La Cooperativa “Alfa”, de Eibar (Guipúzcoa)

Eusebio Lucía Olmos.

Por Eusebio Lucía Olmos.
La fabricación de armas siempre fue la actividad industrial tradicional de Eibar, por lo que la zona fue incluso conocida como “armera”. Esta especial condición originaba que sus productos estuvieran expuestos a grandes fluctuaciones de la demanda, consecuencia de las políticas arancelarias de cada país, más o menos permisivas con estas importaciones, lo que motivaba que los fabricantes pasaran rápidamente de una gran ocupación al desempleo. Al término de la Gran Guerra se produjo una de estas grandes crisis, con una prolongada y dura huelga obrera, seguida del cierre patronal.

En este contexto, un grupo de trabajadores socialistas armeros, miembros del Sindicato Metalúrgico Vizcaíno, y liderados por Toribio Echevarría, constituyeron en octubre de 1920 la “Sociedad Anónima Cooperativa de Producción de Armas de Fuego ALFA”, con un capital inicial de 300.000 pts, dividido en 6.000 acciones de 50 pts. El Sindicato hizo un desembolso inicial de 75.000 pts., comprando la maquinaria necesaria para la fabricación de revólveres con destino al mercado americano. A pesar de la dura competencia, tanto empresarial como política, consiguieron introducir sus productos –los clásicos “oscilantes”, basados en los tipos “Smith & Wesson” y “Colt”– en USA, Brasil, México, Cuba y Argentina.

En 1922 inauguraron un gran edificio de talleres, ejemplo de la arquitectura industrial eibarresa, con el apoyo financiero del Banco de San Sebastián, pero la crisis del mercado americano y el férreo boicot de sus propios paisanos y competidores eibarreses, les aconsejó diversificar la producción. Barajaron la posibilidad de fabricar máquinas de escribir, pero finalmente se inclinaron por las de coser, presentando su prototipo en la feria de muestras de Gijón de 1923, donde obtuvieron un clamoroso éxito, por su precio, calidad y amplias posibilidades de financiación en favor de los clientes finales. Los inmejorables resultados empresariales corroboraron los de la presentación, contando en 1935 con una plantilla de 200 obreros fijos, además de 400 indirectos, una producción de 18.000 máquinas anuales, y un activo de 5 millones de pesetas. Tuvieron el acierto de unir capital y trabajo bajo idénticos intereses, según el verdadero espíritu cooperativista socialdemócrata, y estableciendo un general clima de confraternidad por partes de una dirección con iniciativa y responsabilidad, que sabía contar con la participación obrera en la gestión diaria. Consiguieron establecer una importante red de representantes y almacenes en toda la geografía española, montando una inmejorable estrategia comercial. Incluso iniciaron una importante acción comercial exportadora.

La guerra civil acabó con la Cooperativa obrera, pues Eibar fue una zona de intensos combates. A su término, la empresa fue incautada, encontrándose dispersa su maquinaria, así como huidos, encarcelados o muertos los obreros y directivos. El Banco de San Sebastián, que había desempeñado un papel importante en el funcionamiento de ALFA, fue también decisivo en su reapertura, para lo que se constituyó en marzo de 1940 la “Sociedad Máquinas de Coser ALFA S.A.”, con un capital de 3 millones de pesetas, y manteniendo el nuevo régimen su viejo carácter cooperativo.

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