadounidense, la divisa global, seguida del poderoso euro.

La ruptura/fragmentación de la globalización implica inexorablemente la de las cadenas globales de producción, que es precisamente lo que está ocurriendo en este momento por la guerra global de largo plazo que lleva adelante EE.UU. contra Rusia en ocasión del conflicto en Ucrania.

Esto acarrea necesariamente un arduo, costoso, y altamente conflictivo ajuste global, que se manifiesta en un menor crecimiento económico y una mayor tasa de inflación, que es precisamente lo que está ocurriendo según el Fondo Monetario Internacional; y esto implica una dislocación generalizada en el mundo entero.

El problema de fondo de esta ruptura es que desaparece la fase de cooperación que es esencial para la gobernabilidad del sistema; y que responde a sus raíces estructurales de integración forzada a través de un proceso de digitalización generalizado, en especial en la manufactura y los servicios.

La ruptura que lleva cabo EE.UU. del sistema debido a la Guerra de Ucrania implica una desintegración creciente de la economía global; y todo esto, por cierto, con independencia de las mejores intenciones. En su informe de este año sobre las perspectivas globales, el FMI sostiene que habrá una disminución significativa del auge económico en 143 países que representan 86% del PIB global; y que los más golpeados por esta tendencia serán los vinculados directamente a la Guerra de Ucrania a través de los precios de los commodities, el comercio internacional, o el financiamiento en el exterior.

Pero aun así el aspecto más crítico de la Guerra de Ucrania es la tremenda incertidumbre que ha desatado en el mundo, no solo por la posible escalada del conflicto en cualquier momento, sino también por el riesgo cierto de una deriva hacia el choque nuclear.

Por todo esto desde el FMI se afirma que la prioridad absoluta para el sistema mundial es poner término lo antes posible a la Guerra de Ucrania, con sus tremendas consecuencias como la crisis alimentaria, energética e inflacionaria.

Citando la frase del documento fundador de Bretton-Woods: “la prosperidad, como la paz, es indivisible y van unidas”. Lo que era cierto en 1944 también lo es, y quizá en mayor medida, en 2022.

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