La escuela nueva (y II)

Eusebio Lucía Olmos.

Por Eusebio Lucía Olmos.
Desde el comienzo de sus actividades, la Escuela había programado cursos elementales de Mecánica, Aritmética, Geometría, Dibujo y Química, así como interesantes veladas teatrales, abierto un consultorio jurídico, organizado cursillos de explicación de leyes, teorías científicas y doctrinas sociales; había organizado viajes culturales a ciudades próximas y recreativos a la sierra madrileña, siguiendo el ejemplo de la Institución Libre de Enseñanza; había programado ciclos de conferencias sobre los más diversos temas políticos de actualidad, así como cursos profesionales de formación y especialización para aparejadores, mecánicos, electricistas, etc. Todo ello perfectamente organizado por Núñez de Arenas, quien siempre contó con la participación de los más prestigiosos expertos en cada uno de los temas tratados, así como de los más afamados autores teatrales y artistas de la escena para sus veladas, tanto formalmente afiliados al partido como simpatizantes del mismo. No obstante, y a pesar de la pluralidad de posturas de que los responsables hacían gala, las ideas que defendía la mayor parte de sus colaboradores habituales, en una primera etapa de actividad del centro, eran las de un socialismo reformista, conciliador de antagonismos de clase y dispuesto siempre a la colaboración con los partidos burgueses.
Pero la aparición de la Escuela en la vida socialista madrileña también provocó enseguida ciertas suspicacias, que mantendrían de por vida, provenientes de determinados miembros de la dirección del partido, para quienes los directivos de aquélla siempre tuvieron propósitos poco claros. Saborit aseguraba que el principal objetivo del grupo de García Quejido y Núñez de Arenas fue la creación de un núcleo hostil a Iglesias, Caballero y Besteiro. Este último, por su parte, acusaría a la Escuela de revisionista y defensora del reformismo social. De hecho, la programación del ciclo de conferencias sobre la historia del socialismo fue llevada a cabo por Núñez de Arenas con la intención de complacer a los dirigentes más reticentes del comité nacional, si bien ofreció también su exposición al «socialista independiente», apartado de la disciplina del partido, Juan José Morato. ¿Querría volver a acercar a éste con la cúpula directiva?, ¿o quería con ello forzar la colaboración de éstos? En cualquier caso, la propia razón de ser de la Escuela siempre supondría la compatibilidad de conferenciantes afiliados con otros que no lo estaban o, incluso, que se habían alejado del socialismo organizado tras un efímero paso por sus filas, por lo que el centro conservaría siempre una postura heterodoxa ante la dirección del partido, y las desconfianzas mutuas entre ésta y la entidad no desaparecerían nunca. Efectivamente, el alejamiento del socialismo por parte de muchos de los intelectuales últimamente adscritos, no significó que lo hicieran de la Escuela Nueva, compaginando sus colaboraciones con ella a la vez que con la elitista Liga de Educación Política orteguiana. No obstante, el núcleo directivo de la Escuela lo siguieron componiendo los de siempre: Bagaria, De Buen, Carande, García Quejido, Martí Jara, Morato, Ovejero, Manuel Pedroso, Torralba, Vera, y el propio Núñez de Arenas.
Evidentemente, la guerra europea condicionó también la programación del centro. Durante los años que duró el conflicto se mantuvieron las buenas relaciones entre intelectuales independientes y socialistas, debido a la afinidad de aquellos con la postura aliadófila del partido. No obstante, el ciclo de conferencias programado sobre «El socialismo y la guerra» sirvió para dejar bien patentes las dos tendencias sobre el conflicto dentro del socialismo español. En 1915 se dejaron de impartir los cursos llamados profesionales, de formación técnica, para potenciar los culturales, de lengua francesa o Historia del Arte, organizándose al mismo tiempo interesantes ciclos de conferencias sobre los más diversos temas de actualidad.
