“Jukebox”, por Gonzalo González Carrascal.

Gonzalo González Carrascal.

Gonzalo González Carrascal · @Gonzalo_Glezcar.
Fijar un pliegue del tiempo. Arrebatarlo del indistinguible eterno flujo de un ahora en fuga, que no cesa de arrastrarnos consigo, sustrayéndolo a través de la emoción estética que es capaz de suscitar. El milagro de la evasión a través de la memoria obrado al son de una melodía. El sentir de un instante, encapsulado. Preso. Cautivode su música.

Emergente,la escena -la circunstancia vital quequedó en ella enmarcada- reverbera al son de su ritmo, de modo recurrente. Haciéndonos retornar a las mientes la imagen cristalizada de unainstantánea, elmomentáneo destello de subjetividad a cuya construcción contribuyó a forjar. En la que uno se cree reconocer, emboscado en la desdibujada imagen devuelta por el desvaído espejo del presente.

Transmutado en metrónomo, un pie marca el sabido tempo. Su rítmica composición mece el recuerdo. Suspendida, nuestra consciencia queda atrapada en el limbo de un lugar sin dimensión, en que espacio y tiempo nada significan. Donde lo que fue, o así creímos, es revivido en la convicción de su permanencia en un mundo latente de posibilidades.

El avance de la aguja tocadiscos-cadencioso- labra los surcos de nuestra mente,haciendo germinar elextravío de un pensamiento en fuga en busca de tregua. Huida delo anodino comprendida en un estricto minutaje. Después del que sólo quedará el regusto de la pérdida. Acre. La forzada expulsión de un particular paraíso.

Pero en tanto dure, la etérea envoltura melodiosa abrigará nuestra carne, hastiada por los rigores de la mortaja que miedo yesperanza tejen a diario. Acariciados por el calor y color de sus notas, encontramos –ensimismados-en el hálito invocado de lo ausenteel insuflo de un ánimo,viejo y recóndito,ante la dudapor cuanto acontece. Deseandopreservarlo a nuestro regreso. A nuestro regreso. A nuestro regreso. A nuestro regreso. A nuestro regreso. A nuestro regrrrrrrrññiaaaagggg…

El hechizo queda roto al levantar la aguja del plato. Vuelta abruptamente la consciencia del interregno, la realidad aguarda. En su horizonte, surge recortada la amenazadora silueta delos días por venir. Incertidumbre emboscada en las formas del camino. Sólo susceptible de ser conjurada a través de esos leves destellos atesorados al compás de una melodía.  Antídotos frente al desaliento.

Desaliento que, si como consecuencia de sus propios avatares ya hace la vidaáspera, éste la torna yerma cuando resultadel modo deliberadamentenegligente con que es violentadolo común. Hundiendo, hastiada, a la sociedad en la resignada aceptación de un consabido despropósito. Ellacerante uso partidista de unas instituciones, que sólo puede llevar a la desconfianza y desmoralización de una sociedad hacia una forma de estadoque se revela ahogada en el sectario encaje cortoplacista de unos actoresde ínfima talla que,con su actitud, sólo invitan al ciudadano–si quiere preservar su buen ánimo- a irse con la música a otra parte. A la espera de que el dial de la historia sintoniceuntempo nuevo. Una mejor melodía.

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