Se esperaban consecuencias por la debacle socialista en Madrid y la primera ha llegado con la dimisión de José Manuel Franco como secretario general del PSOE madrileño.
Con su dimisión se abre el camino a la renovación, un vuelco en una federación socialista con problemas desde hace décadas. Así lo apuntaban ya miembros del Gobierno y dirigentes del partido.
Una renovación necesaria después de décadas también sin poder gobernar en Madrid. José Manuel Franco tampoco ha sabido, o podido, pilotar al partido hasta llevarlo a ganar unas elecciones autonómicas.
Las ganó, es verdad, en 2019, pero sin la suficiente fuerza como para armar un Ejecutivo. Ahora, el PSOE-M pasa de vencer hace dos años con 37 diputados en la Asamblea de Vallecas a que Más Madrid le dé el sorpasso.
Además, Ángel Gabilondo, de extraordinario talante muy respetable, ha estado desaparecido durante casi dos años, con epidemia de por medio. La injerencia de Moncloa a la hora de diseñar la campaña electoral, sin apenas maniobra para el candidato, incluso ha llegado a eclipsarlo.
Sea por falta de recursos, por fallos en los datos con los que contaban desde la ingeniería de los asesores o por un voto de castigo al Gobierno central, el caso es que el PSOE se ha dado el mayor batacazo de su historia en Madrid.
Si los madrileños han votado en Madrid la gestión gubernamental de la epidemia lo dirán otros comicios. Toca analizar y reflexionar en el seno del aparato del partido y toca tomar decisiones.
José Manuel Franco deja el cargo después de una muy dura ejecutiva del PSOE-M y con fuertes presiones para que la junta en bloque dimitiera. Con este movimiento, el partido quedará previsiblemente en manos de una gestora.
Por tanto, corresponde ver qué sucede y si se convocan elecciones internas para tomar el timón en un nuevo, o no, PSOE de Madrid.