En octubre de 1915 se celebra el X Congreso del Partido, en el que la delegación de la Escuela Nueva, compuesta por Jaime Vera, Andrés Ovejero y Luis Araquistáin (Núñez de Arenas fue delegado por la agrupación de Minas de Riotinto), defendió ya en los debates precongresuales su autonomía sobre los órganos del partido para fijar los objetivos de sus actividades. Al parecer, el borrador de su ponencia, redactado por Ramón Carande, no fue del agrado de Julián Besteiro quien criticó abiertamente el funcionamiento de la Escuela. No obstante, Núñez de Arenas consiguió que el Congreso aceptara la participación del centro formativo. Con los nuevos ingresos la familia socialista española había sufrido una  importante transformación. Julián Besteiro, ejemplo de aquellos, venía siendo el director efectivo de la organización, beneficiándose de una fulgurante promoción – que le valdría no pocas envidias – dirigida por su mentor, el mismísimo Pablo Iglesias quien, enfermo, viejo y cansado, creía adivinar en el ilustre catedrático de Lógica de la Universidad Central su sucesor ideal. Concejal madrileño por el distrito de Chamberí y vocal del comité nacional de la Unión General de Trabajadores, acudía al Congreso como presidente de la Agrupación Socialista Madrileña. Los nuevos afiliados, muchos de ellos ya con cargos de responsabilidad orgánica, se entremezclaban por los pasillos y en las distintas salas de comisiones con los veteranos. Daniel Anguiano, Luis Araquistain, Antonio Fabra Ribas, Fernández Egocheaga, Ramón Lamoneda, Lucio Martínez, Manuel Núñez de Arenas, Indalecio Prieto, Andrés Saborit o Eduardo Torralba Beci, lo hacían con los componentes de la «generación intermedia», si no en edad, sí en tiempo de militancia: Mariano García Cortés, Virginia González, Largo Caballero, Andrés Ovejero, José Verdes Montenegro, Manuel Vigil. Y, por supuesto, con los viejos y famosos líderes, Isidoro Acevedo, Vicente Barrio, García Quejido, Facundo Perezagua y al propio Pablo Iglesias. Y, ocasionalmente, con el doctor Vera, quien asistió únicamente a las cuatro primeras sesiones, enviando informes y enmiendas por escrito, ante la atención que le requerían sus enfermos y su propio cansancio.
Durante el curso 1915-1916, la Escuela organizó una serie de cursos sobre “El socialismo y la guerra”, que dividía a los propios socialistas; otro sobre “El problema catalán”, con participación de Cambó, que quedó interrumpido a causa de la huelga ferroviaria; y otros varios sobre municipalismo, francés, visitas a museos e “Historia del socialismo español”, perdiendo su carácter de centro de formación técnica. En 1916, Manuel Núñez de Arenas escribió su ya clásico resumen “Notas sobre historia del movimiento obrero español”, que se publicó como apéndice del libro de Renard sobre Corporaciones y Sindicatos. Al final de 1917, con los miembros del comité de huelga presos en el penal de Cartagena, inauguró los cursos Miguel de Unamuno, con una conferencia sobre “La España social en la hora presente”, salpicada de numerosas paradojas unamunianas. Mientras la Escuela Nueva se vió en la necesidad de hacerse con un local propio en la calle del Prado, junto al Ateneo, la nómina de sus socios continuaba formada por ilustres intelectuales de las más diversas familias ideológicas: desde Azaña, Luzuriaga, Ortega, Castillejo o María de Ameztu, hasta Leopoldo Alas, Araquistain, Carande, Matías Gómez, Morato, Ovejero, Torralba Beci, Rivas-Cherif, y el propio Manuel Núñez de Arenas, quien hubo de emigrar a Francia tras el golpe de Estado de Primo de Rivera, con lo que la Escuela entró en una etapa final de escasa actividad, aún quedando a cargo de Martí Jara y Antonio Marsá.
En el 11º Congreso, de noviembre de 1918, y tras presentar como ponencia el interesante documento “Bases para un Programa de Instrucción Pública”, base del programa educacional del Partido, Núñez de Arenas había sido elegido miembro de la comisión ejecutiva del PSOE, siéndolo hasta la escisión de 1921, en que pasó a formar parte del Comité Central del PCOE, como “tercerista”. Entre 1918 y 1920 fue colaborador asiduo de la revista “España”, siendo también su redactor jefe durante algún tiempo hasta su exilio en Francia. La Escuela Nueva, por él organizada y dirigida, significó un magnífico ejemplo de centro formativo obrero durante la década de su pervivencia.

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