«La Argentina que sueño», por Nico Ferrando.

No es el momento más oportuno para la confrontación política. Es apremiante que se busquen puntos de encuentro entre dos bloques que parecen irreconciliables. Ganará en ocasiones uno, triunfará otras veces otro, pero la cuestión es que ambos van a continuar ahí y la salida está en las políticas de consenso. Pactar no es fácil e implica respetar a tu contrario y ceder en alguna de tus pretensiones en aras del interés general. No obstante, merece la pena.

Lo primero que hay que hacer es reconocer a la otra parte como actor necesario para el futuro de la Argentina. Este reconocimiento implica dejar atrás el insulto, la descalificación y la cantidad de tropelías que se dicen sin pensar demasiado. Hay que ver a la otra parte como un aliado para construir y no como a alguien a quién quiero eliminar del mapa.

Yo lo he dicho siempre y no voy a esconderme: me siento identificado con la izquierda en el siempre complicado espectro ideológico pero no desconozco que habrá que hacer políticas de país con la derecha. Nada es negro o blanco en su totalidad, hay infinidad de tonalidades grises que hay que explorar. Vamos a poner un ejemplo: creo firmemente que hay que elaborar un ambicioso plan de futuro que pase por situar a Argentina con una posición sólida a nivel internacional. No creo que, como dice la izquierda, estemos entregando todos nuestros recursos naturales a los Estados Unidos. Tampoco creo que, si vuelve el kirchnerismo, como dice la derecha, Argentina será una nueva Venezuela. En el mundo hay ejemplos de Estados que defienden sus intereses sin la necesidad de caer en estas simplificaciones. El reciente acuerdo entre Mercosur y la Unión Europea es un síntoma de que hay otra vía que pase por defender la industria y los productos nacionales sin aislarnos del mundo y ser una mala copia de la Cuba de Fidel.

Pensemos en grande. Pongamos los cimientos de un acuerdo constituyente que nos involucre a todos los argentinos. Apostemos porque todos los ciudadanos tengan derechos efectivos solo por el hecho de tener la nacionalidad argentina. Educación, sanidad, trabajo, pensiones y tantos otros asuntos son los que hay que replantear desde una posición compartida. Ir por libre a cada bloque solo ha servido para traer mucho sufrimiento y bastantes decepciones.

Seguramente, muchos me calificarán de iluso o de qué no termino de entender la situación de Argentina por mi prolongado exilio en Madrid. Soy consciente de ello. Ni quiero sentar cátedra ni voy a imponer ideas. Solo digo la Argentina que sueño, una Argentina donde nunca más se diga, como dice un refrán popular conocido en el mundo entero, que lo peor de Argentina son los argentinos.

Los datos no son nada alentadores. Se avecinan, si nadie lo remedia, momentos muy duros que podrían ser evitados con una política de consenso como la que planteo. Para ello hay que buscar soluciones innovadoras. Yo ya no quiero más recesiones, devaluaciones, corralitos y crisis sistemáticas que nos están destruyendo de una forma inexorable e irremediable.

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