“La banda sonora de la ansiedad”, por Carolina Gutiérrez Montero.

Carolina Gutiérrez Montero.

Carolina Gutiérrez Montero (investigadora biomédica).
Para ella podría haberse tratado de un día normal como cualquier otro. Nada hacía presagiar que esa mañana iba a ser distinta a las que de manera rutinaria y puntual se dirigía a su trabajo. Un andén de una línea cualquiera de metro, abarrotado como suele ocurrir a esas horas de la mañana en la que los usuarios se agolpan intentando entrar en el siguiente tren que hiciese su llegada,  luchando muchas veces por no ser arrollados por el resto de los pasajeros. Pero esa mañana alguien muy cerca le miró a los ojos y le preguntó, ¿me podrías ayudar?, sí claro respondió. Era una chica joven con acento de un país lejano pero con unos miedos muy similares a los que ella había tenido en otras ocasiones. En un tono bajo para el bullicio que se respiraba en esos momentos, le comentó que padecía crisis de ansiedad, que sabía que mucha gente no lo entendía, pero que era su primer día de viaje en metro después de un tiempo de padecerlas y sabía que si no iba hablando de otras cosas, que si empezaba a pensar en ello, se iba a empezar a marear, a desmayar y otra vez caer en lo mismo… Te entiendo contestó ella, tú tranquila.

Subieron al vagón, por supuesto lleno de gente y empezó a preguntarle cosas de su lejano país, hablaron de sus trabajos y la verdad es que en esas tres paradas se contaron mucho en poco tiempo. Su objetivo en todo momento no era interrogar a esa chica, sino que durante esos minutos que duraba su trayecto, su primer trayecto en metro olvidase durante esos instantes esa banda sonora que te recorre el cuerpo en esos momentos infernales.

Bajaron del tren y cada una siguió su camino para su trabajo, le dio las gracias por comprenderlo, por entenderlo, pero ella no se daba cuenta que esa banda sonora había sonado muchas veces en su cuerpo con anterioridad y que la entendía perfectamente. Quizá su error fue que nunca tuvo la valentía de pedirle a nadie que la acompañase en ese primer paseo, en ese primer viaje en metro…

Como decía no iba a ser un día cualquiera para ella. Tras ese encuentro empezaron a volver a su cabeza esas crisis sufridas anteriormente, esos momentos de pánico y sudor que te recorren el cuerpo, ese dormirse las manos fruto de la hiperventilación, ese temblor incontrolable de piernas… También empezó a pensar en esa incomprensión y ese no entender que le comentaba esa joven esa mañana en ese andén de metro.

Ella sabía lo complicado que era que te entendiesen, porque muchas veces era difícil que comprendiesen esa situación, porque muchas veces asemejaban otras situaciones más banales de encontrarse un poco más nervioso de la cuenta con lo que les estabas relatando…porque nada tenía que ver todo eso con lo que significaba que la ansiedad se apoderase de ti.

Y recordó cuando de pronto te encuentras de nuevo con esos espacios comunes, esos lugares que en un momento fueron testigos del comienzo de esas crisis, lugares en los que estabas disfrutando tranquilamente de algo, con alguien y en los que sin más se desata en ti y empiezas a escuchar esa banda sonora…no puedes por un tiempo hacerles frente. Por eso entendió perfectamente esa mañana a esa joven que le decía que necesitaba hablar y pensar en otra cosa porque era la primera vez que se iba a subir al metro después de haber sufrido una crisis en él.

Entonces volvió a su retina lo mal que lo había pasado ella en otras ocasiones. Rodeada de personas extrañas que no saben que te pasa, que llaman a los servicios médicos, que te llevan a un hospital, y te hacen pruebas y más pruebas…cuando tienes tu brazo con una vía cogida para que te llegue el suero, el oxígeno en tu nariz para que respires adecuadamente, tus piernas temblando, todo lleno de gente extraña y enferma como tú…y solo quieres llorar, y lloras mucho y buscas esa mano que agarrar fuertemente. Pasadas las horas, con el agotamiento en el cuerpo, las pruebas no dan nada, no hay nada físico. Solo queda entonces pensar en la parte mental, emocional. Llaman a otro especialista que ya no suena tan bien, psiquiatra. Te habla, te pregunta, te medica y te manda a casa. Te recomiendan acudir a un especialista que con más tranquilidad pueda llevar tu caso.

Cuando lo aceptas, te das cuenta que lo mismo es que se llame psiquiatra, intensivista u otorrino. Lo importante es que esté ahí y que pueda ayudarte a que esa banda sonora suene lo menos posible o al menos suene bajito, porque muchas veces sigue viviendo contigo para siempre.

Por todo esto, ella sabía muy bien por lo que había pasado esa joven del andén, y lo que necesitaba en ese momento y porqué reclamó su ayuda esa mañana cualquiera.

No sabía porqué la eligió a ella, si vio algo en sus ojos, en su mirada… pero se alegró que la hubiese elegido porque podía entenderla. Siempre le quedó la duda de cómo fue su viaje de vuelta a casa. Si necesitó hablar con alguien o si simplemente pudo poner el volumen bajito de esa música que en el fondo sabe, como le ocurre a ella, que pervive en su cabeza.

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