Con la investidura fallida de Pere Aragonès el pasado 30 de marzo por la abstención de Junts se abrió el plazo de dos meses para encontrar otro candidato o convocar de nuevo elecciones en Cataluña.
El resultado de esta segunda votación no fue suficiente para que el aspirante de ERC resultara investido president. Eso hace prever que la posición de los neoconvergentes de Carles Puigdemont sigue inmovilista como en la primera sesión de investidura.
Se abre, así, un periodo de incertidumbre en los movimientos de los republicanos y de Junts que podría desembocar en una nueva convocatoria electoral.
Se evidencia la guerra fratricida entre los independentistas. Mientras que Aragonès quiere sacudirse las “tutelas” desde Waterloo (Puigdemont), Laura Borràs, la presidente del Parlament, anunció una “nueva ronda de consultas”.
Así las cosas, es la pugna por el liderazgo del independentismo lo que bloquea un acuerdo satisfactorio que ponga en marcha de una vez un Govern.
De seguir así el asunto, desde el propio Junts prevén que, aunque se formara un Ejecutivo independentista, éste no duraría más de un año. ERC defiende un Govern abanderado por los republicanos, con el apoyo de la CUP, con quienes ha alcanzado un acuerdo.
En cambio, los neoconvergentes se pliegan a que ERC presida el Gobierno catalán, pero bajo el mandato del Consell Nacional. Es decir, las políticas catalanas se marcarían en Bélgica y, sin rechistar, se aplicarían en Cataluña.
Los republicanos, y los cupaires, no están por esa labor puesto que creen que primero hay que sacar a los catalanes de la situación en la que están. Luego, ya se hablará.
En el fondo, ERC está más a favor de una salida negociada dirigida a un referéndum pactado con el Estado central. No vale otra DUI. Sin embargo, Puigdemont insiste en que, si no hay acuerdo pronto, se avance por la vía unilateral, otra vez.