“La agricultura con plantas modificadas genéticamente gana terreno en el mundo”, por Francisco Villanueva Navas.

Francisco Villanueva Navas.

Francisco Villanueva Navas · @FranciscoVill87. Economista y periodista financiero.
La revolución agrícola está aquí mediante las semillas transgénicas, que son modificadas para que resulten resistentes a diversos factores que podrían afectar el desarrollo de la planta… Gracias a este tipo de semillas, se pueden crear plantas resistentes a los insectos y a los herbicidas, y producir más y más y no es un futurible; es el presente y, como siempre, la República Popular China es pionera. La preocupación central es garantizar la seguridad alimentaria de su población de 1.440 millones de habitantes, que disponen este año de un ingreso per cápita de 12.000 dólares anuales.

China importó 100.032 millones de toneladas de soja en 2020, lo que significa, según el Ministerio de Agricultura y Asuntos Rurales, que si no lo hubiera hecho tendría que haber destinado 33,3 millones de hectáreas para su producción domestica, sobre la premisa de que no utilizaría semillas genéticamente modificadas.

Subraya el Ministerio de Agricultura 2 datos estratégicos de excepcional importancia: la utilización de semillas genéticamente modificadas, como ocurre en sus principales proveedores, que son EE.UU., Brasil y la Argentina, le daría un rendimiento entre 20% y 30% superior a su producción interna de soja; y por lo tanto, la tierra fértil utilizada podría reducirse en un porcentaje semejante: hasta 30% menos.

El Organismo chino dice que 33,3 millones de hectáreas es un tercio de la superficie sembrada de la República Popular, que asciende a un total inamovible de 120 millones de hectáreas. Por eso el gobierno ha decidido entregar a partir de diciembre de 2021 certificados de garantía sanitaria para la utilización en gran escala de semillas modificadas sobre todo en las zonas productoras de soja del Centro y Sur del país.

El objetivo es que se utilicen semillas modificadas debidamente estandarizadas y comercializables en 2022. Esta decisión se funda en la “Ley de Semillas” de julio de 2021, y que tendría pleno efecto a partir de marzo de 2022. Esta norma está centrada en los requisitos y procedimientos para estandarizar y comercializar los germoplasmas genéticamente modificados, adecuando el agro chino a las pautas más avanzadas de la agricultura mundial, que son las de EE.UU.

El ingreso por habitante de la población China crece 8.1% anual en las ultimas 4 décadas lo que implica que se duplicaría en 2030, hasta llegar a 20.000 por año.

Lo decisivo en China no es el alza del PBI nominal, que ha sido un promedio de 9.9% anual a partir de 1978, lo que constituye el periodo más prolongado a la tasa más elevada de la historia del capitalismo, sino las mejoras de las condiciones de vida de su población, acompañadas de la desaparición de la pobreza extrema que ha culminado en 2020.

En China todo gira alrededor de la mejora significativa y acumulada de las condiciones de vida de su población. Esto es lo que permite cuantificar los logros del sistema. La capacidad de consumo de la población China está encabezada por el gasto de una clase media de 440 millones de personas con niveles de ingresos comparables a los norteamericanos 35.000 dólares anuales.

La cosecha de granos ascendió a 658 millones de toneladas en 2021; y fue el sexto año consecutivo que la producción de granos supero los 600 millones de toneladas, lo que garantiza el autoabastecimiento alimentario de su población.

La única excepción a esta política de absoluto autoabastecimiento son las más de 100 millones de toneladas de soja importadas todos los años, con el agregado de que sus proveedores son sólo 3 países; EE.UU, Brasil y Argentina, que a su vez responden por más de 90% de la producción mundial.

De ahí que la emisión en gran escala de certificados de garantía de las semillas modificadas se haya convertido en una prioridad estratégica para la República Popular. Se trata de una cuestión de seguridad nacional, que se confunde en China con la Seguridad Alimentaria; y que afecta directamente a la segunda Economía del mundo (17% del PIB global), que es el eje del consumo global de agroalimentos.

La “Ley de Semillas” coloca el énfasis en la protección de los derechos de propiedad intelectual de los productos genéticamente modificados, lo que incluye el establecimiento de mecanismos destinados a garantizar el libre uso de las variedades derivadas, así como de las nuevas semillas modificadas genéticamente que surjan de los laboratorios, todo esto con el objetivo de atraer a las grandes trasnacionales de la alimentación de los países avanzados.

El sustento de fondo de esta concepción es que, en la sociedad del conocimiento que es la del siglo XXI, la defensa irrestricta de la propiedad intelectual es el camino propio de las economías de punta. Esta visión es la que el gobierno de la República Popular denomina “socialismo del siglo XXI con características chinas”… es el triunfo del comunismo de verdad.

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